Capitulo 35: Sesión en grupo y poemas.

965 78 19
                                    

Atticus.

Hice una mueca mirando a la psicóloga a los chicos sentidos en circulo el sofá o en sillas cercas de ella, formando una especie de rectángulo o cuadrado deforme, mientras leen los poemas que realizaron. Cosa que, por cierto, yo también debo hacer.

¿Por qué demonios me uní al club de lectura justo cuando a la psicóloga le dieron ganas de hacer su trabajo?

Joder, me golpearía a mí mismo si eso no me hiciese parecer un estúpido o un loco.

Además, ¿Por qué demonios tuvo que venir Scorpius también a mirar todo?

No sé porque Belle lo trajo, él es insoportable.

— Tú turno, cariño. — dijo la psicóloga mirando a Jimin.

Mi amigo se removió nervioso. — Yo escogí este poema porque es bonito y también hice este otro para mi mejor amigo del mundo. Bueno, para mi único amigo, en realidad. — río Jimin poniéndose ligeramente colorado.

— Puedes comenzar. — sonrió la mujer.

Miré a Jimin en silencio. Él me miró sonriendo y comenzó a leer el papel en sus manos: — Las uvas nacieron verdes el tiempo las maduro; nosotros nacimos lejos y la amistad nos unió.

Las gemelas aplaudieron como si Jimin hubiese dicho el mejor de los poemas. Yo en cambio, revolví los cabellos de mi amigo en una caricia un tanto bruta. Él no se quejó.

— Es tu turno, Lilianne. — dijo la psicóloga con un tono dulce.

— Bueno, empezaré. — sonrió Lilianne, sus ojos brillando con malicia. — Este está dedicado a Jiminnie.

Mi amigo a mi lado, aplaudió emocionado.

Lilianne se aclaró la garganta, leyendo un papel. — Si se han de juntar los mares con los ríos... Porque no juntar, — ella sonrió traviesamente. — tus calzones con los míos. — y antes de que alguien pudiese seguir hablando, ella continuó: — Las rosas son rojas, el viento las mueve, yo seré el seis y tú el número nueve.

— Oh. — escuche soltar a Belle, sentada junto de mí. Jimin a mi lado izquierdo se puso tan rojo como un tomate, mientras cubría su rostro con sus manos, traté de no reír. Y Scorpius soltó una carcajada detrás de mí. Él esta, literalmente, sentado detrás de mí. Lleva molestándome desde que entramos.

Él muy imbécil no puede dejar sus manos quietas y me toca o pincha con sus dedos cada dos por tres.

— ¡Lilianne! — reprochó la psicóloga. La chica río.

— Este va para mi hermana. — prosiguió la chica. — Eres fea, eres tarada, pero, a fin de cuentas, eres mi hermana.

— Somos gemelas, estúpida. — rodó los ojos Lilibeth. Lilianne río.

Y la psicóloga negó: — Lilibeth, es tu turno.

— Esta va para Jiminnie. — dijo Lilibeth. — Pero lo escribí yo... Así que supongo que no es necesario otro, ¿o sí?

La psicóloga sonrió. — Tienes razón.

Alcé ambas cejas. — Vaya... — susurré, mirando a mi amigo de reojo.

Tiene bastantes chicas detrás de si para ser tan bajito y chillón.

— Quien lo diría, Jiminnie tiene dos admiradoras. — comentó el chico zanahoria con gracia.

El rostro de Jimin se puso aún más rojo si es que era posible. Reí, cubriendo mi boca con mis manos.

— Atti, no te rías. — me regañó Belle.

Una dulce adicción (#1 GEMELOS EVERETT)Where stories live. Discover now