-Lo siento querida, yo me encargo- mi padre se acercó, sin su chaqueta.

Le tomó del cuello y lo noqueó girando su cabeza. Esto claramente no le mató aunque a un mortal si que lo haría.

-Me lo llevaré para continuar con los procesos legales correspondientes- informó de manera cortés-. Cuida de tu madre; le di unas gotas de mi sangre. Espero que tenga un buen día.

Me alejé un poco y tomó al ser, subiéndolo sobre su hombro. Nos acercamos a mamá y él le tendió la mano para ayudarla a levantarse; se despidieron y papá se fue.

-¿Estás bien?- tomé las manos de mamá entre las mías.

-Solo fue un rasguño tonto- le restó importancia.

-Muéstrame- pedí.

Corrió la chaqueta de mi padre que lleva puesta ella, enseñando una pequeña marca de uñas que ya está sanando en su pecho.

-No es nada- se acomodó la prenda y asentí-. Ve con tus amigas, yo me encargo del papeleo.

-Está bien. Llámame si me necesitas.

Volví corriendo con mis amigas, sentándome en la silla que me guardaron.

-¿Qué pasó allá?- me preguntó Emilia.

-Nada raro- sonreí tranquila.

-¿Por qué hay sangre en la mesa?- preguntó Manuela, señalando el mantel manchado.

Miré, notando que todo viene de mi mano pero no tengo heridas. La sangre parece caer de más arriba pero no siento dolor.

Levanté la manga, notando varios agujeros de las uñas. Está sangrando sin más, pero no lo siento.

-¿De qué color están mis ojos?- pregunté.

-Normales- indicó Manuela.

-¡Isa! Te está sangrando tu brazo- me informó con gran pánico el mesero.

-Estaré bien. Iré a la enfermería- avisé, levantándome de manera tranquila.

Tomé una servilleta para limpiar el rastro de sangre y apoyar el pañuelo sobre la herida, viendo como se mancha de a poco. Salí acompañada de mis amigas, quienes tienen una notoria preocupación.

Fuimos a mi casa; no hay nadie ahora mismo. Me quité la remera, quedando en corpiño solamente.

-¿No deberías de estar curada ya?- preguntó Emilia.

Busqué el botiquín de emergencias, tomando gasas y cinta para cubrir la herida sin que tenga que sostenerlo yo misma. Incluso con esta nueva venda, se está manchando con rapidez por lo que quité las gasas y no me quedó otra que sostenerlo manualmente, cambiando una y otra vez cada vez que esos vendajes pasan de blanco a rojo absoluto.

Sentí mi brazo adormilado. Me cuesta mover la mano.

-¿Alguna puede llamar a mi madre? Mi celular está sin contraseña- indiqué, sacando el celular de mi bolsillo, dándoselo a Manuela para volver a cubrir la herida.

Escuché un pitido suave.

-Ya atendió- indicó Manuela-. ¿Qué le digo?

Mi cabeza pesa un poco y la sangre está saliendo incluso por encima del vendaje.

-Que llame a papá; voy a requerir ayuda de la reserva- hablé.

-Dice que en la heladera, abriendo la puerta hay una reserva- avisó Manuela.

-Voy- indicó Emilia, levantándose de su lugar.

Siento mi energía irse. Cerré mis ojos, intentando calmarme. Entre el pitido y que ya no siento mi brazo, esto va de mal en peor. Siento que el aire se me acaba; entreabrí mi boca para respirar.

La Híbridaحيث تعيش القصص. اكتشف الآن