No llores más

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—¡Matt! —Escuché a Amy, llamarme, desde el otro lado de la puerta. Sequé mis ojos, me puse de pie y abrí—. Matt, ¿qué te ocurre? Amelia se asustó muchísimo al notar tu reacción... —Explicó, cargando entre brazos a Amelia, quién sollozaba por lo bajo.

—Eh, ven aquí, cariño... —Tomé a Amelia entre mis brazos y la abracé, consolándola—. Está bien... estoy bien... —susurré, mientras ella rodeaba con ambos bracitos, mi cuello.

—Matt, ¿qué te pasó? —preguntó Amy, en voz baja. Mirándome con desasosiego.

—Nada..

—¿Cómo que nada? —murmuró—. Saliste corriendo, estás sudando y también parece que lloraste.

—Subí las escaleras... —aclaré.

—Matt...

—Déjalo... —Negué con la cabeza y con Amelia aún entre mis brazos, subí a mi habitación y me senté con ella, a la orilla de la cama—. Shh, shhh... no llores, linda... No tienes qué temer... —Me sentía tan apenado de haber afectado al ser humano más dulce, inocente y tierno que podía haber conocido en mi vida, por culpa de mis propios problemas. Ver a esta niña llorar, ablandaba a cada segundo más mi rígido corazón. No podía soportarlo—. "Cómo me apena el verte llorar..." —Empecé a cantar, haciendo que Amelia dejara de llorar, casi al instante—. "Toma mi mano, siéntela... yo te protego de cualquier cosa... No llores más, aquí estoy..." —Ahora tenía toda la atención de Amelia sobre de mí. Sus lágrimas no salían más—. Frágil te ves, pequeña estás... —Di un toquecito en su nariz con mi dedo pulgar, haciendo que su sonrisa regresara—. Quiero abrazarte y te protegeré. Esta fusión es irrompible. No llores más, aquí estoy...".

*Flashback*

—Supongo que recuerdas tu habitación. ¿Quieres que te ayude a llegar a tu cama? —preguntó la doctora con amabilidad. Sólo fruncí el entrecejo, sin saber cómo comunicarme—. ¿Eso es un no? —Miré fijamente la puerta que llevaba al baño de la habitación—. Vale, ya entiendo. Entonces, te dejaré solo... Te veré mañana, Matt —se despidió y salió de la habitación.

Dejé el cubo rubik en la cama y con la fuerza de ambos brazos me levanté con gran trabajo. Mis piernas aún dolían, se sentían debiles. Con las palmas sobre la pared, llegué hasta el baño, donde cerré la puerta detrás de mí y sentí el regreso de mi verdadero sentir como un balde de agua fría. Hablar con la doctora, había diluido el sentimiento de vacío permanente en mí. Pero ahora aquello regresaba más fuerte que nunca, a través del silencio y de la soledad.

Courtney se había ido y con ella todas mis ganas de seguir existiendo. Mi abuela estaba muerta y mi mejor amigo me había encerrado en un maldito hospital mental. Estaba viviendo adentro de mi peor pesadilla y sólo conocía una salida.

Mirando hacia el espejo, sentía mi cuerpo llenarse de ira hacia la persona que se reflejaba en él. Mis irritados y demacrados ojos, se llenaron en lágrimas, y mis puños, negándose a acompañarme en esta infinita, pesadilla, reaccionaron impactando contra el espejo. Mismo que cayó al suelo hecho añicos. El impacto, había volado pequeños trozos de vidrio hacia mis brazos, los cuales, ahora se encontraban llenos de sangre.

—¡Matt! —Escuché a la doctora Gorski regresar a toda prisa.

Desesperado, opté por correr a mi única salida, antes de que la puerta se cerrara. Cogí un trozo de espejo del suelo y posé el filo sobre mi cuello.

—Matt... —musitó la doctora, notoriamente aterrada.

—¡Hijo, suelta eso! —ordenó el sujeto que hacía unos minutos había hablado con la doctora.

Set Me FreeWhere stories live. Discover now