CAPÍTULO 17: Irse sin despedirse

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Los aplausos resuenan por todo el estadio, es imposible no temblar al oír al público, ya que todos sabemos que no aplauden por los guerreros que entran al campo de batalla, sino por las muertes que van a haber en él. Animan a los asesinos en los que nos convertiremos después de la batalla, asesinos despiadados que luchan por sobrevivir.

- ¡Bienvenidos, prisioneros! - saluda Elisa Amandix vestida de rojo carmín y pulcramente maquillada desde una tarima situada cerca del balcón de cristal por el que nos observan numerosas personas vestidas de forma extravagante mientras comen y beben.

Sin embargo, hoy hay un ambiente extraño, el estadio está rodeado por soldados que llevan armas y apuntan en todas direcciones, como si nos protegieran de una amenaza. Además, el público gira la cabeza hacia los dados de vez en cuando, vigilando cualquier posible peligro. ¿Qué está pasando?

- Esta vez lucharán entre ustedes, pero en un grupo más reducido. Llamaré a un grupo de prisioneros que luchará hasta que solo quede uno en pie, el ganador. Pero, antes, me gustaría dedicarle un minuto de silencio a la difunta Sofía Truenti, que murió ayer en su celda.

Sabía que tendríamos que dedicarle un minuto de silencio, lo hacemos con todos los combatientes que mueren fuera del campo de batalla, aunque no es para honorarles, sino para recordarle al público por cuáles prisioneros ya no pueden apostar por razones obvias.

No estoy segura de lo que debe pasar en el exterior, a veces tengo la sensación de que estamos siendo observados y retransmitidos en cada una de las casas de todo el universo mientras peleamos, otras, sin embargo, siento que somos un secreto muy bien guardado del que nadie sabe nada.

El minuto de silencio empieza y no puedo evitar pensar en lo irónico de la situación, no solo porque básicamente he sido el motivo por el que está muerta, sino porque parece que le estemos dando valor a la vida de esa prisionera cuando en realidad estamos atrapados contra nuestra voluntad para acabar muriendo en el campo.

- Bueno... Esto es un poquito incómodo. - oigo que me susurra en el oído con esa voz grave que tanto lo caracteriza.

- Eres un bestia, deberíamos estar honrando su muerte... - contesto dándole un manotazo en el brazo.

- ¿Crees que a ellos les importa mucho si nos morimos o no? - pregunta con una sonrisa acariciándome el pelo y colocándolo suavemente al otro lado para poder susurrarme mejor sus gilipolleces al oído.

No puedo evitar cerrar los ojos y expirar profundamente para aliviar la tensión entre nosotros. Él está situado detrás de mí y, su brazo acaricia el mío sigilosamente mientras que su aliento me hace cosquillas en la nuca.

- Mira, seguro que ese de ahí está jugando al móvil. - dice señalando a un hombre del público sentado a nuestra derecha.

De repente, un móvil antes localizado entre sus piernas empieza a elevarse envuelto en un gas amarillo. El hombre nos observa estupefacto a lo que Lewis le guiña un ojo antes de lanzar el móvil metros más allá.

- Eres increíble... - murmuro poniendo los ojos en blanco.

- Gracias, Iz, aunque con todos los adjetivos que pasan por tu mente cuando te rozo, ya tengo suficiente. - susurra provocando que mi cara se tiña de rojo.

En el momento en que entiendo el significado de sus palabras, me giro rápidamente y le doy otro manotazo a lo que él responde poniendo los ojos en blanco.

Poco a poco van saliendo los grupos que dicta Elisa Amandix. Muere una persona por grupo como mínimo, de hecho, en el último combate han muerto tres y el grupo tan solo era de seis personas.

Esto es una maldita carnicería, y no puedo evitar pensar que hay algún motivo escondido para que sea así. Algo no va bien.

- El siguiente grupo está formado por Scott Sulfur, Zayn Priest, Jack Yun, Erin Pilo, Amatista Lokium e Isabella Wilder.

Al oír mi nombre doy un paso al frente y me dirijo hacia el centro de batalla delimitado por unas vallas que nos impiden salir de él.

-¡Que empiece la batalla! - anuncia cuando estamos en posición.

No obstante, cuando echo un vistazo a mi alrededor, unos ojos violetas entre el público llaman mi atención y encienden los míos. Pero, cuando intento volver a localizarlos, no aparecen. Muchos dirían que estoy loca o que estoy viendo alucinaciones, pero hay algo dentro de mí que sabe que ese intercambio ha sido real, y que no será el último.

De repente, una chica con el pelo corto y de color azul se abalanza sobre mí. Ahogo un grito cuando veo que de su mano, empiezan a crecer unas uñas afiladas y que, al abrir la boca, salen unas monstruosas dientes que podrían cortarme el cuello en tres segundos.

Antes de que pueda reaccionar, me clava una de sus largas uñas en la sien. De pronto, la persona que está sobre mí se convierte en Lucía, la pobre chica a la que maté esa primera batalla. Grito asustada e intento sacármela de encima pero es inútil. A pesar de que podría usar mis poderes, no quiero hacerlo, no quiero cometer el mismo error que la última vez.

De repente, Lucía desaparece y se convierte en otra chica, esta tiene el pelo rizado y de un color naranja que llamaría la atención de cualquiera. Soy yo. Estoy mucho más delgada que la última vez que me miré en un espejo, probablemente porque no hay quien se coma esos purés que nos sirven en el comedor. Mis ojos no son de color verde esmeralda, sino violetas y, además, el miedo que los dominaba ha desaparecido.

Por un segundo vuelvo a la realidad, "estoy luchando con la chica del pelo azul" me repito, pero esas alucinaciones son demasiado reales como para ignorarlas. Un golpe me devuelve a la realidad por segunda vez. Estoy en el suelo junto a la valla, cuando un hombre fuerte y grande se abalanza contra la chica de pelo azul.

- ¡Ni se te ocurra! - grita Scott antes de darle un puñetazo dejándola inconsciente.

Otro chico se abalanza sobre mí con una daga en la mano con la que consigue cortarme ligeramente la cara antes de que Scott le interrumpa.

- ¿¡Una daga!? ¿Ibas a matarla con una daga? - grita enfurecido con los ojos muy abiertos. - ¿Quién cojones te ha dado eso?

Al ver que el chico no contesta fruto del miedo, coge su cuerpo y lo lanza contra el balcón de cristal manchándolo de sangre antes de que el cuerpo de este caiga en el campo.

- ¡¿Os gusta eso?! - grita desesperado haciendo callar al público.

Miro a mi alrededor y observo como cada uno de los integrantes de mi grupo están muertos. Retrocedo hasta clavarme la valla en la espalda, pero no me atrevo a ponerme en pie.

Scott tiene razón, lo sé y, por primera vez puedo decir que le dan igual las consecuencias, que está cansado, como cada uno de los prisioneros de Bialya, cansado del consejo y de sus estúpidos juegos.

- ¿Estás orgulloso? - grita mirando directamente a un hombre sentado en un largo sofá de terciopelo rojo y vestido con ropas de color azul. - ¡Padre, chúpamela!

El hombre se levanta y se acerca al cristal mientras todos los demás le observan a medida que pasa por su lado.

- ¡Jódete! - grita a todo pulmón antes de dedicarle el dedo corazón y escupir al suelo.

Después, se gira hacia mí y me ofrece su mano para que me levante.

- ¿Estás bien? – pregunta mientras asiento un poco aturdida.

- Vámonos.

- Scott, aún no han indicado el final de la batalla...

- Que les jodan, no pienso hacerte daño.

Antes de que pueda reaccionar, tira de mi mano y me arrastra hasta salir del recinto de batalla para dirigirnos a la fila de los prisioneros supervivientes, que nos miran estupefactos. Doy un último vistazo al balcón y, sin saber muy bien por qué, formo una ola de viento que lanza un plato de puré de patatas del banquete a la cara del padre de Scott.

Toma ya, imbécil.

Scott no me suelta y yo tampoco, sé que en este momento necesita a alguien a su lado, a un amigo de verdad que le muestre su apoyo. Es por eso por lo que pongo mi mano sobrante sobre su hombro y le dedico una sonrisa de convicción.

- ¿Por qué no te has defendido de la tía esa? - pregunta centrando sus ojos en los míos.

- No he podido... Es como si estuviera bajo una alucinación...

Al escuchar mis palabras, sus ojos no puede evitar abrirse, pero se relajan forzosamente en cuanto nota que he percibido su sorpresa.

- ¿Qué? - pregunto con una sonrisa tímida.

- Nada... Bueno...

- Dímelo.

- Isa, el poder de esa chica está relacionado con el sonido, nunca ha sido capaz de crear alucinaciones.

¿Qué?

- Prisioneros, pónganse en fila. - ordena Elisa desde el micrófono al terminar todas las batallas.

El número de prisioneros que había antes llegar al campo se ha reducido a la mitad, aunque por suerte ninguno de mis compañeros ha perdido la batalla.

- Ha llegado a mis oídos que muchos de ustedes planean una rebelión. Estoy segura de que todo ha sido un malentendido, ya que nadie podría ser tan estúpido como para desafiar a las fuerzas de la ley. Sin embargo, quiero asegurarme de que sepan que, pase lo que pase, el consejo siempre estará controlándolos, a ustedes y a sus poderes para que no les hagan daño a inocentes.

Por cada cosa que dice, el público empieza a gritar y aplaudir con muchísima más fuerza que durante las batallas.

- Nunca podrán ser libres, ¡nunca! Y, aunque las fuerzas de Asthor traten de derrotarnos, siempre nos quedará la esperanza. Esperanza en un universo igualitario, sin monstruos que intenten quitarnos todo lo que es nuestro, sin familias reducidas a cenizas por las fuerzas del mal, sin la necesidad constante de protección...

- ¿Cuántos quilos de basura se ha tragado para que le salga toda esa mierda de la boca? - me susurra Clyn al oído aguantando la risa, lo que hace que yo tenga más ganas de soltar una carcajada.

- Hoy, en el estadio de Bialya se hará justicia. - grita alzando el brazo junto a todo el público. - Savaera.

Al decir esa última palabra, unas flechas demasiado rápidas para poder esquivarlas salen hacia nuestra dirección. Los gritos y el caos dominan el estadio, los prisioneros empiezan a correr en todas direcciones socorriendo a los heridos, o más bien muertos.

Compruebo cada uno de los cadáveres, evitando mirar la flecha clavada en su frente y, cuando un suspiro de alivio empieza a formarse en mi boca, veo su cuerpo.

LOS SECRETOS DE BIALYA #1Where stories live. Discover now