Capítulo 15: There ain't no love like our love.

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Niall observa a Harry anotar y tachar nombres de cafeterías en su libreta desde hace, aproximadamente, quince minutos. —¿Todavía no te decides por un lugar?

—No. —el rizado muerde la punta del bolígrafo con insistencia, sus ojos fijos en las marcas de tinta oscura sobre la hoja blanquecina. —Louis me dijo que eligiera el lugar para encontrarnos. Parece haberse olvidado lo indeciso que soy.

—Es bastante dulce, a mi parecer. —el rubio menciona, distraído, dándole un sorbo a su bebida, y Harry alza su cabeza para escudriñarlo con la mirada. —Me refiero a cómo es contigo.

Harry esboza una media sonrisa, entrecerrando sus ojos. —Lo es. Antes de él, nadie me había tratado de aquella forma. Pareciera que nunca se le acaban las maneras de hacerme sentir querido.

—Eso, mi querido amigo, es amor puro. —ambos vuelven a sus asuntos pasados los segundos, y esa frase se repite dentro de su mente hasta el cansancio.

Por supuesto que lo es.

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—¿Ya te decidiste?

Se deja caer sobre la cama, su rostro aplastándose contra la suavidad de las sabanas. —¿Sí? Eso creo.

Louis prende un cigarrillo a la distancia, dejando el encendedor sobre la mesada. —Tu incertidumbre me genera preocupación. El tiempo corre, Harry.

—¡Ni me lo digas! Odio decidir. Lo detesto, y lo peor, Louis Tomlinson, es que lo sabes. —exasperado, con la sangre caliente y sus mejillas sonrojadas, escucha la risa, tan lejana y cercana al mismo tiempo, del otro chico. Frunce las cejas. —¿De qué te ríes? ¡No es gracioso!

Louis alega no poder dejar de carcajearse entre risotadas, retorciéndose sobre el sofá de la sala de estar. La línea, simplemente, se llena de su risa y su voz entrecortada: el paraíso ante los ojos de Harry.

•••••••••••••

Muchas veces
Más que nada en los grupos de adolescentes
Existe una elite dirigente
Que gobierna para su propia gente
Y al diablo con lo diferente

Porque también es difícil contraponerse
A ciertas personas que son inteligentes
Aunque al mismo tiempo actúen como un repelente
Para aquellos pocos que simplemente los observan desde enfrente

Y es que no hay otra opción alternativa
Al terremoto de la vida
Que estos individuos nos propinan
¿Qué debo hacer para pertenecer a su pandilla?

¿Será que el bienestar aparece en mi cuerpo al segundo de sangrar?
¿Será que ser parte de aquel pelotón todos mis problemas va a solucionar?

Sin embargo, probar un solo bocado de esa grandeza no te enseña
A remar por las mareas de nuestra existencia
Porque no todo se reduce a una escuela
Ni a salir de fiesta

La vida es más que eso
Y el hecho de no comprenderlo
Es increíblemente patético

Por eso al diablo con lo diferente
Al diablo con la elite dirigente
Y al diablo con los inteligentes

Yo seré mi propio jefe

Ese poema le recuerda a sus años de secundaria. En realidad, a todas su trayectoria estudiantil. Jamás había sido el alma de la fiesta, ni el payaso del grupo. Tampoco había sido aquel alumno con el que todos los profesores soñaban. Su decisión había sido sencilla: tratar de mostrarse de la manera más genuina posible, aunque eso no siempre funcionase. Pareciera ser que entre los jóvenes se venera la personalidad cargada de arrogancia y carente de empatía.

Por mucho que quisiese encajar, no podía fingir ser algo que ni siquiera lograba comprender. Aún así, tantas noches cargadas de berrinches y empapando la almohada de saladas lágrimas no le otorgaron una respuesta. Quizás, no la había, y solamente debía abstenerse a comportarse como le nacía.

Las noches pasaron a convertirse en un espacio a compartir junto a Louis. Cuando piensa en la luna, piensa en él. Cuando piensa en escaparse de la ciudad y observar el amanecer desde la cima más alta de un rascacielos, piensa en él.

Al pensar en el amor, su nombre se materializa en su cabeza.

Esa noche, el tema del poema surge, y ambos comparten anécdotas de sus años en la secundaria.

—Amaba hacer reír a las personas. —Louis murmura en cierto momento, la batería de su celular amenazando con pulverizarse en cualquier instante. —Me hacía sentir alguien. Incluso, a veces me pasaba de lo moralmente correcto, y el remordimiento me carcomía por dentro. Aunque jamás me disculpaba. Creía que, al hacerlo, ya nadie me tendría en cuenta. Que el resto pensaría que yo era débil, y no podía permitirme aquello. Es el día de hoy que odio esa versión de mí, y me prometí nunca más volver a divertirme a raíz de un tercero.

Harry lo escucha con atención, y termina dibujando mentalmente una versión más joven de Louis, atemorizado por ser dejado de lado y uno más del montón.

—Supongo que, a veces, es mejor ser alguien malo que no ser nadie. —la reflexión lo toma por sorpresa, pero Louis, con el corazón en mano, le da la razón.

—Supones bien, mi querido escritor.

•••••••••••••

Los días avanzan, y su cita (Louis había llamado así a su pronto encuentro una tarde, y Harry terminó cortando la llamada por la vergüenza) cada vez está más próxima a suceder. Todavía no sabe que usará, o si llevará sus gafas o no.

Lo primero, sin embargo, es elegir el lugar. Bien. Por algo se debe comenzar, ¿cierto?

Hacer aquella elección es una decisión de vida o muerte en estos momentos. ¿Querrá Louis almorzar? ¿Cenar? ¿Desayunar? ¿Quién lo sabe? No tiene ni la más mínima idea. Se siente a la deriva, perdido entre demasiados conflictos e intrusos pensamientos que amenazan con colmar su paciencia.

—Elige lo que más te guste. —el ojiazul le pide al rato, mientras firma unos papeles y se prepara para su próxima reunión en el banco.

—¡Pero necesito saber! No puedo elegir un lugar sin ese dato.

Louis percibe unos nudillos impactando repetidas veces contra la puerta de su oficina, y musita un corto "¡Ya voy!". —Harry, debo irme.

—Pero, Louis...

—Permite que tu mente decida por sí sola. —antes de cortar, utiliza un tono tan coqueto que hace que las extrañas de Harry se derritan y mariposas nazcan de cada una de sus terminaciones nerviosas. —Adiós, mi bello escritor.

"Mi bello escritor." No puede creerlo. Es el colmo. Su corazón parece querer seguir el ritmo de una canción jamás creada, y sus dedos pican por poder tocar la piel que tanto desea.

Al final del día, está recorriendo las calles de Londres, con un paraguas cubriendo sus rizos y en busca de un lugar digno de ser partícipe de su primera salida. Ninguno de los bares es de su agrado, y a medida que más se aleja de su departamento, las ganas de volver aumentan.

En una esquina, se topa con una pintoresca cafetería, y en letras grandes y elegantes, el nombre de dicho establecimiento se presenta ante el público: "Princess Park."

Harry sabe, al leer el cartel, que ya ha tomado una decisión.

The trouble with wanting (l.s)Where stories live. Discover now