CAPÍTULO 18: Rota

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Las palabras de Dunna aquella noche resuenan en mi mente una y otra vez, hasta que llego sin aire a la celda.


Clyn acaba de salir de la ducha y se seca con la toalla el pelo mojado que cae sobre su espalda, Crystal la observa captando cada pequeño gesto y las demás abrazan a Kesha que parece que acaba de llegar. Tiene los ojos rojos, probablemente de haber estado mucho tiempo llorando y, su cara es mucho más pálida, como si hubiera visto un fantasma.

- ¿Estás bien? - pregunto alarmada mientras me acerco a ella. - ¿Qué ha pasado? ¿Qué te han hecho?

- Estoy desanimada, eso es todo. Si ella no está, ya no tiene sentido que yo también esté...

- Ven. - ordeno ofreciéndole mi mano para que se levante.

Después de unos segundos de dudas, finalmente acepta y se coloca junto a mí.

- Venir todas. - aclaro al ver que nadie más se mueve.

Crystal pone los ojos en blanco, pero finalmente Clyn consigue sacarla de la cama. Clyn se pasa el trayecto haciéndome preguntas sobre nuestro destino, pero consigo callarla con ayuda de Ale que parece que se ha refugiado en su propio mundo en el que no puede entrar nadie más.

Al llegar al patio, ya ha oscurecido y el cielo está repleto de estrellas que iluminan los pequeños árboles que han empezado a crecer a nuestro alrededor. Estamos completamente solas, iluminadas mayoritariamente por la luz de varias lunas llenas que parecen haberse puesto de acuerdo en mostrarse justamente hoy.

- No hemos podido despedirnos. - susurro mirando al cielo mientras que las demás me observan como si me faltaran varios tornillos.

- No creo que una serenata a la luz de la luna sea lo más indicado. - dice Crystal mientras da media vuelta para irse.

- Caminar descalza sobre la nieve. - concluye Kesha que debe de haberme leído el pensamiento. - Ese era el deseo de Dunna al salir de la cárcel, caminar descalza sobre la nieve y disfrutar de un día nevado. – aclara mientras se acerca a mí y coloca su mano en mi hombro como muestra de apoyo.

- Siempre fue una romántica empedernida, deseando vivir una de esas historias que aparecen en las novelas, encontrar a su príncipe azul y todo lo demás. - explica Ale mientras las primeras lágrimas aparecen en sus ojos.

Miro al cielo y pienso en Dunna, en su delicada voz que a veces utilizaba para cantar algo antes de que nos durmiéramos, en su cabello sedoso que no tardaba en recogerse con la excusa de que era incómodo, en su carácter pasivo que siempre buscaba evitar cualquier pelea...

Una corriente fría sopla contra nosotras, pero nadie se mueve. Recuerdo sus grandes ojos color avellana y su pelo, del mismo color, siempre recogido en una coleta perfectamente peinada muy distinta a las que me hago yo, completamente irregulares y desastrosas.

Sé que el suelo se ha cubierto de una capa de hielo, puedo notarlo sin necesidad de comprobarlo. Además, el cielo ha dejado de ser despejado, ya que unas enormes nubes nos cubren la vista.

- Ella sí que era una mujer fuerte de verdad. - murmuro recordando las palabras que me dijo ayer antes de dormir.

Las lágrimas corren por mis mejillas y me cubren la vista haciendo que solo pueda ver una mancha borrosa. De pronto, un copo de nieve cae sobre mi brazo y puedo admirar su delicada belleza antes de que se desvanezca.

Los demás no tardan en caer y, en pocos minutos, empieza a nevar de forma suave sobre nuestros cuerpos cubriendo el césped de color blanco. Ale me coge de la mano y, al alzar la vista, puedo ver cómo hemos formado un círculo entre todas en el centro del patio. La nieve no para de caer y, a pesar de que sé que las demás tienen frío, nadie se mueve, nos limitamos a apreciar este momento.

- Dunna no hubiera querido que nos quedáramos aquí sin hacer nada. - añade Clyn mientras se quita los zapatos y los calcetines antes de empezar a caminar por la nieve que debe de estar helada.

Las demás no tardamos en hacer lo mismo y, nos pasamos la próxima hora riendo y corriendo descalzas sobre la nieve, tal y como Dunna hubiera querido. Puedo imaginar su cara, en la que aparecería una tímida sonrisa al que, no tardaría en convertirse en una delicada risa que, probablemente, se taparía con la mano avergonzada.

Estamos tumbadas en el césped nevado, disfrutando de la delicada brisa que llega desde el norte y que, probablemente, sea la causante del resfriado que vamos a tener mañana. A pesar de eso, no nos movemos, ninguna de nosotras es lo suficientemente fuerte como para volver a esa pequeña celda llena de recuerdos que no somos capaces de afrontar.

- Daría lo que fuera por volver a verla cruzar esa puerta, aunque solo fuera para echarme la bronca por el desorden de la celda. - dice Kesha riendo.

- Era demasiado buena para este mundo, no la merecíamos. - añade Ale que rompe a llorar en el momento en el que pronuncia esas palabras.

- No merecía que la trataran como un monstruo. - solloza Clyn antes de sonarse la nariz con un pañuelo que tenía en uno de los bolsillos del mono.

- Cuando salga de aquí, vengaré su muerte. - dice Kesha apretando los puños. - La suya y la de mi madre.

- Para poder hacer eso, tendrás que descubrir quién es tu padre primero, lo que veo un poco imposible. - ironiza Crystal que acaricia la nieve con una mano.

- Le encontraré, no te preocupes. - contesta Kesha con una tonalidad extraña, como si estuviera escondiendo un secreto.

- ¿Estás segura de que estás bien? - vuelvo a preguntar, esta vez mirándola directamente a los ojos.

- Sí, nunca había estado mejor. - murmura levantándose de un golpe. - Hoy no dormiré en la celda. - anuncia antes de empezar a caminar hacia la salida.

- ¡El sexo no te va a ayudar, créeme! - grita Clyn, aunque no creo que Kesha la haya entendido.

Mientras volvemos a la celda les explico con detalle todo lo que me ha contado la madre de Scott, sobre todo la parte del antídoto que nos va a permitir cruzar la barrera. Sin embargo, cuando llegamos a nuestro pasillo, una sensación extraña hace que se me erice la piel.

Miro a mi alrededor en busca de respuestas hasta que mis ojos se encuentran con los suyos, que se esconden tras las sombras sin molestarse en disimular la sonrisa petulante que tiene estampada en el rostro.

- Voy a darme una ducha, ya vuelvo. - comento, aunque las demás están tan inmersas en historias y teorías sobre los Silks que no se dan cuenta de que he desaparecido.

Llego a los baños intentando no llamar la atención de las prisioneras que están durmiendo en las celdas vecinas, cuando un tirón fuerte me sorprende.

- ¡¿Qué haces?! - susurro dándole un manotazo para apartar el brazo que coge mi mano con fuerza.

Por un momento, parece que no quiere desprender su tacto de mi piel, y en ese mismo instante, todo mi cuerpo se niega a dejarlo marchar. Sin embargo, mi mente sabe que es lo correcto y lo mejor, no solo para mí y mi estabilidad emocional, sino para mis compañeras y el plan.

- Lo de allí fuera ha sido bonito... - susurra con el cejo fruncido sin atreverse a mirarme a los ojos.

¿Qué le pasa? Nunca le había visto así. De hecho, creo que es la primera vez que puedo sentir algo de inseguridad, quizá pena, en su interior.

- ¿Qué quieres, Lewis? - pregunto ignorando el hecho de que nos encontramos escondidos en las duchas a pocos centímetros el uno del otro.

De pronto, sus músculos se tensan como si acabara de recordar algo y, poco a poco, separa su cuerpo del mío.

- Nada. - contesta cortante antes de salir de la ducha con rabia en los ojos.

- ¿Nada?

- ¿Qué quieres tú? - suelta dándose la vuelta hacia mí y mirándome con esos ojos café que, por algún motivo, hoy se han teñido de una tonalidad un poco más oscura.

- ¿Eh? - murmuro sin entender qué cojones le está pasando.

- Tienes a tus amigas que, por cierto, están puto mal de la cabeza, y a tu plan de escape perfecto, y a tus poderes, y a tu vampiro raro que, a pesar de que te trate como una mierda, te persigue a todas partes. Y, aun así, pierdes tu puto tiempo, tirando todo lo bueno que tienes por la borda para venir a verme. ¿Qué cojones quieres? ¿No tienes suficiente? ¿Qué cojones tengo yo para que, cada vez que te llamo, lo dejes todo y vengas a buscarme?

- ¿Q-qué? ¿Eh? - musito sin saber qué decir.

¿Qué cojones le pasa? Si no me quiere ver que no me llame. Además, yo no voy cada vez que me llama y, si lo hiciera, debería estar agradecido de que una diosa como yo se digne a mirarle. ¿Pero quién se ha creído que es?

- Joder, ¿¡cómo puedes estar tan ciega?! ¡No soy bueno para ti! ¿No lo ves? - grita pasándose la mano por el pelo nervioso. - ¡Mato a gente cada día, trabajo para el Consejo! Y no te hagas la sorprendida porque ambos sabemos que lo sabías.

- ¿Y qué? Scott también es del Consejo, da igual. - murmuro cabizbaja ignorando el nudo que se crea en mi estómago cada vez que discuto con alguien.

- ¡No es lo mismo! ¡Soy Lewis Toorex! ¿¡Por qué cojones no me tienes miedo?! - grita desesperado.

De pronto, la rabia tiñe mis venas que, hasta el momento, permanecían dominadas por el miedo. No pienso dejar que nadie, y repito, nadie me trate así. Ya he soportado mucho, a mis padres, a mis hermanas, a mis profesores, a mis compañeras de celda, a Lakay, a Mason... Pero no voy a aguantar que este capullo me trate así también.

Alzo la mirada de un golpe, encontrándome con sus ojos que me observan con tristeza, aunque no sé muy bien por qué. Formo un puño con mis manos que permanecen a los costados de mi cuerpo y trago saliva profundamente intentando controlar la rabia que está a punto de salir disparada en forma de meteorito.

Lewis Toorex, en estos momentos, vas a desear que tu madre se pusiera un puto condón.

- ¿Pero quién cojones te crees que eres? Soy Isabella Wilder, me da igual cómo te puto llames, no te voy a tener miedo. - digo acercándome a él con los ojos llenos de rabia. - Ya soy mayorcita para escoger con quién estoy y con quién no, así que si por algún motivo que sigo sin poder explicar, estás en el primer grupo, limítate a agradecerle a los dioses y deja de tocarme los cojones. Y, para la próxima vez que decidas dejar ir toda tu frustración sexual sobre mí, no me grites porque, al contrario que tú, no soy ni sorda, ni estúpida.

En el momento en el que termino de hablar, doy media vuelta y empieza a andar hacia la puerta intentando con todas mis fuerzas no volver y besarlo. Sí, besarlo, porque toda está situación de gritos y tensión me ha puesto muy, muy cachonda.

- Mierda. - oigo que murmura todavía sorprendido por lo que ha salido por mi boca.

Con el corazón latiéndome a toda velocidad, cruzo el pasillo y me dirijo a la escalera para poder sumergirme en la brisa fresca, la lluvia y el olor a hierba mojada. Sin embargo, el ruido de sus pasos no tarda en formar parte del eco de las escaleras.

LOS SECRETOS DE BIALYA #1जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें