Vendedor del centro

3.8K 558 189
                                    

Narra Rusia

Estoy en la conferencia del día, China está hablando sobre comercio y yo estoy haciendo unas cuantas anotaciones mientras la escucho, miro alrededor, ONU mira atentamente su exposición, sigo deslizando la mirada hasta que me topo con México, está haciendo rayones rápidos en un cuaderno, me imagino que estará haciendo su firma ahí, en un momento deja su pluma a un lado, mira a China, suspira con pesadez y se echa hacia atrás en su asiento con los brazos cruzados, se nota que se está aburriendo mucho, sonrío ligeramente porque me parece gracioso como hace unas horas estaba de lo más feliz enseñándome a bailar y ahora tiene cara de quererse morir.

Vuelvo mi mirada a la presentación, cuando termina guardo mis cosas rápidamente y salgo del lugar tratando de evitar que México me alcance, no se le vaya a ocurrir ir a comer algo, porque come muchísimo, si no está haciendo una comida oficial se está comiendo unas papas, unos chocolates o cualquier golosina. De venida llegamos juntos, pero teníamos que llegar a la hora indicada o ONU nos mataría a ambos, no corría ningún riesgo, sin embargo no podría decir lo mismo de este momento.

—¡Rusia!—Escucho su voz canturrear detrás de mí junto a sus pasos apresurados en un intento de llegar hasta donde estoy, diablos—¡Rusia espérame wey!, ¿Te vas a ir sin mí? Ya sé que sí me escuchas, no te hagas.

Suspiro y me detengo girándome hacia él, por favor, no vayas a querer ir a comer. Llega a mi lado y continuamos caminando.

—¿Qué pasa, México?.

—¿Te vas a ir sin mí? Groserísimo que eres, no lo puedo creer, pensé que ya éramos compas—Se ríe—¿Vas a algún otro lado?.

—Voy a la casa de Francia.

—Pues yo también, genio, no me dejes aquí, si de todos modos vamos al mismo lugar no tiene chiste contaminar con dos carros, que inconsciente eres, Rusia.

—¿Eh?.

—Es broma, es broma, no te la vayas a creer porque luego eres así bien quien sabe cómo, bien sentido—Llegamos al carro, abre la puerta del copiloto y me mira algo dudoso—¿Sí quieres manejar o lo hago yo?.

—Yo lo hago.—Asiento.

Ambos entramos en el auto y nos colocamos los cinturones de seguridad.

—¡Oh! Tú también tienes una.—Me dice tomando mi mano y señalando con su mano libre la pequeña pulsera color negro de hilo que utilizo.

—Sí...—Respondo un poco incómodo, sorprendido y sin saber exactamente qué hacer o decir.

—¡Yo igual!—Responde emocionado, suelta mi mano y se levanta un poco las mangas de su suéter dejando ver una pulsera de hilo, es parecida a la mía, pero la suya es blanca—Me la vendió un marihuano en el centro—Me dice con orgullo.

—Ah...—Asiento con los labios apretados.

—Sí, ¿Nuca te han vendido una en mi país? Tienen una forma muy original según ellos de vender, pero la verdad es que todos los que venden pulseras y los que venden paletas usan la misma técnica.

—¿Sí?.—Pregunto para que me siga contando sin necesidad de que haya mucha interacción de mi parte, ya que no sé que decir.

—¡Sí!—Se vuelve a reír—Mira, fíjate, en este momento vamos a hacer un ejercicio de improvisación teatral, bueno, tú vas a improvisar, yo ya tengo un guión medio aprendido, te voy a enseñar el hechizo inquebrantable para vender en mi rancho. La situación es esta: Yo soy un vendedor de pulseras y tú un inocente y tranquilo turista, ¿Entiendes? Voy a entrar en personaje. Vamos a entrar en personaje, mejor dicho, ¿Listo?.

—Claro.—Digo más como una pregunta que como una confirmación.

—Hola güerito—Me dice con un tono alegre poniendo su cara frente a la mía de repente, lo cual me asusta un poco porque no lo esperaba—Oye, tú a parte de ser guapo eres buena onda, ¿Verdad? Ahhhhh no te creas, no te creas, bueno sí, ¿Sí eres buena onda?.

—¿Sí?.—Respondo con duda.

—Que bueno que eres buena onda porque a la gente buena onda le gusta ayudar y fíjate que yo necesito ayuda, no te voy a pedir limosna ni te voy a quitar la cartera, yo te vengo vendiendo honradamente estas paletitas de caramelo que cuestan tan sólo un millón de euros, ¿No te interesa comprarme una?.

—No, muchas gracias.—Esto es raro.

—Bueno, si no quieres paletitas tengo estas pulseritas en diez pesitos, necesito la lana porque vengo saliendo del reclusorio, me metieron porque maté a un güero que no me quiso comprar mis productos ahhhh, no, no te creas, bueno sí. ¿Entonces sí quieres una pulsera?.

—No, de verdad no, muchas gracias.

—No Rusia, íbamos bien—Se regresa a su asiento con una sonrisa—Cuando te dicen que vienen saliendo del reclusorio es una manera muy amable de amenazarte, significa que les tienes que decir que sí si quieres conservar tus pertenencias, si hubiera sido una situación real ya estarías todo asaltado, me cae que si algún día me vas a visitar no te voy a dejar salir solo.

—¿Entonces qué tenía que decir?.—Me rasco la nuca.

—Tenías que comprarme una pulsera para que yo no te quite nada. Es uno de los diez mandamientos de la supervivencia en mi rancho. Ni modo, game over diría el gringo, ¿Tú cómo obtuviste la tuya?.

—Me la regaló mi papá.—Le contesto mirando mi muñeca.

—Worales, nunca hubiera pensado que al URSS le gustaba regalar pulseritas, está chida, ¿Cómo era él como padre?.

—Puede que no me lo creas, pero era un buen padre, nuca nos maltrató, sí nos entrenaba, pero siempre lo hizo con mucho respeto, cuidado y paciencia.—Sonrío un poco recordando cuando él aún estaba aquí.

—La neta yo pensaba que los maltrataba, no es nada personal, es sólo que... No lo sé... Creo que sólo lo asumí por su fama.

—Él podía ser muy despiadado con sus enemigos, pero no con nosotros, éramos una familia muy unida.—Me da algo de nostalgia y suelto un suspiro.

—¿Lo extrañas mucho?.—Pregunta, yo asiento.

—Era mi padre.

—Sí, por supuesto, tienes razón, fue una pregunta tonta...—Hay algunos segundos de silencio—Yo creo que él estaría muy orgulloso de tí—Me suelta.

—Gracias Mex—Le sonrío—¿Nos vamos?.

Pongo la mano en el volante, él asiente y empiezo a conducir hacia la casa de Francia.

Anorexia (Rusmex)Where stories live. Discover now