Capítulo XLII.

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Pronto iba a madrugar; ahora mismo estoy sentada en el suelo contra un árbol, mirando el horizonte. Hoy decidieron dejar las carpas a un lado y acostarse en la arena misma, alejándonos un poco del agua por precaución mía por lo que estamos contra la zona de árboles; todos ellos están en sus bolsas de dormir mientras yo tan solo me quedo despierta mirando el lugar.

Víctor está usando mis piernas como almohada y no incomoda por lo que le dejo estar allí.

Pasamos la noche de manera tranquila dentro de todo: hicimos un par de juegos brutos pero nada que no pudiera controlar con normalidad. Incluso dormí mis tres minutos pero ya desperté.

Mi celular empezó a sonar e hice una pequeña maniobra, sacando a Víctor de encima mío para levantarme. Él se aferró a mi, impidiéndome moverme.

-Oye, despiértate- le di una pequeña palmadita en la cara.

Tuve que ingeniármelas para sacarlo de encima y corrí por la arena, entrando a la carpa en donde está mi celular. La llamada se había cortado pero tengo un mensaje de mi madre; está preguntando dónde y cómo estoy. Con toda la locura de la luna, debemos estar más preparados de que los humanos no nos vean.

Suspiré; esto es un desastre.

-¿Qué pasa mi lobita con colmillos?- Víctor me abrazó por detrás, asustándome un poco.

-Lo siento, no te vi venir- me giré y le di un pequeño beso-. ¿Dormiste bien?

-Claro, aunque todos nos despertamos por tu celular- mencionó.

-Lo siento- bajé la mirada, avergonzada.

-Está bien. ¿Hay mucho revuelo?

-Más del que te imaginas.

-Escápate conmigo si no lo soportas; no es necesario que cargues con todo tu sola. De seguro tus padres tienen manos derechas para controlar el asunto.

-Gracias.

-¿Y si dejan de confesarse las ganas que tienen y vamos a preparar el desayuno?- preguntó Manuela, aún desde su bolsa de dormir.

-Vamos.

(...)

Como siempre, el balance de la vida se inclina a un lado y al otro; hace unas horas me despedí del grupo con alegría, incluso me junté con Perla antes de que vaya con Alex a una pequeña cita antes de ver la luna, y ahora estoy en medio de una crisis.

 -Esto es una puta locura- gruñí, mirándome al espejo.

El sol empezó a caer hace unos minutos, puedo ver mi cola y mis orejas a la vista; mis colmillos también hacen acto de presencia con las uñas extremadamente filosas por lo que debo tener cuidado con lo que toco. Mis ojos les acompañan, siendo dorados en el centro pero rojo en la parte más exterior de la pupila.

-Tranquila, debe ser algo normal- mencionó Víctor, quien parece que estuviera conectado al agua sin estarlo-. ¿Cuántas lunas amarillas viviste antes?

-No muchas; siempre he estado dormida para esas ocasiones, pero ahora tengo un medicamento que lo soluciona por lo que es extraño.

-Ven- estiró sus brazos y salté hacia él, dejando que me abrace sin yo tocarle-. Joder, parezco un cachorro.

Él rió y acarició mi cabello entre mis orejas; eso se siente bien.

-Eres mi lobita preciada- juntó nuestros rostros y nos dimos un pequeño beso-. ¿Qué tal te sientes?

-Confundida pero extrañamente normal- suspiré y me levanté de su regazo, mirando mi cola-. ¿Por qué está tan esponjada?

Estiré mi mano y la toqué; es suave. Le miré maravillada, miré mi cola y volví a mirarlo. Tomé su mano y lo hice acariciarme.

La HíbridaWhere stories live. Discover now