—Cuentame una vez más la historia del dragón, abuelito —manifestó emocionado el pequeño niño mientras miraba con ojos brillantes a su abuelo.
—Si que te gusta ese dragón —sonrió su abuelo.
—¡Si! Todo lo que es enorme y lanza fuego es genial —dijo emocionado el niño.
—Ya veo —asintió— ¿Sabes? Tu abuelo una vez tuvo la fortuna de conocer a un dragón.
—¿De verdad? —preguntó ilusionado agarrando la cobija cerca de su cara— ¡Yo también quiero conocer a uno!
—Hubo un tiempo en el que los dragones y los humanos se llevaban bien, pero los humanos fueron muy codiciosos y abusaron del poder de los dragones lo que provocó muchos problemas —explicó— Desde ese entonces los dragones se ocultaron y no volvieron a aparecerse frente a un humano. Pero, en realidad los dragones siempre quisieron a los humanos y estoy seguro que, donde sea que estén, están viviendo tranquilos —aseguró sonriendo— Además, es posible que algún día te encuentres con alguno de ellos —finalizó revolviendole el pelo a Boun haciendo que éste sonriera.
(...)
—No puedo creer que tenga que ir solo —bufó en voz baja mientras caminaba mirando al piso— Estúpido Kao —pateando una roca del piso— No, estúpido yo por venir al bosque solo.
Soltando un suspiro de resignación Boun por fin miró al frente tratando de ubicarse entre los árboles.
Un fuerte estruendo lo asustó provocando que se sobresaltara y que tropezara con la raíz de un árbol y cayera al piso golpeándose la espalda contra el piso.
—Maldición —susurró sentándose aún sintiendo un poco de dolor— ¡Qué...! —quedó sorprendido al fijar su vista en el suelo al frente suyo— Esas no parecen marcas de un lobo ni de un oso—pensó en voz alta mirando con el ceño fruncido las grietas del piso— ¿Será que- ¡Maldición! —gritó con susto cuando una persona apareció frente a él— Lo siento —dijo inhalando profundamente.
—¿Estás bien?
Boun miró al chico quién le mostraba una tierna sonrisa.
—Uh... S-si —asintió sin despegar la vista de los ojos chocolate que brillaban intensamente— Solo me caí y-
—¡T-tu mano, está sangrando! —gritó el chico señalando la mano de Boun que tenía una cortadura.
(...)
—Creo que quedó bien, gracias—dijo Boun mirando su mano vendada— Por cierto, me llamo Boun.
—Yo soy Prem —sonrió.
Boun, con curiosidad, miró alrededor de la casa de madera de Prem.
—Está llena de basura —susurró viendo todo tipo de objetos esparcidos por el suelo y en algunos estantes.
—¿Perdón?
—Oh nada —manifestó desviando su vista del chico sacando su celular.
—¿Que es esa cosa? —preguntó Prem acercándose rápidamente hacia Boun y sentándose a su lado en el sofá.
—Eh... Es un celular —respondió confundido— ¿Nunca viste uno?
—Oh, no —negó poniéndose de pie— Y ¿para que sirve?
—Bueno es par- ¡¿E-eso es una cola?! —exclamó abriendo los ojos con sorpresa viendo cómo de repente apareció una cola que sobresalía de la ropa de Prem.
—Lo siento —dijo asustado agarrando su gran cola verde brillante— Aún no puedo controlarlo —añadió nervioso.
—Estoy seguro que, donde sea que estén, están viviendo tranquilos.
