Capítulo 7: Trying not to try.

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"¡Hey! Los muchachos del trabajo me han invitado a cenar. Cocina para ti solo. Nos vemos xx
— Liam."

Suelta un bufido al leer el mensaje de texto. La cantidad de pasta, ahora exagerada, que venía haciendo desde hace un rato en la cacerola parece burlarse de él.

Sirve una porción en uno de los tantos platos hondos que poseen, y lentamente se dispone a comer. En una de las veces que alza el tenedor en el aire, gotitas de salsa salpican la camisa tan pulcra y blanca que estaba usando.

Otro bufido. —Perfecto. —con una servilleta, trata de limpiar  el líquido oscuro de la prenda, aunque solo empeora. —Simplemente perfecto.

No tiene mucho más que hacer, sin embargo. Después de cenar junto a la soledad en su máxima expresión, pone una película en el televisor, queriendo distraerse un poco de sus pensamientos constantes y abrasadores.

El reloj, pasado un rato, marca las dos de la madrugada. Está fumando un cigarrillo, recostado sobre el barandal de su balcón, marcando el tiempo de una canción imaginaria con el golpeteo de la suela de sus zapatos, que impactan de lleno contra el célebre debajo suyo. Anillos de humo escapan de sus labios y se disuelven en el aire, quedando únicamente retazos de lo que alguna vez fueron.

Las agujas vuelven a moverse, y la próxima vez que le presta atención al horario, son las tres de la mañana. Debería estar durmiendo, o incluso haciendo algo más divertido e interesante que sentarse a observar la nada misma. Liam aún no llegaba, y a pesar de adorar a su amigo, no cree ser capaz de esperarlo despierto. No es él el que se va de fiesta, después de todo.

A poco de quedarse dormido en el sillón, una notificación se presenta en su celular, despertándolo. Parpadea despacio, con los restos de estar casi dormido todavía presentes en su andar, e ingresa la contraseña para desbloquear la pantalla. Sus dedos se mueven a una velocidad mínima, y es comprensible. ¿Quién podría estar contactándolo a tal hora? Una completa atrocidad.

No obstante, es el momento en que realmente lee la notificación, que siente que ha tomado veinte tazas de café, una detrás de otra.

"DustyDaCat te envió un mensaje directo."

El efecto que Dusty tiene en él es tal que puede imaginarse la cafeína inventada corriendo por sus venas.

Analiza con cuidado cada palabra, renglón y sílaba. Hay frases que quedan pendientes en su interior, arrasando con sus emociones y causando un destello en cada terminación nerviosa de su cuerpo.

Dusty le había escrito, siendo víctima de un sincericidio en manos de un par de tragos.

"Si te soy honesto, hay alguien que viene dando vueltas en mi cabeza desde hace un tiempo. No te diré quien es. Aún me cuesta decirlo, así que tendrás que conformarte con leerlo. Espero que eso baste, o sino estoy dispuesto a ser más formal y escribirte una carta."

Su corazón, latente y paciente como ningún otro, es estrujado. Se zambulle en una ardua búsqueda por encontrar indicios de que Dusty no habla de él; de que no está prácticamente declarando a cielo abierto que no puede dejar de pensar en él.

"Es tu lejanía la que me lastima y no me permite dormir por las noches."

—Tampoco sé cómo acercarme a ti... —musita en voz baja, y una lágrima traicionera rueda por su mejilla, trazando un camino hasta su cuello. Recién en ese instante, entiende la situación en su totalidad.

Las palabras de Dusty, no más que un extraño con el que comparte un amor indescriptible por la poesía y la escritura, causan algo tan fuerte en él capaz de hacerlo llorar y empapar sus ojos en maldiciones.

"En el caso de que todavía no haya quebrantado tus esperanzas, de que mis poemas sigan despertando nuevas sensaciones y creando colores en las zonas más recónditas de tu alma, voy a necesitar saberlo, o me veré en la obligación de buscar otras maneras de callar a mi corazón."

—No podrías hacerlo. No podrías defraudarme, ni dejaría que lo hicieses. —a este nivel, prácticamente está hablando solo, llorando en la oscuridad de su departamento. Liam podría llegar en cualquier momento, y podría encontrarlo de rodillas sobre la alfombra, con su pecho desplegado de par en par.

Dusty no le había robado el corazón; había ido más allá, superado los límites.

Le había robado el alma, tatuando a fuego su marca.

"Con cariño, tu melancólico escritor."

Lee esa línea, por lo menos, cincuenta veces. Cincuenta y tres veces, para ser más exactos.

Sin saber cómo, y sin siquiera darse cuenta, Dusty logró dejar su huella en aquel extraño al que nunca había visto cara a cara, y que aun así, sentía conocer de toda la vida.

Querido Dusty,

Escuchar que has tenido una velada aparentemente exitosa me alegra. Cada tanto es bueno salir y divertirse. Hoy, no fue mi caso; cené solo, acompañado del ruido de la televisión y el sonar del reloj.

Amaría saber de quién hablas de esta manera, tan profunda y digna. ¿Será que conozco a ese individuo que te quita el sueño, o será que simplemente soy yo, y no estás pudiéndomelo decir? Además, contar con una carta de tu parte le daría un toque más rústico a nuestra ida y vuelta de conversaciones (en otras palabras: la recibiría con gusto).

Me doy cuenta de que repito la mayoría de las cosas al hablar contigo. Tanto mis esperanzas como mi fe en ti siguen intactas. Sin embargo, ¿mi fe en nosotros dos? Eso es un tema aparte. Hace días que vengo buscándote en el rostro de los demás, visitando distintos lugares para cerciorarme de que no te estoy perdiendo de vista. Que quizás, estás escondido por alguna parte, y no consigo encontrarte.

Mi melancólico escritor: saber de ti es la mayor felicidad que un hombre puede sentir. Ser parte de esto que tenemos ya basta y sobra para mí.

Con aún más cariño, Ted.

The trouble with wanting (l.s)Where stories live. Discover now