Capítulo 8, Parte 2. No podés escapar

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    La señorita Emily quedó pensativa después de la charla con Louis, pasó el resto de la mañana pensando en cómo lograr que Azul perdiera el miedo de pararse enfrente de alguien y expresar lo que siente. Repasaba una y otra vez el mismo tema en su mente, mientras cruzaba el pequeño bosquecillo del viejo parque de juegos para dirigirse al comedor.

Una de las bancas del parque llamó su atención, Azul estaba tumbada allí, mirando hacia el cielo perdida entre el gigante azul, estaba encantada con las formas que hacían las hojas de los árboles alrededor, estas mostraban destellos al entrar los rayos del sol entre ellas. La señorita Emily se interpuso tapando la hermosa vista que Azul contemplaba.

—¿Qué hacés acá tan solita? —preguntó con inclinación.

Azul se levantó para sentarse, tomó la postura del sastre invertida, con las piernas hacia afuera como si formara una "w" —nada, solo disfrutaba de la paz que se siente acá.

—¿No practicaste el piano con Louis?

—Le dije a Louis que mi mamá vendría por mí temprano. No tenía ganas de practicar —su expresión era más seria de lo normal, aún seguía pensando en sus padres biológicos, su mayor preocupación era que la alejaran de sus padres.

Era un lugar agradable, los árboles se movían de un lado a otro, una suave brisa rozó sus mejillas dejando volar su cabello hacia atrás, fue tan refrescante que Azul cerró los ojos y suspiró.

—¿Te sentís mal? ¿Sucedió algo? Pasó algo en tu casa por lo de la música, lo siento debí insistirte más en querer hablar con tus padres para pedirles permiso sobre esto —dijo preocupada sintiéndose culpable.

Azul negó con la cabeza, bajó sus pies adoptando una postura recta —no, no es eso, Miranda estaba feliz y dijo que mamá también lo estaría, es solo que... el timbre sonó y aprovechó el momento para no decir nada más.

—¡Oh se acabó mi receso! —exclamó en tono de sorpresa fingida—. Debo volver a clases, ¡nos vemos señorita Emily! —Se levantó para salir corriendo a velocidad de la luz.

* *

     En casa Lisy y Azul realizaban sus tareas escolares supervisadas por Miranda en la cocina, mientras ella hacía ricas galletas, la casa olía muy bien. Miranda le encantaba hornear tortas, pan, galletas o lo que sea que posea un alto grado de azúcar, con la excusa de que a sus hermanas les encantaban, lo cual era cierto pero, lo hacía más por ella que por las niñas.

—Muero de hambre —Se quejó Lisy sujetándose la pansa.

—Tu siempre morís de hambre Lisy, a donde mandás todo lo que comés en esa barriguita tan chiquita que tenés —comentó Miranda riendo a carcajadas con sus hermanas. Lisy era una niña muy delgada aunque comía más de lo normal.

El señor y la señora Smith llegaron a casa, llamaron a Azul al jardín para charlar con ella. Había pasado un par de semanas de l allanada del orfanato, Azul había olvidado la conversación sobre sus padres biológicos. Se sentaron los tres uno al frente del otro.

—Nosotros te queremos mucho —Comenzó a hablar la señora Smith—, lo sabés ¿verdad?

—Sí, lo sé mamá —expresó con una inocente sonrisa en su rostro.

—Nunca te vamos a dejar, sos nuestra pequeña y sos muy especial —su madre se esforzaba por no soltar una lágrima así que el señor Smith continúo.

—Sos tan especial que alguien más quiere conocerte, alguien a quien le agradezco por traerte a este mundo y haberme dado la oportunidad de verte crecer.

Azul rápidamente detectó lo que querían decir sus padres y fríamente interrumpió.

—¡No quiero!

—No querés ¿Qué?

—No quiero conocerlos, son extraños ahora, arruinaran mi vida, soy feliz con ustedes —espetó.

La señora Smith tomó su mano, pero ella se levantó y salió corriendo a su habitación, cerró la puerta con fuerza y se metió dentro de las mantas.

Miranda al escuchar la conversación gritó a sus padres —¡Déjenla en paz!, quienes se creen esas personas de querer conocerla ahora. Porque les importa después de 8 años.

—¡Miranda! —vociferó su padre en tono autoritario.

—¡Es verdad! —Replicó rodando los ojos.

Lisy estaba sorprendida. Había un problema en casa y no había sido causado por ella. —Así debe sentirse Azul cada vez que formo un alboroto, se siente raro, —murmuró para sí misma. Confundida decidió ir a ver qué le pasaba a Azul.

Lisy entró a la habitación con una linterna y dos galletas que había robado de la cocina, se metió dentro de las sábanas. Encendió la linterna y se quedó sentada un ratito sin decir nada. Ella entendía que a Azul no le gustaba hablar mucho, el silencio era algo que respetaba de su hermana mayor.

—¿Qué hacés acá? —Preguntó Azul con la cabeza enterrada en las almohadas al notar la presencia de Lisy.

—Siempre me ayudás en mis castigos, así que vine a ver si necesitás algo de mí.

Azul se levantó y le dió una ligera sonrisa con sus labios cerrados, por alguna razón esas palabras la hicieron sentir mejor. Lisy le ofreció una galleta y así se quedaron las dos viéndose una a la otra en completo silencio, deleitando el dulce sabor de las galletas debajo de las mantas.

Nota: Hello, aquí estoy capitulo completo, lo hice en dos partes porque a veces se me pasa la mano el capitulo 8 tenia casi 2000 palabras y pues para no hacerlo tan tedioso. Bye.

Espero y les guste

La introvertida vida de AzulWhere stories live. Discover now