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Al salir de la universidad optó por subir al autobús y en el trayecto recuerdo aquel día en el circo de mis abuelos, el incendio, la gente alterada, gritando y corriendo en todas direcciones. El humo entrando a mis pulmones era asfixiante, no podía encontrar una salida y no podía respirar, me desmayé y lo único que recuerdo haber visto fue una sombra enfrente mío diciendo, —Todo estará bien, yo te protegeré— al día siguiente desperté en el hospital, mi madre tomaba mi mano sollozando en silencio, poco después me dieron de alta, y en casa escuche a mamá diciéndole a mi abuelo, —Todo quedó destrozado, no quedó nada, un espejo estaba al lado de ella, solo un espejo—, la misteriosa aparición de un espejo, ahora que lo pienso, el espejo de la mansión podría ser el mismo que encontraron tras el incendio, el espejo sigue aquí, en Stonehenge y quizá mi abuelo lo conservó por alguna razón, la cuestión es, ¿por qué?

Al llegar a la mansión cierro la puerta con seguro y entro a la sala de estar donde encuentro a Aarón cercas de la chimenea observando un retrato mío.

—¿Qué haces aquí? —pregunto a modo de defensa.

Él voltea y me mira sin parpadear, —Examinando la casa —responde tranquilamente y toma entre sus manos un objeto de cerámica, pero se supone que él es un fantasma y no puede sostener objetos, ¿Cómo es que...

—Háblame del espejo, ¿qué relación tiene con tu desaparición? —le pregunto y retrocedo un paso, en alerta—. Háblame de tu pasado.

En su rostro se forma una sonrisa maligna y después suelta una carcajada del todo sarcástica.

—Eres graciosa pelirroja, realmente me sorprendes, admito que eres valiente, no cualquiera se atrevería a preguntarme acerca de mi pasado, no sin antes saber que la consecuencia será su funeral.

—¿A qué te refieres?

—No tengo un pasado que me interese recordar, ¿entiendes? En ese entonces era muy... estúpido al pensar que los demás se interesaban por mí, así que no hay nada que contar, nada que esconder, así que déjame lidiar con mi dolor y vete.

—¿Qué ocurrió contigo? ¿Por qué estás...

—¿Muerto? Es difícil de explicar, querida, pensar en ello es destructivo, aunque siendo sincero, ya nada puede destruirme más. Yo no existo más, para mis conocidos, mis familiares o amigos, ellos se olvidaron de mí y yo al pasar del tiempo también me olvidé de ellos y olvidé quién era.

—¿Te olvidaste? —le pregunto confundida.

—Ya no volveré a ser el mismo Aarón que fui hace diecinueve años, pero creo que a pesar de esa mierda mi muerte ha valido la pena porque pude conocerte a ti —confiesa y se recarga en la pared, a un lado de la chimenea—. ¿Tú también me olvidarás?

Me sorprendo al escuchar su pregunta, su voz se escuchó devastada y sus ojos miraron al vacío por breves segundos.

—Quiero ayudarte, salvarte —respondo acercándome a él al mismo tiempo que siento escalofríos en el cuerpo.

—Entonces quédate, dame una razón para no temer más al olvido.

—Aarón, estoy segura que tus padres te recuerdan, tus amigos deben...

—No me hables de esos hipócritas, y no los llames amigos cuando ellos nunca regresaron por mí.

—No quiero incomodarte, solo quiero cuidar de ti, liberarte de esa oscuridad que te atormenta tanto.

—Falsedad, odio la falsedad y las promesas rotas, las personas no deberían prometer cosas que no van a cumplir, ¡Mierda! Me enferma que digas que quieres liberarme cuando no lo harás, no hagas lo mismo que los demás, no prometas darme vida cuando sabes que estoy preso del infierno y de hay nadie me podrá salvar.

El Fantasma Que Todo Lo VeWhere stories live. Discover now