Capítulo 19

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Cierro la puesta tras recostarme en ella soltando un gran suspiro.

Lo que pasó en el cuarto de gimnasio fué muy.. intenso.

Me deslizo hasta tocar el culo en el suelo apoyando mis codos en la rodilla. Cierro los ojos tratando de estabilizar la respiración sin mucho éxito, puesto que no logro parar de cuestionarme en lo que hubiera pasado si Bertha no hubiese aparecido.

Tengo que tomar una ducha fría.

Entro al cuarto de baño despojándome la ropa deportiva y meto mi cuerpo en la lujosa bañera luego de prepararla (cabe destacar que nunca antes la había usado), pero ésta vez me dieron ganas.

***

—¿Puedo cocinar?— le pregunto a Bertha con un sonrisa angelical en mi rostro.

—No—. Dice, frunciendo el ceño.

Por favoor— suplico haciendo un mini puchero.

—No.

—Si me dejas hacerlo, no te volveré a llamar vieja amargada— sonrío pensando que hice el mejor de los tratos. Bertha me lanza una mirada furibunda.

—Que no— repite lentamente.

—Vieja amargada— mascullo en voz baja sentándome en uno de los taburetes mientras la observo manipular perfectamente el cuchillo preparando la cena, y sin poder evitarlo me entran recuerdos.

Niego con la cabeza tratando de evadirlos. Ahora no es momento para ello.

Apoyo mi barbilla en una de mis manos mientras sigo observando con aburrimiento.

—Señorita Fleming.

Doy un respingo al escuchar aquella voz reconocida y, sin poder evitarlo, mis sentidos fallan, lo único que siento es mi cuerpo temblar ligeramente del nerviosismo, aunque no esté ocurriendo realmente. Pero sí estaba nerviosa, muy nerviosa ante su repentina presencia, y claro, él no ayuda estando sólo a unos centímetros de mi espalda.

Ésta vez le echo una ojeada a Bertha quien ni se inmuta de nuestra presencia.

—¿Q-qué hay?— trato de sonar casual pero me sale fatal.

Me da la vuelta en el taburete hasta hacerme quedar frente a él. Ni sabía que esas sillas giraban. Hago acopio de todo mi esfuerzo para no mirar hacia otro lado evitando parecer débil.

—Quiero mostrarte algo— susurra con esa voz baja y presiono mis piernas inconscientemente. Esas cosas son las que me llevan a hacer lo que hice hace un rato en el baño.

Parpadeo confusa cuando se aleja subiendo las extensas escaleras.

¿Quiere que lo siga?

¡Quiere que lo siga!

Miro por última vez a Bertha que ahora me da la espalda y antes de arrepentirme empiezo a caminar tras él.

Me detengo en seco cuando cruza al pasillo donde se encuentran los dormitorios y me agarro del barandal, indecisa.

¿Qué estoy haciendo? Ésto no es está bien.

Ay, no empieces con tus ínfulas de niña correcta.

Pero..

Aquí no hay nadie quien pueda juzgarte. En el fondo eso es lo que quieres.

Dios todo lo vé.

¡Luego le pides perdón, apresúrate!

Ni Judas..

Traicionada por mi propia consiencia, inhalo hondo antes de retomar el camino y me vuelvo a detener cuando me percato de que la única puerta abierta es la de su habitación. Me acerco con pasos lentos y deslizo la mano en el marco mientras entro.

El Enmascarado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora