Noche II: El corazón de un antiguo Dios

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Noche II

Desde hacía algunos años, un misterioso personaje comenzó a patrullar la ciudad de Agrabah durante las noches. Vestía un traje de guerrero de pantalón y saco color negro con un cinto color blanco enmarcando su cintura. Calzaba botas largas de patrones rojos y negros. Además, vestía una capa color blanco con patrones de flama en las puntas. Su rostro iba oculto por un velo grueso color blanco que lo cubría desde el puente de la nariz hasta el cuello; así mismo, su cabeza estaba cubierta por completo con una tela gruesa color crema. Únicamente tenía los ojos descubiertos y quienes eran capaces de captar aquella mirada la describían como espectral y brillante, fuera de este mundo.


La gente de Agrabah lo llamaba "el enmascarado de la flama", pues lo creían la encarnación de una vieja leyenda popular. Se decía que la familia real descendía directamente de una muy antigua deidad de aquellas tierras, a la cual se le rendía culto mucho antes de que llegara la religión del único Dios que se reveló a un profeta del desierto. Aquella antiquísima divinidad se manifestaba a través de las flamas y todo lo relacionado con el elemento fuego. La leyenda contaba que cuando la gente de Agrabah se hallara en problemas, la sagrada entidad se manifestaría en su auxilio.


Por ello, la gente común consideraba al enmascarado una entidad fuera de este mundo relacionada con la antigua deidad ya que durante sus apariciones el enmascarado se encargaba de ayudar al pueblo indefenso de los abusos y crueldades de los hombres del visir y de los criminales en las sombras.


El enmascarado era un muy hábil guerrero, valiente y un gran estratega. Rescataba a pobladores de situaciones peligrosas y realizaba atracos a las riquezas ilícitas de la mafia y del visir para repartirlas entre el pueblo.


Mientras que para los habitantes de Agrabah era considerado un héroe e incluso un milagro, para la ley del visir era catalogado como un peligroso criminal que sería sentenciado a muerte en cuanto se le atrapara. Además, su cabeza contaba con la más alta recompensa del reino. Aún así, el pueblo jamás delataría a su héroe y sus adversarios aún no encontraban a un rival digno para darle cacería al fin.


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Aquella tarde, en las salas de entrenamiento marcial del Palacio, ubicadas a un costado de los majestuosos jardines de ensueño de la ostentosa residencia, un hombre de mediana edad que vestía únicamente un pantalón de algodón se encontraba realizando entrenamiento de esgrima. Aquel individuo poseía una musculatura poderosa y envidiable, su anatomía gritaba perfección masculina; su cabello rojizo oscuro en corte de picos era tan largo que aún atado en una coleta la melena llegaba hasta su cintura.


— Llega tarde, joven príncipe... como siempre — habló el General a su pupilo Kyojuro quien se encontraba cruzando la puerta de entrada cuya cabecera tenía la forma de una hoja de trébol.


— Maestro Kokushibo — respondió Kyojuro apenado. — Lamento el retraso, si pudiera esconderme en un hoyo, lo haría por la vergüenza.


El General Kokushibo abrió sus ojos rasgados y ambiciosos, de tono castaño rojizo, y examinó a su joven pupilo quien vestía pantalones y camisón de entrenamiento de manga larga cubriendo cada centímetro de su piel.

Noches de Agrabah [Akaza x Rengoku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora