CAPITULO 20

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Fragmentos sacados de Correr o Morir de James Dashner.

NO EDITADO


232.01.01

Comenzó su nueva vida de pie, en medio de la fría oscuridad y del aire viciado y polvoriento. Metal contra metal.

Un temblor sacudió el piso debajo de él. El movimiento repentino lo hizo caer y se arrastró con las manos y los pies hacia atrás. A pesar del aire fresco, las gotas de sudor le cubrían la frente; su cuerpo parecía estar ardiendo de adentro hacia afuera, como si un fuego interno intentara desgarrarlo. Su espalda golpeó contra una dura pared metálica; se deslizó por ella hasta que llegó a la esquina del recinto. Sintiéndose quebrado por dentro se hundió rendido en el rincón y atrajo las piernas firmemente contra su cuerpo, esperando a que sus ojos se adaptaran a las tinieblas.

Con otra sacudida, el cubículo se movió bruscamente hacia arriba como si fuera el viejo ascensor de una mina.

Ruidos discordantes de cadenas y poleas, como la maquinaria de una vieja fábrica de acero, resonaron por todo el compartimiento, rebotando en las paredes con un chirrido apagado y férreo. El oscuro elevador se mecía de un lado a otro durante la subida, provocándole náuseas; un olor como a aceite quemado saturó su olfato, haciéndolo sentir peor. Quería llorar, pero sentía que se estaba ahogando y no tenía lágrimas; no le quedaba más que permanecer sentado allí, solo, esperando.

"Me llamo Tomas", pensó.

Eso era lo único que recordaba acerca de su vida.

No podía entender lo que estaba ocurriendo. Su cerebro funcionaba perfectamente, tratando de evaluar donde se hallaba y cuál era su situación.

Toda la información que tenía invadió su mente: hechos e ideas, recuerdos y detalles del mundo y su funcionamiento. Se imaginó los árboles cubiertos de nieve, corriendo por un camino tapizado de hojas, comiendo una hamburguesa, nadando en un lago, el reflejo pálido de la luna sobre la pradera, el bullicio de una plaza de ciudad. Sin embargo, no sabía de dónde venía, cómo había terminado dentro de ese sombrío montacargas ni quiénes eran sus padres. Ni siquiera tenía idea de cuál era su apellido.

Imágenes de rostros pasaron fugazmente por su cabeza, pero no reconoció a nadie, y sus caras fueron reemplazadas por siniestras manchas de color. No guardaba en su memoria ningún rostro conocido ni recordado una sola conversación. Darse cuenta de esto solo acrecentó aún más los desgarradores sentimientos y se apretó con fuerza las manos para evitar lastimarse a él mismo como muestra externa del dolor que estaba sintiendo; quería desesperadamente tirar del cabello en su cabeza o rasguñarse la cara con las uñas de las manos hasta que el sufrimiento se detuviera. Tuvo que sostenerlas aún más fuerte para, en su desesperación, no arremeter contra si mismo cuando la sensación de que había algo importante que tenía que recordar, algo que no podía olvidar, pero no lograba alcanzar ninguno de sus recuerdos. Aparte de todo el dolor y el miedo, sentía un vacío en el interior que era imposible de ignorar, especialmente cuando parecía ser tan notable como su falta de recuerdos.

El elevador continuó su ascenso, balanceándose; Thomas se volvió inmune al incesante repiqueteo de las cadenas que lo llevaban hacia arriba. Pasó un largo rato. Los minutos se convirtieron en horas, aunque era imposible saber con certeza el tiempo transcurrido, ya que cada segundo parecía una eternidad. No. Él era inteligente. Sus instintos le decían que había estado moviéndose durante casi media hora.

Con sorpresa, sintió que el miedo desaparecía volando como un enjambre de mosquitos atrapados por el viento, y era reemplazado por una profunda curiosidad. Todavía deseaba quedarse en el suelo y morir pero también quería saber dónde se encontraba y que estaba ocurriendo.

El cubículo se detuvo con un crujido; el cambio súbito lo arrojó al suelo duro. Mientras se levantaba con dificultad, sintió que la oscilación disminuía hasta desaparecer. Todo quedó en silencio.

Transcurrió un minuto. Dos. Miró hacia todos lados pero no vio más que oscuridad. Tanteó las paredes otra vez en busca de una salida, pero no encontró nada, solo el frío metal. Lanzó un gruñido de frustración. El eco se extendió por el aire, como un gemido de ultratumba. El sonido se apagó y volvió el silencio. Gritó, pidió ayuda, golpeó las paredes con los puños.

Nada.

Retrocedió nuevamente hacia el rincón, cruzó los brazos y se estremeció. El miedo había regresado. Sintió un temblor inquietante en el pecho, como si el corazón quisiera escapar del cuerpo. Había una cosa dentro suyo que tiraba de él hacía algo pero no podía alcanzarlo, sentía como si cada vez que lo intentaba estuviese chocándose contra una pared; sentía que una parte de él estaba atrapada del otro lado pero él no podía acceder a ella, quizás por eso sentía que se estaba partiendo en dos.

-¡Ayuda...por favor!-gritó. Las palabras le desgarraron la garganta.

Un fuerte ruido metálico resonó sobre su cabeza. Respiró sobresaltado mientras miraba hacia arriba. Una línea recta de luz apareció a través del techo del ascensor y se fue expandiendo. Tras un chirrido penetrante vio un par de puertas corredizas que se abrían con fuerza. Después de estar tanto tiempo en las tinieblas, la luz lo encegueció. Desvió la vista y se cubrió la cara con ambas manos.


Destiny | Gally ~ Newt ~ Minho ~ ThomasWhere stories live. Discover now