Clavo suelto

33 6 0
                                    

JungKook se encontraba tumbado en su cama pequeña y destartalada. Su cabeza casi se salía por el cabecero y sus pies colgaban por los bordes de manera cansada. Esto sólo había sido su propia culpa puesto que ni siquiera NamJoon previó que su cuerpo fuese a crecer tan desmesuradamente en los años que llevaban juntos. Llevaba demasiados años con ellos. Eso le hizo recordar a su familia, a su padre y la vergüenza que le daba llevar ese apellido que tantos problemas le había dado. Cerró los ojos intentando buscar el sueño que hacía dos noches no encontraba.
Hacía dos noches su mente había jugado de nuevo con él mostrándole a un chico que parecía ser la versión actual de TaeHyung. Realmente no le había visto la cara, pero los indicios estaban claros: tenía pelo turquesa (ése turquesa en específico) y manejaba el elemento agua. Había buscado hablarlo con JiMin o NamJoon, pero finalmente había resultado imposible. Le habían costado tantos años dejarlo en el olvido que creía que si tan siquiera pronunciaba su nombre aquello le devolvería al estado tan deplorable en el que se había encontrado todo ese tiempo.
Sabía que NamJoon se lo reprocharía, lo tenía claro, pero JiMin era otra historia. Era posible que él pudiese ayudarle a al menos aclarar su mente de todos los pensamientos, posibilidades y sueños imposibles que estaba maquinando.
Porque TaeHyung estaba muerto. Y nada podía cambiar eso.
—Kook. —escuchó el llamamiento de Nam después de haber percibido su olor acercándose. —Tenemos que hablar. —aquello entonces no era bueno.
Asintió y se levantó de su cama con un gruñido. Todo parecía apuntar que había hecho algo mal y NamJoon estaba por la labor de darle un sermón importante.
JungKook no se quejaba de que la mayoría de su educación hubiese sido proporcionada por él, pero sí habría querido que su familia hubiese intentando al menos inculcarle algo. Se rió internamente, su familia estaba demasiado ocupada con sus propios problemas como para pensar en educar de manera correcta a su hijo.
—¿Qué pasa? —preguntó cuando entró en la pequeña cabina que usaba el mayor para planificar y estudiar los movimientos o posibles estrategias de nidos de humanos. JungKook suspiró porque no era nada bueno, lo sabía.
—La última misión, —comenzó con cuidado. —se suponía que debías acabar con ellos como siempre, con sus propias armas. Para que parezca que se han matado por una rabieta entre ellos. —JungKook asintió cansado. Aquella historia ya se la sabía. —Pero resulta que no fue así. He visto las noticias de hoy, fueron asesinados con un arma normal. Un cuchillo pequeño que no consiguieron encontrar en la escena...—JungKook asintió. «Claro que no lo habían encontrado» pensó «Ese cuchillo lo tengo yo».
NamJoon le miró con desaprobación y se cruzó de brazos buscando una explicación a aquella falta de eficacia y la manera en que el menor de ellos se había saltado las normas. JungKook perdió su mirada en los innumerables papeles que estaban sobre aquella mesa vieja y destartalada. Suspiró cansado de todo y después devolvió sus ojos heterocromáticos a su mayor, observándole con fijeza. Se encogió de hombros sin saber qué decir y con pocas ganas de alimentar el enfado de su mayor. Sin embargo, aquél gesto hizo que el otro se frustrase y que casi saliese humo por sus orejas.
—JungKook, no podemos permitir que lleguen hasta nosotros. —le indicó como tantas anteriores veces. JungKook sólo pudo poner los ojos en blanco. —Sabes lo que te ocurrirá si pisas la cárcel. Es posible que te torturen, te hagan la vida imposible o que incluso te maten. ¿Eso es lo que quieres? —JungKook levantó sus ojos del suelo unos segundos y le miró enfadado. Obviamente no quería acabar en la cárcel, pero aquél cuchillo era la única prueba de que no estaba delirando de nuevo. Sin embargo, tampoco estaba dispuesto a contárselo tan libremente.
—¿Hay algo que no sepa? —pronunció entonces el chico que estaba delante de él. Aquello movió algo dentro de JungKook. Realmente no sabía por qué no se había esperado que el muchacho que le crió no podría leerle tan fácilmente. De nuevo, le pillaban con las manos en la masa, y bien metidas hasta el fondo. JungKook respiró hondo dándose por vencido y suponiendo que al menos debía mencionar que esa noche hubo alguien más con él.
—Vale. —accedió. —Sí. —NamJoon miró al techo, se intentó masajear el cuello tenso y después devolvió su mirada al chico. —El cantante del local.
—¿Qué pasa con él? —comentó algo desesperado. Parecía que por primera vez NamJoon no había barajado la posibilidad de que el cantante fuese una variable a tener en cuenta.
—Fue él quien los mató. —confesó de manera cohibida. Sabía que como pensase por un momento en mencionarle a NamJoon que creía que era su difunto compañero, no volvería a salir a una misión en mucho tiempo. Así que decidió guardarse sus especulaciones para sí mismo y continuar con lo que había visto.
—¿El cantante? —JungKook asintió ya que NamJoon mantenía una expresión escéptica y de sorpresa. —Pero si se suponía que era un muerto de hambre...
—Llevaba un abrigo de plumas muy grande también. No pude ver más porque le cubría toda la cabeza. —NamJoon asintió.
—¿Viste algo característico? ¿El cuchillo tal vez? ¿Algo con lo que podamos investigarlo?
—¿Crees que puede ser una amenaza? —le preguntó ansioso el chico lobo. Sus orejas se habían mantenido gachas todos esos minutos pero ahora se encontraban rectas y atentas sobre su cabeza.
—El enemigo de mi enemigo es mi amigo. —le respondió resuelto. —Debemos averiguar quién es y por qué mata a humanos. Tal vez pueda ayudarnos en nuestra lucha. —JungKook entonces asintió un poco emocionado. Sus ojos brillaron ligeramente ante la perpesctiva de tener un posible nuevo compañero y que además se parecía tanto a...¡No! No se parecía a nadie. Un nuevo compañero y listo.
Dicho y resuelto todas las dudas de NamJoon, JungKook se dispuso a salir de aquella pequeña sala. Mientras llegaba al umbral de la puerta el chico mayor le frenó.
—¿Por qué no nos comentaste que no habías podido acabar con ellos a nuestra manera? —JungKook tragó saliva. NamJoon era demasiado perspepicaz y eso a veces le ponía de los nervios.
—No quise alarmarte. —contestó vagamente. —Además, ¿qué más da? Mientras acabemos con ellos, da igual de qué forma lo hagamos. —con aquello expuesto, salió del lugar lo más rápido que pudo, evitando así más preguntas innecesarias por parte de su amigo.
Bajó las escaleras de metal hasta la pequeña zona de entrenamiento donde un JiMin con los labios fruncidos golpeaba con furia un saco lleno de arena. JungKook se sentó unos segundos para colocarse con cuidado y parsimonia las vendas alrededor de sus nudillos. Quería entrenar, no romperse una mano. Mientras lo hacía observó los movimientos de su amigo. Él era uno de los que peor había salido del incidente. JiMin era un hada de aire, rápida y veloz en todos los aspectos, sin embargo, cuando el incidente, cuatro de sus ocho alas quedaron inhabilitadas por una fuerte ráfaga de fuego. El chico jamás pudo volver a volar después de eso. A JungKook aquello le entristecía en demasía. Era como ver un pájaro que amaba volar siendo sometido a permanecer en el suelo el resto de sus días.
Si tuviera que describir cómo fue la temporada que vivieron justo después del incidente, lo haría como un infierno aunque estaba seguro que para JiMin había sido mucho peor.
Suspiró agotado de aquella lucha que parecía no servir para nada. A veces se ponía a pensar sobre la situación y se sentía insignificante, siendo una unidad de tres individuos muy jóvenes que probablemente no acababan ni con un cuarto de la población activa de humanos.
JungKook estaba cansado de todo, de las misiones, de ver a sus compañeros ansiosos, de su cabello que cada día se volvía más blanco. Aquello había comenzado también después del incidente. Cuando su ojo se volvió azul por un ataque de fuego por parte de los humanos, días después pequeños mechones de pelo empezaron a surgir en toda su cabeza. Con el paso de los años y su imposibilidad de pisar una peluquería le llevaron a tener el pelo lo suficientemente largo como para poder ajustarlo en una pequeña coleta insignificante. Con esa longitud conseguía cubrir y esconder su horrenda cicatriz y su ojo dispar, además de los mechones extravagantes de su cabello negro.
—¿Qué pasa? —le preguntó entonces JiMin, sentándose a su lado para quitarse los guantes y las vendas de sus nudillos. JungKook se encogió de hombros y sintió el pequeño cuchillo en el bolsillo de su sudadera. Había sido imposible para él separarse de ese objeto tan misterioso.
—Ya has oído a Nam. —contestó impasible.
—Sí. —afirmó. —Ya me lo suponía. Regresaste aquella noche más blanco que el papel. —comentó despreocupadamente. —Era evidente que algo había pasado. —JungKook entornó los ojos de nuevo. JiMin y él habían pasado por muchas cosas pero había días que simplemente no le aguantaba. Era su amigo y le protegería con su vida, pero ese día no pensaba cruzar ninguna palabra más con él.
Se levantó de su asiento y se acercó a otro saco tranquilamente. Se posicionó y empezó a descargar todos sus pensamientos en aquella bola de arena colgada. JiMin le observó por unos minutos. Después se acercó a él y se cruzó de brazos.
—JungKook...—le dijo con voz calmada. —Sé que hay algo que te tiene la cabeza yendo a mil. ¿Estás bien? —y por eso JiMin era más cercano con él. Por eso con JiMin mantenía una mejor relación. Era un experto en hacer que las personas a su alrededor de mantuviesen a gusto o incluso que convivieran. Más de una vez Nam y él habían discutido hasta quedarse sin voz y JiMin había sido quien los había obligado a hablar para arreglar la disputa. Era un verdadero líder aunque fuese Nam el que llevase el cotarro.
—El cantante de la otra noche. —susurró, intentando que Nam no escuchase nada desde su sala. —Me recordó a alguien. —antes de poder continuar, JiMin se giró y miró al cielo, sabiendo de qué estaba hablando. —No fue una visión. —se quejó. —Al principio creía que sí, pero no. Porque es evidente que yo no maté a esos humanos. —contestó usando una de las típicas frases de JiMin. El chico le miró amenazante. Las alas alargadas y afiladas de JiMin se movieron ligeramente, atento a esa propuesta que indicaba que eso era cierto. No podían negar que aquella actuación y muerte no había sido por obra de JungKook. Estaba claro que el estilo del lobo distaba mucho de rajar cuellos con un arma tan pequeña y poco amenazante. El chico optaba más por armas de larga distancia, que lo mantuvieran lo más alejado posible de sus víctimas. Por eso JiMin no podía estar más de acuerdo que esos asesinatos no los había perpretado él. Respiró hondo y se quedó pensativo por unos segundos.
—¿A quién te recordó? —preguntó, esperando una respuesta que ya sabía. JungKook gruñó por lo molesto que era su compañero y después se separó del saco de boxeo viejo.
—Me pareció ver a TaeHyung...—JiMin hizo un ruido de asentimiento en cuanto escuchó ese nombre ser pronunciado por sus labios. Ya habían pasado por esa situación antes y JiMin le entendía, claro que lo hacía. Él también había perdido a alguien cercano en el incidente. Pero no podía quedarse toda la vida dando vueltas al mismo asunto, cayendo de nuevo en una depresión en donde JungKook parecía haber encontrado un hogar. No sabía si quería permitir a su amigo abrirse sus propias heridas o dejar que él mismo tomase sus propias decisiones. No estaba muy seguro de cómo actuar después de todos los problemas que habían tenido años atrás, intentando callar demonios del pasado.
—¿No habías dicho que no le habías visto la cara? —JungKook asintió, sabiendo que JiMin estaba al tanto de absolutamente todo y pocas veces se le olvidaban características tan detalladas.
—No se la vi al completo, pero podía controlar el agua. —le comentó en un susurro. En realidad no quería de ninguna de las maneras que NamJoon se enterase de aquello. Se metería en problemas de nuevo. —Y cuando se fue, su capucha cayó. —hizo una pausa para que JiMin hiciese las conjeturas pertinentes. Sin embargo, el chico estaba en blanco. —Le vi el pelo. Era turquesa. —los ojos de JiMin se agrandaron por la sorpresa. Aquello sí que eran dos características básicas del chico que tantas pesadillas había protagonizado en su amigo. Y no siendo menos, puesto que TaeHyung había sido como un hermano para él el poco tiempo que habían estado juntos. JiMin tenía una corazonada de que el chico difunto había sido algo más que un simple compañero importante, pero no estaba dispuesto a exponerle sus ideas, menos sabiendo por todo lo que había pasado después del incidente.
—Eso son dos cosas que son de TaeHyung. —afirmó pensativo. Los ojos de JungKook brillaron ligeramente. —Pero, ¿Le viste brillar? —aquello hizo que JungKook perdiese su sonrisa genuina. —Cuando controlaba su elemento brillaba, ¿Te acuerdas? —JungKook bajó sus orejas hasta que se quedaron pegadas en su cabeza, escondidas y agazapadas. Aquello había hecho que todas sus esperanzas cayeran de repente. JiMin suspiró al notar sus hombros decaídos y sonrió intentando darle fuerzas.
—Sería alguna sirena. —le dijo intentando arreglar las esperanzas caídas de su amigo. JungKook asintió y se mantuvo en silencio, no siendo capaz de pronunciar más palabras.
JiMin le dió un pequeño toque en su hombro y le dejó solo que se desquitara con el saco de boxeo.
JiMin también estaba frustrado con todo aquello. No tenían tiempo para gastarlo en idas de cabeza o de un individuo que le apetecía por alguna razón acabar con aquellos sujetos. No estaban en posición de centrarse en una variable que no les interesaba. Debían centrarse en sus enemigos, en acabar de una vez con ellos y cubrir ese hueco que sus amigos habían dejado tantos años atrás.

Akuana [SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora