Capítulo 28.

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Hoy el capítulo es para DAMN4LVAREZ muchísimas gracias por todo tu apoyo, comentarios fangirleros y estar aquí en la historia en este tiempo. Espero te guste mucho y leerte por aquí, uwu. 💛












Hoy es el último día que tenía que estar encerrado. Mi suspensión de tres días terminaba hoy y mañana por fin podría ir a la universidad.

No puedo creer que esté emocionado o ansioso de ir.

En estos días enjaulado, al menos no he tenido que cruzar muchas palabras con mi padre. Se largaba a trabajar temprano y regresaba tarde.

Mi madre en cambio se disculpaba por no poder frenar el mal carácter de mi padre y me reprendía al mismo momento por mis acciones. La entendía, o eso intentaba, sé que no es una mala madre.

No había podido comunicarme con James porque me quitaron mi celular en castigo y no podía venir a verme. Por Dios, tengo 20 años. Así que moría del aburrimiento. Estaba recostado sobre mi cama mirando al techo blanco y vacío, que antes tenía demasiados pósteres, pero los fui arrancando con el tiempo.

Un golpe ligero en la puerta, me hizo levantar mi cabeza. Y mi madre abrió la puerta con una sonrisa misteriosa.

―Wes, hijo, tienes una visita ―dijo en voz baja, haciendo señas con sus ojos.

―¿Quién? ―pregunté confundido.

Si era James, nunca me avisaban, él entraba como burro sin mecate, como si fuera su casa. Así que no tenía la menor idea de quién podría ser.

Mi mamá se hizo a un lado, permitiendo que la otra persona se acercara hasta el marco de la puerta.

Mis ojos y mi mandíbula se abrieron de par en par y me senté de un salto en la cama en cuanto la vi.

Lutzia.

Tallé mis ojos con fuerza pensando que alucinaba, está bien que la extrañaba, pero verla aquí era otro nivel de locura. Me miraba con una sonrisa incómoda mientras se recargaba en un pie, abrió sus ojos y carraspeó para que yo saliera de mi trance.

―Lutzia ―apenas y pude musitar en voz baja.

Estaba anonadado de verla ahí, en mi casa, en mi cuarto, a lado de mi madre. Demonios.

―Hola, Wesley.

Mi mamá me lanzó una mirada de reproche ante mis malos modales y fingió una tos.

―Yo los dejo solos. Te quedas en tu casa, cariño ―se dirigió a Lutzia con una voz más cariñosa y cuando me miró, su mirada se apenó―. Hijo, tu papá...

―Lo entiendo, mamá. No lo sabrá ―interrumpí para calmarla.

Sabía que mi padre no se podía enterar de que Lutzia estaba aquí y que tenía que irse antes de que él regresara, pero aún faltaba un par de horas. Mi madre asintió y se marchó en silencio, dejándonos a Lutzia y a mi en otro más grande.

―¿Cómo estás? ―preguntó primero para romper el hielo.

―Bien... ―dije sin pensar en la respuesta―. La verdad es que ahora que te veo, me siento mejor.

Ella enarcó una ceja con escepticismo y se burló de mí.

―Eso es muy fuckboy de libro de tu parte.

Sonreí, encogiéndome de hombros.

―Esta es la vida real y lo digo en serio.

Apretó sus labios para evitarse sonreír y se aferró con mayor fuerza una bolsa de regalo que traía consigo.

El club de los InadaptadosWhere stories live. Discover now