Reencuentro

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Narra México

Me doy una última mirada en la pantalla de mi celular, me veo terrible, tengo los ojos rojos porque anoche casi no pude dormir por estar llorando, llorar y desvelarse no son una buena combinación, es totalmente catastrófico. Suspiro guardando el celular y entrando en la sala de juntas principal del Palacio Nacional.

Cuando entro Enrique está dentro hablando con otros dos tipos, pero detienen su conversación para mirarme no sé si con asombro o con espanto por mi aspecto de hoy, trato de ignorarlos y me siento en la cabeza de la mesa, pero sigo sintiendo sus miradas sobre mí.

—¿Qué?.—Le pregunto a Enrique algo irritado.

—No, nada.—Mira hacia la mesa agarrando su pluma para empezar a hacer garabatos en una hoja.

—Lamentamos mucho lo ocurrido en Querétaro, señor, mis condolencias.—Me dice uno de los otros tipos.

—Gracias.

—Quizá deberías ir a descansar.—Me propone Enrique.

—Sí, claro—Respondo sarcástico abriendo mi agenda—¿Y dejarte solo con el país? Ni loco.

—¡Oye!—Abre la boca ofendido poniéndose las manos en la cintura—Puedo manejar esto solo.

—¡La última vez que te dejé solo trajiste una cocodrilo embarazada y puso sus huevos en esta misma sala!.

—Bueno, un error lo comente cualquiera, ¿No?.

—¿Quieres hablar de la carrera de avestruces?.

—Ya, ya, está bien. No me dejes solo, pues.

—Eso pensé. Caballeros—Me acomodo la corbata para entrar en mi papel de persona formal—Hábleme más de ese nuevo hospital.

Narra Estonia

Estoy manejando por un bosque, no me gusta mucho estar sola por aquí y recuerdo vívidamente haberme hecho una promesa a mí misma de no venir sola cuando era pequeña, pero a veces uno tiene que romper ciertas promesas, ¿No? No podía traer a mi chofer porque si es que Rusia está aquí quiero que el encuentro sea a solas, se va a sentir más incómodo si vengo con alguien más así que preferí venir sola aunque no estuviera del todo contenta con eso.

Finalmente, luego de lo que se sintió como una eternidad llego a la cabaña, hay una camioneta y la puerta está abierta, así que supongo que hay alguien, sólo falta averiguar si es Rusia o si alguien ya se adueñó de esta cabaña después de tantos años abandonada.

Me bajo con cautela tratando de no hacer mucho ruido y llevando una navaja en mano por si tengo que usarla. Conforme me acerco percibo un olor dulce y muy agradable: Galletas de chispas de chocolate. Entro en silencio, What a wonderful world de Louis Armstrong suena suavemente en el lugar. Está aquí.

Guardo la navaja en la bolsa de mi saco y voy a la cocina, donde el olor es mucho más intenso, el horno está abierto y las galletas no están ahí. Busco con la mirada en los alrededores y no las veo, retrocedo un paso para salir y mis pies golpean algo, lo que me hace mirar hacia abajo viendo el bote de basura, en donde hay como dos docenas de galletas.

Niego con la cabeza antes de salir de la cocina, subo las escaleras y veo que la puerta del final del pasillo está abierta, ese cuarto le pertenecía a papá.

Doy pasos seguros pero lentos hasta ahí, me detengo antes de entrar y veo a Rusia limpiando uno de los muebles, me está dando la espalda y tiene puesta una playera blanca de tirantes que deja a la vista su marcada escápula, puedo ver también los primeros huesos de su columna vertebral, sus brazos son tan delgados que siento que se van a romper el cualquier momento y él siempre ha sido blanco pero ahora su piel se ve demasiado pálida.

En las últimas veces que lo ví en las juntas con ONU me dí cuenta de que no se veía bien, pero no quise preguntarle, preferí convencerme a mí misma de que estaba teniendo problemas personales que mejorarían muy pronto. Quizá si hubiera intervenido antes las cosas serían diferentes.

—¿Rusia?.—Lo llamo con suavidad para no asustarlo.

Él voltea con lentitud mientras me mira confundido. Tiene unas ojeras grandísimas, los labios secos, su clavícula sobresale y sus ojos que antes lucían amigables y llenos de vida ahora están apagados y tristes.

—¿Qué haces aquí?.—Pregunta indiferente antes de volver a lo que estaba haciendo.

—Vine... A buscarte.

—Cualquier tratado, alianza o ayuda que quieras la puedes tratar con los políticos.

—Es curioso que hables de ayuda—Le digo sentándome con lentitud en la orilla de la cama—Justo vengo a eso, pero no es algo que pueda hablar con los políticos.

—Si quieres escribo una carta o algo para que te reciban y se encarguen de todo.

—Es que la ayuda no es para mí.

—De cualquier manera habla con ellos, estoy de vacaciones.

—¿Sólo?, ¿En medio de la nada?.

—Yo no te digo qué hacer.—Me mira por un instante.

—Rusia—Me levanto y me acerco a él, le quito el trapo dejándolo a un lado—No estás bien.

—Querer un tiempo a solas no significa que no esté bien.

—No lo digo por eso—Niego con la cabeza apretando los labios—Sé que... No hemos hablado en un tiempo, pero eres mi hermano y te adoro, quiero que estés bien y no me perdonaría que algo malo te pase si puedo evitarlo.—Tomo sus dos manos.

—¿De qué me estás hablando?—Retira sus manos de las mías y da un paso atrás para apartarse—¿Qué podrías saber tú? Acabas de decir que no hablamos, lo cual es total y absolutamente correcto.—Se empieza a enojar y levanta un poco la voz.

—¿Crees que soy ciega? No necesito hablarte, con verte me basta. Tu aspecto me pide ayuda a gritos.

Noto que mira el espejo con sutileza antes de hablar.

—Bueno, tu estilo tampoco es el mejor.

—Sabes perfectamente que no hablo de eso Rusia.—Trato de mantener la paciencia.

—Pues no sé de qué hablas.

—Sólo mírate—Me acerco a él con lentitud y rodeo su brazo con mis dedos pulgar y mayor—Casi puedo hacer que mis dedos de toquen estando alrededor de tu brazo.

Se quita bruscamente para apartarse otra vez, pero cada paso que él se aleja, yo me acerco.

—¿Y?.

—Y eso claramente no está bien y no es normal.

—¿De qué estás hablando Estonia?—Bufa y me mira claramente enojado—¿Ahora me vas a decir que sabes cosas sobre mi salud aunque no hayamos interactuado en años?.

—Rusia...—Suspiro, perdón México, pero es necesario, no va a ceder—México me dijo que tienes anorexia.

Anorexia (Rusmex)Where stories live. Discover now