Querido México

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Narra Estonia

Estoy nerviosa, voy a ver a Rusia por segunda vez tras dos meses del comienzo de su tratamiento en la clínica, la primera vez que lo ví fue a los pocos días de internarlo así que realmente no hay mucho qué decir al respecto. Pero ahora debería verse mejor y me preocupa la sola idea de que no sea así, ¿Qué voy a hacer si no se ve mejor?, ¿Lo tengo qué cambiar de clínica?, ¿Y si tampoco mejora?, ¿Y si nunca mejora? Papá va a odiarme desde el más allá si Rusia se va a hacerle compañía, pensará que soy una incompetente y que no cuidé bien a su hijo favorito.

—Basta Estonia—Susurro para mí misma mientras estoy frente al espejo—Un buen líder se mantiene con la cabeza fría hasta en la situación más complicada.—Me repito las palabras que alguna vez me dijo papá.

Me miro por algunos segundos en el espejo, esto es ridículo, ¿Cómo se supone que tenga la cabeza fría si mi hermano está entre la vida y la muerte? Me aterra pensar que tal vez está peor que cuando lo dejé, y más después de que vomitó en el baño.

Mis ojeras quedaron cubiertas casi por completo con el maquillaje, he estado muy preocupada por él y no he dormido mucho desde que todo este problema pasó a estar sobre mis hombros, pero no quiero que se dé cuenta, si me ve tranquila él también va a estar tranquilo, si me ve preocupada se va a preocupar, así que no hace falta decir cuál es la mejor opción.

Aunque no quiera aceptarlo, la mayor parte de las veces es difícil tener que sobrellevar las cosas sola. Puede que por dentro me sienta terrible y no quiera ni levantarme de la cama, pero tengo que levantarme con la mayor de las sonrisas para poder salir y mostrarle al mundo lo fuerte y madura que soy. Y más ahora con todo esto, Rusia la pasa peor que yo, si hay alguien de los dos que tiene derecho a perder la cordura y llorar es él, yo tengo que estar ahí como un apoyo y no como una carga más, no quiero que piense que tiene que guardarse sus sentimientos para no herir los míos, no quiero interferir en su recuperación de una mala manera.

En fin, no me puedo quedar aquí para siempre, ¿Verdad? Agarro valor para salir del baño de la clínica, Hortensia está afuera esperándome para llevarme al jardín, en donde mi hermano me espera.

—¿Está lista?.—Me pregunta, yo simplemente asiento y comenzamos a caminar.

En el camino ninguna de las dos dice nada, supongo que de alguna manera ella se siente intimidada por mí, porque Rusia dice que en circunstancias normales habla mucho, espero que sea eso y no una mala noticia que no me puede decir y por eso prefiere callar.

Finalmente salimos al jardín, mi hermano está de pie justo frente a mí, pero me da la espalda, el sol ilumina su cabello, que antes se veía tan seco como un estropajo y ahora tiene un brillo sutil, supongo que eso es buena señal y me ayuda a relajarme y soltar el aire que no había notado que estaba reteniendo.

—Tienes visitas—Le dice Hortensia alegremente cuando estamos lo suficientemente cerca de él—Los dejo solos para que hablen, si necesita algo Rusia sabe dónde encontrarme.—Me susurra y empieza a caminar en otra dirección poco antes de toparnos con él.

Asiento y miro al frente, aún tratando de ignorar cómo luce. Me detengo cuando estoy tan sólo a un par de pasos de él, tomo su cara entre mis manos para analizar detenidamente su progreso, se ve mucho menos pálido, su tono de piel aún parece algo enfermizo, pero no está ni siquiera cerca del que tenía cuando llegó, sus ojeras están mucho menos marcadas y sus labios no parecen estar a punto de caerse, ahora están hidratados. Pero lo que más me tranquiliza es ver sus ojos que me miran confundidos, como preguntándome qué estoy haciendo, ya no se ven tristes, ni cansados, son los ojos del viejo Rusia.

Suelto su cara y miro el resto de su cuerpo, su playera negra deja ver parte de su clavícula, que aún sobresale, pero la chamarra gris, que es la misma que estaba usando la última vez que lo ví ya no se ve tan grande en su cuerpo, ahora falta la prueba final.

—¿Qué...—Empieza una pregunta.

—¡Shhh!.—Interrumpo tajante antes de que continúe.

Vuelvo a mirar su rostro que luce aún más confundido, me quedo así durante varios segundos antes de darle un abrazo, sigo sintiendo que se puede romper, pero sólo si aplicara mucha fuerza, antes sentía que se rompería sólo con tocarlo.

Suspiro aliviada rompiendo el abrazo, vamos lento, tal como me advirtieron, pero es un avance innegable, va bien. Miro a otro lado para evitar llorar y disimulo acomodando mi pulcrísimo vestido blanco. Siempre he sido una llorona.

—¿Cómo estás?.—Le sonrío en cuanto me siento lista para hablar teniendo la seguridad de que no voy a romper en llanto.

—Pues bien... Creo, eso dicen todos.—Se ríe suavemente.

—¿Pero cómo te sientes tú?.

—Mejor. Todavía es raro y complicado todo esto, pero Paulina hace lo que puede y me está ayudando mucho, Hortensia también. Y no me siento tan sólo porque tengo a Naveen y a Dolly.

—¡Qué bueno! No habías hecho amigos nuevos en un buen rato, ¿Verdad?.

—Sí...—Responde apenado mirando al lado con una risita nerviosa—No soy muy bueno hablando con la gente, ni siquiera esperaba hacer amigos aquí.

—La verdad yo tampoco esperaba que los hicieras.—Ambos reímos.

—¡Oye!.

Hay algunos segundos de silencio, pero no es incómodo, me acuesto en el pasto y le hago una señal para que haga lo mismo a mi lado, él me hace caso lentamente y siento su mirada fija sobre mí después de ello.

—¿Qué pasa?.—Le pregunto.

—Vienes de blanco.

—Casi siempre visto de blanco.—Puntualizo, me gusta la ropa blanca.

—Sí, pero te acostaste en el pasto, te vas a ensuciar, lo cual es terrible para tí, casi como el mayor de los pecados.

—Bueno, a veces vale la pena ensuciarse un poquito con tal de pasar tiempo con mi hermano mayor.

—Que a veces parece menor...

—Sólo de vez en cuando—Sonrío. Me pongo las manos en la cabeza y suspiro sintiéndome en paz—Me alegra que estés bien.

—También a mí.—Susurra.

Después de un par de horas hablando de todo y de nada, llega la hora de irme, así que me levanto del pasto, ahora estoy toda manchada de un tono verdoso, no es nada muy grave pero es la clase de cosa con la que uno no puede entrar a una sala de juntas. Trato de ignorar y ocultar mi arrepentimiento por haberme acostado, la próxima vez no vendré de blanco.

—Me dio gusto verte.—Le extiendo la mano para recibir un apretón de manos como despedida.

Él mira mi mano y la toma para acercarme y darme un abrazo, me alegra que se acerque a mí sin que yo tenga que esforzarme mucho, no se me da tan bien eso de ser cariñosa.

—También estoy feliz de verte.—Rompe el abrazo.

Le sonrío y doy la medida vuelta, cuando estoy por llegar a la salida escucho que me grita, volteo y lo encuentro corriendo hacia mí, cuando llega me extiende una hoja de papel doblada. Ahora la confundida soy yo.

—Es para México—Me aclara mirando hacia otro lado—Paulina dijo que estaba bien, no te preocupes.—Adelanta.

—Tú quieres... ¿Que se la entregue?.

—Ajá.—Asiente lentamente.

—De acuerdo—Yo también asiento y guardo el papel en mi bolsa—Te veo después.

—Te veo después.—Repite.

Sigo caminando hasta salir, entro a mi carro con otro gran suspiro de alivio, me tomo un momento para procesar lo que pasó.

—Está avanzando—Digo para mí misma soltando chillidos de emoción—De verdad está avanzando.

Hoy no tengo tantas cosas por hacer, así que le voy a llamar a México para preguntarle si está ocupado hoy para entregarle el papel.

Anorexia (Rusmex)Where stories live. Discover now