Capítulo 31: Dolor, dudas y misterios.

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¿?¿?

Su cuerpo, se movía al compás de la triste canción. Cada paso, cada movimiento, cada mueca en su rostro, demostraban lo mismo que la melodía, pero con más fiereza, con más emoción. Pareciendo que realmente le dolía lo que estaba transmitiendo con su baile.

La tristeza y el dolor, así como también la agresividad, se marcaban en sus movimientos delicados.

De sus ojos grisáceos, caían gruesas lágrimas y de sus labios de vez en cuando se escapaba un sollozo roto. Su baile transmitía lo destrozado que se encontraba por dentro. Lo dolorido que estaba su corazón y cuanto necesitaba su alma aliviarse.

Para Atticus, el baile, siempre fue uno de sus medios de escape. Lo sacaba de la realidad y aliviaba su dolor, lo hacía sentir mejor, sobre todo cuando bailaba en compañía de su hermano. Su adorado hermano, quien, a pesar de no saber bailar, bailaba con él. Aquel hermano que falleció durante un accidente y que lo dejó solo, sufriendo. Estancado en un sufrimiento sin fin. En una depresión insoportable.

Es por eso mismo, que, aprovechando que su mejor amiga no iría a visitarlo debido a sus exámenes en la escuela, decidió bailar; bailar para distraerse, para quitarse esas ganas de llorar que le producía el aniversario de la muerte de Scorpius.

Porque sí, ese día era el maldito aniversario de su muerte. Y Atticus no se lo había dicho a nadie y sus padres tampoco habían advertido a nadie del centro de rehabilitación, puesto que al igual que Atticus, estaban inmersos en sus propios problemas, en su propio dolor.

— ¡Lo odio, maldita sea! — dijo y las palabras que salían de sus labios no eran más que palabras vacías dichas por causa del dolor y la rabia. Eran mentiras dolorosas que buscaban un alivio para su maltratado corazón.

Un grito de pura rabia y agonía se escapó de los labios de Atticus, al tiempo en que, con rudeza y en un movimiento de baile improvisado, se dejaba caer al piso, importándole poco lo doloridas que se sentirían sus piernas y trasero al chocar contra el duro piso. Importándole poco alertar con aquel grito a quien sea que se encontrase cerca, importándole poco que lo viesen llorar y sollozar como quien ha perdido a un ser querido. Pues justamente eso era, alguien que perdió al ser más querido que tenía y aun no podía aliviarse de eso.

(メ)

Belle.

Uno de los exámenes de se canceló hoy, por lo que, en vista de no tener nada que hacer y no queriendo estudiar, decidí visitar a Atticus.

Por supuesto, y después del fiasco que, según él, resulto ser el club de lectura por culpa de una chica gritona y desagradable — palabras suyas, no mías—, lo más probaban es que mi amigo se encuentre en su habitación haciendo mucho o muy probablemente nada. Es difícil saberlo cuando se trata de él.

Lo que no me esperaba, sin embargo, era encontrar su habitación hecha un desastre, con algunas cosas rotas, mientras él bailaba en el centro, sin importarle que, con uno de los vidrios rotos, se pudiese cortar sus pies descalzos.

Abrí la boca, para decirle algo, sin embargo, y antes de que dijera nada, Atticus soltó un grito que me hizo doler el corazón, mientras se dejaba caer al suelo temblando y llorando desconsoladamente.

Hice a un lado mi sorpresa y me acerqué rápidamente a él, rodeándolo con mis brazos preocupada. Mi pecho se apretó con dolor mientras lo oía llorar. No me gusta ver a mi amigo así de mal.

Sus brazos me rodearon, aferrándose a mi como si temiese que yo desapareciera. — ¡Se fue! — gritó soltando un sollozo desesperado.

Oh, pobre Atti...

Una dulce adicción (#1 GEMELOS EVERETT)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora