Capítulo 22

360 43 17
                                    

Se está volviendo costumbre levantarme en las madrugadas y caminar por toda la mansión hasta que me vuelva a dar sueño. Al menos descubrí que es lo único que me agrada hacer en este lugar, los recuerdos de lo que pasó la noche en que decidí dar este mismo paseo vienen a mi mente y todavía me parece inverosímil lo que el alcohol me lleva a hacer.

—Vine a desahogar mis penas— estiro la mano ofreciéndole la botella— ¿Quieres?

Deja eso en su sitio y ven a dormir— sonaba completamente irritado.

—¿Contigo?— abrí los ojos exageradamente.

—No.

—Entonces nope— dije tras soltar un suspiro y beber otro trago.

Hubiese preferido olvidar todo lo que salió de mi boca esa vez, así no me pusiera roja de la vergüenza cada vez que lo recuerdo.

Otro acontecimiento que no he podido sacar de mi cabeza fue cuando me dio la venda, es decir, tampoco hay que ser un experto para saber el mensaje que me dio al entregármela. ¿Qué habría pasado si la hubiera envuelto alrededor de los ojos?

Una persona razonable la quemaría o, por lo menos para no sonar tan dramática, la desecharía. Al momento de dejarla en el cajón de la mesita de noche supe que normal no estaba, que el encierro ya me afectó y que necesitaba un psiquiatra. Aunque él razonamiento me gritaba «¡¿Pero qué haces estúpida?!» otra voz me decía «Eso, déjala ahí abandonada», y ya saben a quién decidí hacerle caso. Al fin al cabo la dejé abandonada.

O eso es lo que quieres creer..

No ayudas.

De nada.

Me dejo guiar por mis pies por uno de los extensos pasillos cuando de pronto, visualizo una puerta de madera entreabierta que nunca antes había visto, o al menos no me había dado cuenta de su existencia. Me acerco lentamente curiosa porque... ¿Qué más puedo hacer? ¿Seguir caminando e ignorar los misterios que me ofrece la vida? Jamás.

Luego de dar los pasos que faltaban para ver su interior, mi ceño se frunce con profundidad al ver una barra de madera oscura, taburetes alrededor de esta y una cantidad impresionante de todo tipo de alcohol coleccionados al fondo. Tipo un bar.

Pero la razón por la cuál estaba realmente confundida, se encontraba sentado en el taburete del medio con una botella que no pude identificar a su lado izquierdo de la barra.

Era el enmascarado sentado en un cuarto lleno de licor, a la media noche y con su máscara reposando a su otro lado.

Un segundo.. ¡Su máscara! No la tenía puesta y al darme cuenta, abrí los ojos lo más que pude de la impresión. Estaba de espalda, por lo tanto, desde este ángulo no pude ver su rostro.

Unas sensaciones extrañas se apoderaron de todo mi cuerpo al tenerlo a unos simples jodidos metros sin esa cosa. No supe cómo describir lo que me dejó paralizada como una idiota, viéndolo solamente.

—Que raro que no has venido corriendo— habla de pronto el bicho raro haciéndome reaccionar y lo único que puedo hacer es poner los labios en una fina línea cuando veo que sujeta la dichosa máscara para luego ponérsela sin darse la vuelta— fuiste muy lenta— termina por decir antes de girarse y verme.

Mi expresión cambia drásticamente a una mirada asesina mientras me acerco furiosa.

—Serás imbécil— espeto molesta por mi ineptitud pero es algo que no estoy dispuesta a admitirle, por eso, me detengo en seco cuando estoy lo suficientemente cerca de su estúpida actitud relajada, pero él al notar mis intenciones se levanta rápidamente y detiene mis manos cuando toco el borde de su máscara.

El Enmascarado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora