‡Prólogo‡

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Seis años antes...
Agua.
El elemento madre que le había dado vida. Una cosa tan normal, tranquila, pacífica, que le había dado felicidad y paz en los momentos que más lo necesitaba. Sin embargo, en ese momento se dirigía a un lugar sin agua. Él jamás había abandonado su laguna pero aún así estaba ansioso por llegar a la tierra que sus padres le habían prometido.
Él formaba parte de una familia apartada de todo y todos y además no conocía a nadie que no fuese parte de su parentesco. Hasta hacía unos días había jurado que no existían más criaturas en el mundo a parte de él y su familia, sin embargo, cuando su cumpleaños número dieciséis se acercaba su madre le había contado la historia de su escuela. Ella había asistido a la misma hacía muchísimos años y esperaba que su hijo mayor fuese allí también. Si bien la familia había atrasado su entrada por dos años, ya que a dicha escuela se debía entrar a los catorce, no se sentían culpables ya que mostrar el mundo a su hijo más curioso no era algo de lo que se sintieran muy seguros. Ellos eran de los pocos que quedaban y habían sido muy rezagados y cuidadosos a la hora de tomar aquella decisión. Claro estaba que no eran los únicos, pero hacía años que no veían a nadie como ellos y eso no dejaba de preocupar a los progenitores de la familia. Ellos eran una raza extinta que ya ni tenía nombre. Sus padres realmente no se acordaban del sustantivo que los calificaba, lo que llevaba a su hijo mayor a pensar que su madre realmente no había prestado mucha atención en dicha escuela a la que quería llevarle. A pesar de esto, querían ofrecerle a su hijo una vida normal: la posibilidad de tener amigos y la gran oportunidad de conseguir un trabajo bueno.
Ellos eran granjeros en su pequeña laguna, donde cultivaban raíces y plantas que servían de medicinas para el pueblo circundante. TaeHyung había aprendido muchísimo de sus padres y esperaba aprender más allá adónde iba, sin embargo no podía evitar sentirse asustado e inquieto. Jamás había hablado con otras criaturas y estaba ansioso por verlos y confraternizar con ellos.
—¿Nervioso? —le preguntó su madre mientras le agarraba una mano. Ambos habían decidido coger un tren hacia la escuela que se encontraba demasiado lejos de su hogar. Su padre y sus hermanos habían decidido quedarse en la laguna, cuidando el cultivo. —No debes estarlo, seguro que con lo amigable que eres haces amigos el primer día. —TaeHyung asintió, tragando saliva de manera dolorosa. Se acercó a la pequeña piscina que tenían y cuando fue a meter las manos su madre le pegó un grito.
—¡No, no, no! —le apartó y le abrazó de manera protectora. TaeHyung se alejó de su agarre cuando salió de su sorpresa. —¡Es agua salada!
—¿Y el agua dulce? ¿No la habías pedido? —preguntó sentándose de nuevo y recibiendo agua de una botella de su madre.
—No. No la consiguieron a tiempo para el viaje. Resulta que viajan muchas sirenas con esta línea pero no como nosotros. —TaeHyung asintió y suspiró mirando por la ventana. Después se levantó y le comentó a su madre que iba al baño. Realmente lo que quería era investigar un poco el tren.
Cuando habían buscado su compartimento habían visto diferentes secciones del tren en las que se dividían los espacios. Suponía que la mayoría de los trenes disponían de esas diferentes secciones para las distintas especies que quisieran viajar con aquella empresa.
Mientras caminaba se asomó a los distintos asientos y zonas. Su zona estaba cubierta especialmente para que el agua no destrozase el mobiliario, además que olía a humedad por todos lados. De esta manera, el ambiente se mantenía adecuado para las pieles de los más sensibles al sol y a la sequedad. Estaban obviamente localizados en la parte de las sirenas, la parte final del tren. Todo estaba pintado con colores azules y oscuros intentando imitar el fondo marino. Había bonitos adornos en las manijas de las puertas simulando criaturas marinas exóticas como caballitos de mar o corales con formas preciosas. Los marcos de las puertas no se quedaban atrás, creando un efecto de interior de cueva marina que daba a la vez miedo y misterio. Cuando se asomó al compartimento de al lado, por la ventanilla de la puerta, divisó a cuatro personas dentro del mismo. Eran adultos y se componían por dos hombres y dos mujeres. Ellos contaban con sillones preparados para una constante humedad y la piscina en una esquina de la estancia. Una pareja estaba sentada hablando tranquilamente mientras que la otra estaban mojándose en la piscina. No era lo suficientemente grande como para que se metieran los dos, sin embargo, los niños podrían caber perfectamente y un adulto apretado también, en caso de emergencia. Él sabía todo esto gracias a que había una serie de instrucciones en la puerta que TaeHyung se había tomado la molestia de leer detenidamente. Su madre no hablaba mucho y menos cuando estaba nerviosa. Dos personas nerviosas no tenían muchos temas de conversación, por ello TaeHyung se había visto en la situación de entretenerse leyendo uns instrucciones. En ellas se establecía cómo y para qué estaba dispuesta la habitación. Resultaba que las sirenas pequeñas, los niños, no podían o no sabían transformar su cuerpo, por tanto esa piscina acondicionaba un espacio pequeño donde transportarlos de manera segura largos trayectos. Cuando ya fue a irse y buscar otra sección se encontró con que la sala era salpicada por agua. Aquella función no la tenían activada por obvias razones en su compartimento, pero esas sirenas sí. El agua cayó sobre ellos en forma casi gaseosa y todos sonrieron disfrutando de la sal. Después de aquello se alejó y avanzó con cuidado hasta la siguiente sección. El cambio era impresionantemente notable. En aquél momento se encontraba en la zona de las criaturas de la noche. Todo estaba adornado de un precioso rojo sangre que le daba un aspecto caro a toda la estancia. Incluso el pasillo parecía caro. Todo estaba cubierto por telas largas y lisas, cortinas que tapaban las ventanas y poco más. En comparación con las sirenas, éstas criaturas parecían más minimalistas. Se acercó a un compartimento que vio que tenía las cortinas abiertas y vislumbró lo que había en su interior. En aquél lugar se encontraba una familia disfrutando del viaje. Tenían las cortinas echadas y la estancia se encontraba en una preciosa y misteriosa penumbra. El pomo de la puerta parecía ser de una época anterior, siendo simple pero cuidado y con adornos de buen gusto. No se parecía en nada a la parafernalia de las sirenas. El marco de las puertas era muy simple y no simulaba más que a una vieja casa olvidada. TaeHyung tuvo que parpadear un par de veces para ver que dentro de aquél lugar no había asientos. En donde debían encontrarse éstos estaban dos camas muy finas y aparentemente delicadas. Tenían unas sábanas blancas muy pálidas y ciertamente fáciles de manchar y deshacer. Sin embargo, la familia era también muy delicada y cuidadosa con sus acciones. Dentro se encontraba una madre, un padre y su hijo pequeño. Ambos le estaban dando un líquido rojo dentro de un biberón. Los dos sonreían felices por su pequeño pálido y flacucho al verle ingerir su comida con calma. TaeHyung miró unos segundos más, pero no ocurrió nada interesante, así que decidió continuar con su aventura.
Cuando llegó a la siguiente sección suspiró al oler las plantas y el sol rozar su piel. La anterior estancia había pertenecido a los mismísimos muertos y no estaba seguro de querer hacer amigos con ellos. Sin embargo, aquella era otra cosa. Las ventanas estaban literalmente abiertas, dejando pasar todo el aire y el aroma a flores y verano del exterior. Se sintió a gusto en aquél lugar. Las ventanas estaban cubiertas por muchas plantas de diversos colores y formas. También había pequeñas enredaderas que caían por el techo y le daba una sensación de paz y tranquilidad que jamás había sentido. Se acercó a un compartimento que parecía casi tapado por la madreselva y sonrió al ver a dos chicos más pequeños que él revoloteando por todo el compartimento. Tenían la ventana abierta también y parecían estar jugando a la pelota entre los dos. Ésta rebotaba por toda la habitación sin control y los otros dos no paraban de reír. Había más flores dentro pero los personajes no parecían importarles estar aplastándolas a su paso. Además que estaban dejando huellas de zapatos por las paredes y el techo. Los pomos de las puertas eran simples y hechos de madera reluciente. Aunque ha TaeHyung le dieron la impresión de que si intentaba tocarlo se le clavaría una astilla. Los marcos de las puertas, por otro lado, estaban desaparecidos entre las hojas y la multitud de flores. Lo que más llamó su atención es que había una mesa muy fina con sillas sin respaldo en el medio de la habitación. Aquello le resultó extraño pero supuso que tener alas como las de aquellos chicos debía ser una lata para sentarse y estar en sitios cerrados. Tal vez por eso mantenían todo abierto de par en par.
TaeHyung no pudo evitar soltar una risa y después se apartó felizmente, avanzando hasta la siguiente sección. Su boca, de haber medido un metro habría caído hasta el suelo. La siguiente sección estaba muy abandonada y destruida. Estaba mayoritariamente compuesta por madera rota y resquebrajada que le daba a la estancia una sensación de casa de campo. A TaeHyung le gustaba su casa en la superficie de la laguna, también era de madera, aunque no tenía nada que ver con aquello. Se acercó a un compartimento para cerciorarse de que aquella sección debía estar reformándose. Sin embargo, no fue así. Dentro de un compartimento encontró a un chico durmiendo plácidamente. Tenía los dos brazos cruzados sobre su pecho y desde ahí TaeHyung podía notar que era atlético. Tenía orejas de lobo sobre su cabeza y no parecía estar a gusto con el ruido que provenía de la ventana. Allí había una chica sacando la cabeza por la ventana, mientras su lengua se secaba con el viento que entraba. Ella también tenía unas bonitas orejas sobre su cabeza que se echaban para atrás con el viento. TaeHyung sonrió por ella aunque sintió pena porque tuviese que estar en una sección como aquella. No sabía qué clase de criaturas eran, pero ya sentía empatía por ellas.
—¿Se puede saber qué haces?—una voz potente y grave se oyó por el pasillo. TaeHyung se giró asustado y miró con miedo a quién había dicho aquello. Era un chico mayor que él con también orejas y una cola erizada y larga de lobo. TaeHyung tragó saliva y sintió que llevaba demasiado tiempo sin tomar un trago o hidratarse, lo cual era malo, porque lo necesitaba. —¿Qué hacías espiando a mis hermanos, imbécil?
—Y-yo, yo nunca había visto...—susurró mientras se hacía pequeño en su sitio. De repente el compartimento se medio abrió dejando pasar al chico que anteriormente había estado durmiendo. Sus ojos eran enormes y le miró de arriba a abajo con el ceño fruncido.
—¿Qué pasa? —preguntó bajo. TaeHyung se asustó cuando sus ojos se fijaron en sus tatuajes. Aquello era muy personal para él y el otro no debía mirarlos de aquella manera. Ante su escrutinio se intentó tapar el cuello y las manos buscando alguna manera de apartar aquellos ojos. —¿Qué eres? —preguntó después de unos segundos.
—Me da igual lo que sea. ¡Os estaba espiando por la ventanilla! ¿De qué vas? ¿Querías robarnos?
—No, no, no, yo no...—hizo una pausa mirando al suelo buscando palabras. —Es la primera vez que veo a alguien como tú...—susurró. —¿Tu qué eres?
—Es una broma, ¿verdad?—dijo el chico mayor.
—Somos hombres lobo. —dijo el pequeño. TaeHyung le miró sin entender. El otro abrió los ojos sin poder creer que no supiera lo que era eso —Somos mitad hombres, mitad lobos.
—Bueno, tú eres mitad niño, mitad perro. —contestó el otro más relajado. El pequeño le miró enfadado y se cruzó de brazos sin responder. —De todas formas, ¿cómo es que alguien no puede saber lo que somos?. Casi me creo lo que estás diciendo, niño.
—Es cierto. Es la primera vez que salgo de casa. Voy a la escuela. —añadió emocionado.
—¿La escuela Noche de Sol? —preguntó el mayor.
—¡Sí, esa es! —los chicos se miraron entre ellos como comunicándose y después el mayor le hizo un gesto al pequeño.
—¡No pienso inspeccionarle! ¡Me da vergüenza! —se quejó.
—¡Tienes que hacerlo! Es lo que hacemos.
—No por eso tiene que gustarme. —contestó y se fue de nuevo a sentarse dentro del compartimento.
El mayor suspiró cansado y le indicó a TaeHyung que se acercase a él. Él lo hizo, temiendo que si no le hacía caso, cosas malas podrían pasarle.
—Voy a inspeccionarte. De esta manera podrás hablar con nosotros siempre que quieras, ¿Vale? —preguntó más tranquilo.
—¿Me estás haciendo tu amigo? —el chico pareció avergonzarse y asintió sin decir más.
Se acercó hasta TaeHyung y empezó a olerle desde los pies hasta la coronilla. Caminó alrededor de él y una vez que hubo terminado su cola se movía de un lado a otro.
—Tienes un olor muy raro. Nunca había olido algo tan dulce. —dijo animado el mayor. Parecía que al olerle le hubiesen dado una bofetada de felicidad. TaeHyung sonrió contento y se dispuso a irse.
—¿Adónde vas? —preguntó el mayor mirándole embelesado. TaeHyung ahora se sintió un poco asustado.
—Estaba viendo las secciones del tren...—el otro asintió atontado y entró en su compartimento. Cuando cerró la puerta se cayó un trozo del techo que hizo que TaeHyung pegase un pequeño salto. Salió de esa parte lo más rápido que pudo. Esta vez, en vez de seguir adelante, decidió volver a su compartimento con su madre. Estaba seguro que le habría echado en falta y no quería preocuparla. Además, necesitaba un poco de humedad, su piel estaba empezando a sentirse seca.
Pasó por todas las secciones hasta que llegó a la suya. Entró de nuevo y su madre le regaló una sonrisa cansada. TaeHyung se la devolvió y ambos empezaron a hablar de la escuela y cuánto quedaba para llegar.
Si TaeHyung no estaba asustado antes ahora estaba histérico.

Akuana [SIN EDITAR]Where stories live. Discover now