Capítulo XLIV.

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-Te quedas aquí y cuidas de Bella, yo iré a hablar con ellos- escuché decir a mi madre.

Abrí mis ojos, viendo a mi padre, quien al instante me abrazó.

-Ya despertó- avisó en voz alta-. Ven cariño.

Me inclinó un poco y acercó un vaso a mis labios, dejando caer líquido dentro de mi boca. Es sangre de buena calidad, del más delicioso sabor; es delicioso, incluso el olor es agradable.

Algo de energía volvió a mi y tomé del vaso yo misma. Me lo acabé en instantes. Ahora que me percato, estoy en mi casa, la que está en frente a la de Víctor. ¿Cómo llegué aquí?

-¿Cómo está Víctor?- pregunté, reconociendo el sabor de la sangre.

-No se ha desmayado ni nada, sus amigos le dieron de beber agua y se recuperó; me hago ideas de qué sucede pero no diré nada, lo prometo- sonrió y asentí-. ¿Quieres ir a verles?

Lo dudé un poco pero asentí.

-Tus amigos realmente se preocuparon por ti. Te desmayaste y no dudaron en venir aquí; una de las chicas está llorando hace rato- aclaró-. Ve a verles; ya hablamos con ellos y creo que serán buenos manteniendo el secreto.

Terminé de levantarme y miré mi cuerpo; la herida de la bala de hace rato ya no está.

Él tomó mi mano, como si fuéramos a un baile real o algo así. Él también lleva las protecciones básicas, aunque incluso la de los colmillos.

Bajamos las escaleras con cuidado y me encontré con los cinco en la sala.

-¡Bella!- exclamaron a coro, levantándose de sus asientos.

Víctor se acercó a mi y me abrazó.

-Que bueno que estés bien- confesó, sin alejarse de mi.

-Ya, mucho cariño. Tu para allá y mi hijita para acá- indicó mi padre, separándonos y mi madre rió.

-Déjala a ella por allá y tu ven para acá- le ordenó ella y él obedeció, bien sumiso.

Reí y nos sentamos en círculo.

-Creo que es hora de que lo sepan. Son confiables y espero que puedan guardar el secreto- mi madre, quien lleva gorro a la igual que yo, se lo quitó.

En tres segundos, sus orejas achatadas por el gorro se levantaron y las movió. Mi padre le abrazó y se quitó las protecciones de la boca y uñas, sonriendo orgulloso.

El grupo entero soltó un chillido extraño y diferentes tipos de exclamaciones. Abracé a Víctor, con miedo.

-¡¿Tus padres son vampiro y licántropo?!- chillaron a la par.

-No solo ellos- sonreí algo tímida mostrando dientes y me quité el gorro, moviendo mis orejitas también.

Sus caras expresan sorpresa, todos menos Emilia, quien parece furiosa. Ella sacó un arma, apuntándome.

-¡Eres una perra traicionera!- gritó.

-Nada de armas en mi casa, jovencita- mi padre le regañó y le apuntaron.

-Oye, tranquilízate- Manuela quiso quitarle el arma pero ella disparó.

Chillé asustada, aún cuando vi cómo la bala terminó en la pared.

-Manuela, lamento mucho lo que te sucedió hace tiempo; ya hemos castigado al responsable y contamos con nuevas reglas para evitar siniestros- habló mi padre, haciendo una pequeña reverencia, mostrando respeto.

-Está bien- Manuela sonrió apenas-. Gracia a ello puedo estar con este hermoso grupo. Se los agradezco.

Eso dejó paralizado a mi padre, quien miró a mi madre y luego a mi, sin comprender.

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