KAPTER XXIX

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Mientras seguía aumentado la altitud sobre el nivel del mar, el frío iba haciendo su característica aparición. Los majestuosos Andes venezolanos del planeta Tierra les daban la bienvenida a estos tres prófugos de ¿la ley?

Ni una palabra se cruzaron por el camino, exceptuando uno que otro comentario carismático del humilde chofer. Cada vez se iban alejando más de la ciudad, al punto que hicieron su aparición pequeños pueblitos de personas con mejillas coloradas.

Alonso miraba por la ventana del tosco auto y se acordó de su estimado pasante, Rafael, aquel que por salvarle había arriesgado su vida hasta terminar en esta situación pero, a pesar de ello, no se arrepentía; sólo esperaba que estuviera con buena salud o al menos hubiese sobrevivido a aquellas nefastas heridas.

Mirada abajo, mientras acariciaba a Trébol, Italia parecía tener un dilema en su mente; a su lado Solano transcurrió todo el camino con la mirada al frente, por alguna razón no había volteado a ver a Martinz desde que se subieron al auto.

Tras innumerables curvas, casas con tintes coloniales, y calles muy angostas, el Toyota minimizó la velocidad hasta girar a la derecha, con miras hacia una carretera sin asfalto que guiaba hacia una finca de sembradíos.

-Hasta aquí es que los puedo traer, amigos –se volteó para mirar sus pasajeros-. Están en Mucuchíes.

-Ha sido muy amable –agradeció la chica.

-Bueno, bajándonos –gruñó Solano-. Hasta luego, señor.

-Estamos en deuda, amigo –pronunció el Doctor-. Que tenga un buen día.

-Igualmente para ustedes –el anciano abría la compuerta trasera para que descendieran cómodamente-. Espero que tengan abrigos, porque hoy tiene pinta de que va a hacer pacheco.

El perro bajó de un salto.

El señor cerró, se sentó una vez más frente al volante y con un gesto se despidió mientras el automotor se perdía por su camino.

-Ahora... ¿Qué haremos? –inquirió Alonso.

El hombre corpulento se giró y lo fulminó con su mirada.

-Lo primero que haremos es que nos expliques la razón por la que esos agentes te están siguiendo y ahora a nosotros dos –la molestia se notaba en su tono de voz-. ¡Dinos pues!

El momento era tenso. Alonso no pronunció una sola palabra.

-¿Entonces no piensas decirnos nada? O quieres que te haga hablar –el ex militar caminó con determinación en dirección del venezolano.

-¡Solano! –Italia corrió interponiéndose entre ambos y colocándole las manos sobre el pecho a su pareja; Trébol comenzó a ladrar en defensa de su dueño- ¿Qué piensas hacer? Crees que con peleas entre nosotros aclararemos esta situación. Bien equivocado estás, chico.

-¿Entiendes que por sea lo que sea que él haya hecho también nos inmiscuyó en eso?

-Primero que nada –confrontó a su novio-, si hay alguien aquí que nos inmiscuyó fui yo. Yo fui quien te dijo que fuéramos a ayudarlo. No me iba a quedar sentada sabiendo que le harían quién sabe qué. Si le vas a reclamar a alguien, acá estoy. ¡Anda! –se plantó.

Él la miraba fijo e hizo una mueca de desagrado con la boca.

-Entonces pregúntale tú. ¡Ve! –señalaba con los brazos estirados en dirección a Martinz.

La chica se volteó y camino en dirección del aludido.

-No sé qué hiciste pero debes decirnos. Metimos las manos al fuego por ti –la hermosa mujer le hablaba con sinceridad, Alonso permanecía inmutable-, bueno, yo en primer lugar lo hice y sé que no me he equivocado.

TERRA FAI: Un Nuevo MundoHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin