Capítulo XLVI.

15 0 1
                                    

Desperté en cuanto escuché agua caer. Víctor me cubrió con rapidez antes de que me moje; la sábana parece repeler el líquido, porque sigo seca.

-¿Estás bien?- me preguntó, abrazándome con cariño-. No ha pasado ni un minuto.

-Lo sentimos, la temperatura de Isabella aumentó demasiado y buscamos prevenir fiebres o infecciones que puedan contaminar al paciente Víctor- se escuchó una voz robótica por un pequeño parlante.

-Que es algo normal, carajo- me quejé, aún dentro de la sábana, bostezando sin poder evitarlo-. Tengo sueño.

-Creo que no vas a poder dormir aquí, lo siento- besó mi mejilla y suspiré.

-¿Cuánto tiempo más vamos a estar aquí?- nos destape y se sentó, mirando ambos el espejo-. ¿Van a tenernos aquí hasta que muramos de hambre?

-Solo será hasta que intimiden. Apagaremos las cámaras y solo dejaremos las cámaras de calor para mayor comodidad- avisó el robot-. También se apagará el micrófono, siéntanse libres de hacer lo que gusten.

Miré a las esquinas y comprobé; seis de ocho cámaras fueron apagadas. Aún me siento incómoda.

Víctor suspiró y se sentó contra la pared, abriéndose la bata para que esté su pecho al descubierto. Me acosté contra él, escuchando su corazón.

-¿Sabes?- habló y le miré-. Me alegra que estés aquí; digo. Antes aquí es donde pasaba la mayor parte de mi tiempo antes de poder salir y mudarme, nunca me sentí incómodo. En las primeras revisiones anuales luego de que me mudé, se sentía normal. La vez pasada en donde te tuve cerca pero no tan cerca, era extraño. Y ahora, teniéndote aquí, más allá del contexto, se siente bien tenerte en lo que fue mi zona de confort.

-Eso explica porqué estás tan calmado aquí- indiqué y asintió-. ¿Por qué Emilia no se siente igual de calmada?

-Siempre se siente mal al ver a Manuela en los controles; ¿recuerdas que te comenté que nos tienen que separar en partes?- asentí-. Pues lo hacen todo a la vez y podemos ver el interior de los demás.

-Que asco.

-No tanto, luego de un par de años te acostumbras. Y no sentimos dolor, por lo que vamos charlando mientras hacen todo eso.

Sonreí y froté mi rostro contra su ser, llenándolo de mi aroma, marcándole indirectamente.

-¿Cómo eran tus días aquí?- pregunté.

-Nos despertaban, comíamos a través de una sonda, estudiábamos cosas normales de colegio, comíamos por nosotros mismos, teníamos un par de horas para hacer cosas creativas a gusto de cada uno, nos analizaban mientras descansábamos y charlábamos, cenábamos por intravenosa, nos bañábamos, y a la cama para repetir circuito. Una vez a la semana íbamos a Mako y a partir de cierto año nos permitieron salir a zonas sin público cada mes.

-¿Qué hacían en el rato artístico?

-Pues, teníamos de todo un poco a elección; salíamos al pequeño pueblo en donde nos dejaban ir a la biblioteca donde había libros de todos los tipos, a los atelieres donde había pinturas varias y elementos para esculpir o tallar, a los criaderos de animales terrestres, acuáticos y aéreos, a las jardines o a las cámaras de cultivo donde había platas de todo clima, luego lo que era construcción con madera o cosas eléctricas. Hay muchísima variedad y nos dejaban elegir a gusto; a mi me interesaba la parte de cuidado de otros tipos de vida como plantas y animales.

-Tenían todo completo.

-No era una mala vida; volver a salir al exterior fue el verdadero reto. Pasé de vivir afuera a tener que estar aquí siempre y tras de un tiempo me acostumbré por lo que volver al exterior era confuso; no había horarios fijos y no teníamos todo tan cerca, Fue aterrador y maravilloso en los primeros meses.

La HíbridaWhere stories live. Discover now