KAPTER XXIII

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La reacción de ambos fue la de apartarse inmediatamente. Italia, sería la primera en colocarse de pie.

-Pensé que aun no llegabas... amor -intentó explicar-. Lo estaba ayudando a...

El sujeto sólo la observó en señal de desaprobación de aquella íntima escena y no le respondió palabra alguna. Tras fulminarla con su mirada, giró en dirección al Doctor. De súbito quedó perplejo, en señal de incredulidad, hecho que no entendería Alonso, mientras la bella mujer lo ayudaba a levantarse.

Los ojos color café del robusto hombre demostraban asombro a la vez que arqueaba su ceja derecha, hasta que Italia interrumpió:

-Amor. ¿Te encuentras bien?

Sólo recibió un gesto con la cabeza por parte del hombre que aun seguía escaneando al inquilino.

-Mucho gusto yo soy... -intervino Martinz reponiéndose, pero algo le llamó la atención erizándole la piel sin ninguna razón- Lo siento yo como que te he visto... -había algo familiar en él.

-Tú....-emanó dicha voz- tú eres como... -la frase fue cortada por la chica.

-¡Sí! -argumentó algo nerviosa- Él es de quien te hable.

El momento estaba siendo extrañamente tenso y no específicamente por el evento comprometedor que lo inició.

-Entonces él fue al que conseguiste golpeado -dijo con firmeza.

-Sí, amor. Necesitaba ir al baño y le estaba colaborando. -Continuó- le cuesta caminar.

Alonso aun lo miraba con curiosidad, y sin quitarle la vista de encima se presentó.

-Mucho gusto, mi nombre es Alonso Martinz. Doctor Alonso Martinz -estiró la mano para formalizar el saludo.

-En el ejército nos solemos llamar por el apellido, así que dime Solano. Mucho gusto, Martinz -igualmente acercó su extremidad para sellar la presentación, de pronto Italia se abalanzó en el medio de la salutación.

-Creo que no es necesaria tanta formalidad -sutilmente le tomó las manos a ambos evitando que se saludaran-. Él tenía urgencias hace un instante. ¿Cierto? -volteó hacía el científico sonriéndole.

-Sí, aunque yo puedo ir sólo. No quiero ser molestia para ninguno.

-Italia, déjalo. Yo me encargo de él.

-No, no, amor -apoyó al herido en su hombro y se fue alejando-. Ve a descansar, hoy es un domingo de relajarse.

-Como quieras. Cualquier inquietud puedes hacérmela saber, Martinz.

-Gracias, pero no estaré por mucho acá. Nunca me ha parecido bien ser una carga para los demás.

Solano afirmó con un gesto y se encaminó hacia la sala del apartamento. Con una altura de 1,75 cm., aproximadamente, y tez caucásica, cabello negro y liso con un peinado muy conservador, propio de su ex-profesión, emanaba mucha autoridad, no sólo por su complexión sino por su forma de trasladarse por el lugar.

Luego de algunos minutos y ciertos dolores propios de una golpiza, Martinz salió del baño. Italia se acercó a ayudarlo.

-Entonces él es tu... -dijo el Doctor, intentando caminar a pesar del dolor que tenía en sus costillas.

-Sí, él es mi pareja. Nos conocemos desde hace mucho.

-No sé porqué hay algo en su ser que me causa como incertidumbre, es como si... no sé, ya lo hubiera visto o algo así.

-Seguramente lo confundes con alguien más. Fue oficial de la Marina de los Estados Unidos y tiene mucho porte de militar -intentaba aclararle aquellas dudas al científico-. Es posible que miraras a otros con su mismo porte formal.

TERRA FAI: Un Nuevo MundoWhere stories live. Discover now