Ruido de fondo

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Actualidad...
La misión estaba clara y parecía fácil.
Al menos eso era lo que NamJoon había intentando explicarle con pelos y señales antes de tirarle una enorme gabardina negra de estilo británico cargada de armas de fuego humanas. No podía decir que aquello fuese nuevo, pues llevaban alrededor de seis años con lo mismo. Encontraban un nido de humanos, se cargaban de sus propias armas y los exterminaban como la plaga que eran. A él realmente no le gustaba matar a otras criaturas, por muy horribles que fuesen y por muchos actos maliciosos que hubiesen realizado. Sin embargo, habían sido ellos los causantes de su ojo izquierdo azul y por ello no pensaba mantenerse de brazos cruzados y sentado esperando porque acabasen con su raza también.
«TaeHyung no habría querido que se rindiera»
Por eso respiró profundo y se adentro en el antro donde se suponía, encontraría a un grupo de humanos borrachos y completamente despreocupados. NamJoon era un verdadero genio en todos los sentidos, pero sobretodo en lo relacionado con la obtención de información que nadie más conocía. Había sido él el que había conseguido averiguar el paradero de aquellos hombres jóvenes que parecían intentar vivir entre hombres lobo como si no pasase nada. Ellos no sabían lo que era ser un hombre lobo, se dijo a sí mismo mientras se sentaba en una mesa solitaria y visualizaba el oscuro lugar en busca de alguna pista de sus objetivos. El trabajo era sencillo: disparar las veces necesarias, sin malgastar ni una ráfaga de fuego, en dirección a la cabeza de sus oponentes. Después solo tendría que salir corriendo por el lugar más oscuro que hubiese disponible entre la muchedumbre alterada.
Respiró hondo sintiendo un ligero picor en su cicatriz. Aquella que había surgido después de tantos años de vez en cuando hacía acto de presencia. NamJoon le había dicho que se debía a sus nervios, ansiedad o podría ser incluso adrenalina. Sin embargo, JungKook prefería no pensar en eso. Prefería mantenerse concentrado y rozarse la cicatriz de manera despreocupada, esperando que no lo molestase más.
Mientras esperaba, se cruzó de piernas, intentando buscar desprender una apariencia misteriosa, pero poco deseable para las mujeres de compañía que se contorneaban por el lugar. Todas ellas eran mujeres lobo, su propia especie, raza, su familia. Él podría casarse o elegirlas como compañeras, podría liberarlas de ese infierno en el que se veían sumidas. Pero, realmente no podía. Ya había elegido compañero hacía muchos años y sin siquiera darse cuenta.
Suspiró de nuevo, frustrándose por encontrarse tan melancólico en una noche que no lo ameritaba. Debía centrarse en el trabajo, debía mantener los ojos puestos en los distintos individuos que cruzaban la puerta haciendo ruido. Realmente quiso mantener todos sus sentidos en lo que fuera que estaban charlando unas mesas más allá unos hombres que parecían sus objetivos, pero algo le hizo distraerse. Una voz, una emoción, un sentimiento que hacía años no sentía. Habían pasado seis años pero había olvidado cómo pronunciaba las palabras. Había olvidado cómo sus labios jugaban con las sílabas y las lustraban como si fuesen de oro y las palabras diamantes. Quiso llorar en aquél preciso momento cuando dirigió su mirada al cantante que mantenía un ambiente coqueto y fuertemente vinculado con el jazz. Sus ojos brillaron y por un momento sintió sus orejas lobunas deleitarse con las notas musicales que aquella garganta desprendía.
Se parecía, pero el chico no era él.
Lo observó por unos segundos y después bajó la mirada, frustrado consigo mismo. Creía que ya había superado esas cosas, que ya no tendría ese tipo de recuerdos o visiones tan vívidas suyas. Habían pasado seis años, ¡Vamos! Eso era mucho tiempo para alguien como él. Había crecido desde aquél incidente y ahora podría llamarse a sí mismo un hombre duro. Sonrió ligeramente con aquél último pensamiento y después dirigió de nuevo su atención hacia el grupo ruidoso del establecimiento. Su sonrisa se borró y esperó unos minutos más. Los hombres se acercaron a la barra, aún gritando, y cuando se colocaron debajo de los focos de luz tenue JungKook pudo vislumbrar que no poseían orejas de lobo como él. Tampoco tenían cola detrás de sus eapaldas (ya se había fijado, aunque esta podría haberse encontrado debajo de sus ropas). Cogió aire, revisó que sus armas estuviesen bien colocadas y en sus bolsillos respectivos y se levantó de su mesa. Se sentó en la barra y esperó a que le atendieran. Fue una mujer vieja y agotada quien le sirvió un trago sin darle más que una mirada desdeñosa. La mujer parecía no querer buscar ni entretenerse esa noche. JungKook agradeció aquello, un clavo suelto menos.
Tomó un sorbo y después observó de reojo a los hombres. No tenían orejas, ni cola, tampoco presentaban signos de ser magos (demasiado pobres y descuidados). Sus pieles no eran pálidas como las de los vampiros y las sirenas estaban descartadas, puesto que sus uñas eran de un tamaño normal, al igual que sus dientes y tampoco tenían colores de cabello llamativos. Parecía que todo indicaba que eran humanos, de los asquerosos que intentaban buscarse la vida de una manera poco inteligente. JungKook sonrió sabiendo que ya los tenía en la palma de su mano.
Metió una de sus manos en su gabardina, haciendo un mínimo ruido. Agarró su pistola favorita con fuerza, colocó su dedo en el gatillo y se preparó para atacar.
Si el chico hubiese estado algo más atento se habría dado cuenta que la música había frenado, que el cantante el cuál se había quedado mirando había parado su actuación. Toda la estancia estaba en silencio, no había ruido de fondo, más que las conversaciones, gritos y risas descontroladas de algunos borrachos anticipados. JungKook supo que algo ya iba mal, así que se mantuvo quieto en su sitio, esperando porque pasara algo. Contuvo la respiración y de repente y ante sus ojos asombrados ocurrió lo impensable.
El cantante enfundado en un enorme abrigo negro de plumas que hacía que su cuerpo se viese el doble de ancho y grande se acercó a los humanos agrupados. Sonrió de manera ladina y de imprevisto empezó a cortarles la garganta con un cuchillo pequeño. Empezaron a caer uno por uno, poco a poco todos los individuos que conformaban ese grupo cayeron al suelo como sacos de huesos. Algunos gritaron, otros se ahogaron con su propia sangre haciendo un ruido monstruoso. Hubo alguno de ellos que intentó frenar la matanza atacando al cantante que era de su misma estatura, sin embargo no lo consiguió. El chico de plumas le interceptó, aprovechándose de su estado de embriaguez, y le cortó un brazo, haciendo que este empezase a sangrar. Después, sujetando aún esa extremidad le clavó el pequeño arma en el costado, hundiéndolo hasta la empuñadura. Después, cuando quiso sacarlo se vio en el problema de que se había quedado atrancado entre sus costillas y músculos. Le pegó una patada que le hizo caer al suelo y después le remató intruduciendo con otra patada el cuchillo en su totalidad en su cuerpo. El lobo se quedó patidifuso ante tanta agresividad. Sin embargo, supuso que el trabajo de su noche estaba terminado.
El chico de plumas suspiró y miró a su alrededor. JungKook se mantuvo oculto entre las personas para evitar que se diese cuenta de su continuo escrutinio. La mayoría de los individuos de aquél local habían visto lo que estaba ocurriendo, pero obviamente habían decidido no intervenir. JungKook gruñó y se enfadó un poco con aquél personaje que había llamado tanto la atención y había sido tan escandaloso. Ahora todo el suelo estaba manchado de esa estúpida sangre que tanto destestaba. Se guardó sus armas y respiró hondo de nuevo, quitándose el peso de su estómago provocado por la ansiedad de aquella noche. Se había acabado.
Observó al muchacho con curiosidad y de repente, ocurrió otra cosa que realmente no esperaba que ocurriese. No delante de sus ojos.
Las gotas de licor volaron por el aire en pequeños fragmentos que llegaron con parsimonia a la boca abierta del cantante. El chico las probó con curiosidad, pero acabó haciendo una mueca con sus labios (que era lo único que se podía apreciar debajo de aquél abrigo de plumas). Apartó las demás gotas que pretendían entrar por sus labios y con una pequeña queja, salió del local sin mirar atrás. JungKook le observó hasta el último movimiento que hizo. Cuando salió de la estancia su corazón casi se salió de su cavidad, puesto que cuando el chico cruzó el umbral de la puerta, su capucha cayó, dejando ver un cabello perfectamente turquesa y liso.
Corrió detrás del muchacho cuando vió aquél color que durante tantos años había olvidado cómo se veía bajo la luz de la noche. Salió del establecimiento y cuando sus pies tocaron las baldosas del suelo supo que jamás lo volvería a ver. No había nadie en la calle y probablemente nunca había habido nadie allí. JungKook posiblemente estaba viviendo de nuevo aquellas visiones de él, y no podía permitírselo.
No de nuevo.
Sin embargo, su mundo se cayó a sus pies cuando al entrar descubrió los cuerpos de aquellos hombres que también habían sido los objetivos de su espejismo.
Un espejismo que deseaba tanto ver de nuevo como alejarse de él para siempre.

Akuana [SIN EDITAR]Where stories live. Discover now