CAPÍTULO 21: Libre

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El sol brilla con fuerza sobre nuestros cuerpos que andan en dirección al estadio. Todo está más tranquilo de lo normal e incluso puedo oír como un par de pájaros cantan mientras vuelan por el cielo completamente despejado. 

Estoy situada al final de la multitud desde donde observo las acciones de cada uno de los prisioneros, pero mi mente está en otra parte. Repaso el plan una y otra vez intentando memorizar cada pequeño detalle para asegurarme de que todo va a ir bien. Sé que esto no va a hacer una gran diferencia en el suceso de los hechos, pero me tranquiliza pensar que lo tengo todo bajo control por una vez en la vida. Sin embargo, hay un pequeño aspecto que me lleva inquietando desde hace semanas: crear el incendio, ya que soy plenamente consciente de que no puedo hacerlo. 

Frente a mí se abren unas enormes puertas que nos conducen al patio lleno de jóvenes de diecisiete años vestidos con un mono de color blanco. Todos parecen tan inocentes y puros, como si no tuvieran ni idea de por qué están aquí o de lo que les depara el futuro. 

Lentamente, me acerco al grupo de chicos y miro en dirección a Ale esperando la señal, pero su cara confusa mientras analiza los rostros de los más de cincuenta chicos, cada uno con características completamente distintas, me indica que ya tenemos el primer problema del plan. 

- Mierda, ¿qué le pasa? - pregunta Scott que se sitúa junto a mí, inquieto, con los brazos cruzados y el ceño fruncido. - ¿Cómo no puede reconocer a su propio hijo? 

- No lo sé, puede que porque la última vez que le vio él aún iba en pañales y ni siquiera tenía dientes. - contesto fijándome en algún rasgo familiar que me indique quién es el hijo de mi amiga. 

- ¿Qué más da? Los padres saben esa clase de cosas. 

- ¿Cómo lo sabes? No eres el más indicado para hablar de padres, precisamente. - murmuro haciendo que una sonrisa aparezca en su serio rostro seguida por su dedo corazón. 

- Podría decirte exactamente lo mismo, Isabella. 

- Imbécil... - susurro dándole un suave manotazo en el brazo. 

- ¿Se supone que este es el momento en el que tengo que empezar a llorar? - contesta con una ceja alzada y la sonrisa ensanchada. 

Varios minutos después, Ale sigue analizando chico por chico a la gran multitud de jóvenes que se extiende frente a nosotros. Los demás han empezado a perder la paciencia, sobre todo Scott que, cada dos segundos, pone los ojos en blanco fruto de los nervios. 

- Por muchas veces que lo hagas, no vas a encontrar tu cerebro allí atrás. - suelto aguantándome la risa cuando, por primera vez en todos estos minutos, posa sus ojos rojos sobre mí. 

- ¿Cómo se llama el tonto ese? 

- Alek. 

- Perdona, ¿conoces a Alek? - le pregunta, de golpe, a una chica de mi estatura llena de manchas de color naranja que hacen que su piel sea única. 

- Depende de quién lo pregunte. - contesta cruzándose de brazos, lo que enfurece más a Scott que suelta un suspiro tan largo que, por un momento, pienso que se ha quedado sin aire en los pulmones. 

- Lo pregunta Isabella Wilder. - murmura con los dientes serrados en una sonrisa distinta a las que normalmente hace, como si se tratara de un psicópata. - Sí, esa a la que todos temen, a la que puede congelarte las venas con una sola mirada y quemarte la piel con un simple roce.

Al oír eso, la expresión segura y altiva de la chica desaparece por completo, y es sustituida por una mirada plena de horror que no se atreve a encontrarse con la mía. Sus manos están temblando, al igual que sus piernas que han retrocedido unos pasos en cuanto Scott ha pronunciado mi nombre. 

LOS SECRETOS DE BIALYA #1Where stories live. Discover now