015- La Lealtad.

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El rey sentía aun ese molesto sonido en sus oídos, sumado al hecho de que su estomago aun no lograba tranquilizarse, le hizo que viera con dureza a los hombres frente a ella.

Pues aunque se encontraba entusiasmada por el nuevo invento de aquellos hombres, no podía permitirse el lujo que otra persona los usara, ya sea en su contra o en beneficio de alguien mas que no fueran los ciudadanos de Gales. Ella era consciente que era necesario que sus allegados fueran leales sola a ella, o en su defecto a Gales, por lo que no le importaba gastar oro, posiciones, bienes, recursos, o prestigio para que ella fuera a la única que juraran lealtad. Y posiblemente ese fuera el mayor error del rey, puesto que ella no creía que alguien pudiera ser leal a ella solo por su persona, siempre pensaba que eran leales al oro de sus bodegas, al poder de su ejercito, o a su facultad de poder hacer sus sueños realidad.

Los hombres vieron con cierta esperanza a la mujer frente a ellos, pese a la mirada dura de su rey, podían ver como este se encontraba complacido por su trabajo, y pese a que lo hicieron con la intensión de alegrar y ayudar al rey que los habia cobijado cuando fueron expulsados de sus reinos, no podían negar que tener un beneficio extra por su labor no fuera bienvenido.

- Dime Vicenzo, ¿Que es lo que quieres?

El hombre se quito el fósforo de su boca e hizo una ligera mueca mientras se apoyaba sobre su pie izquierdo y tomaba un cigarro de tabaco de la bolsa de su chaqueta.

- Creo que es tiempo de mi retiro, ya sabe, estar en el centro con Jim, abrir una florería, vender tulipanes, rosas, puede que adoptar a un niño, Jim a estado hablando de ello, y no puedo sacarle la idea de la cabeza.

El rey le sonrío al hombre, claro que sabia que aquella era la ilusión de este.

Recordaba cuando había sucedido su encuentro y aunque no fue el mejor de los momentos, ella solía recodar con cierto cariño al hombre, ella había ido a Italia a entablar conversación con el rey de aquel momento. Los tratados no eran nada del otro mundo, el rey de Italia quería comprarle armas a Gales por el creciente poder que significaba el imperio del pais vecino con el emperador Napoleón a cargo y Lisa podía utilizar la entrada al mediterráneo para facilitar los viajes al Medio Oriente, y a pesar de que las negociaciones fueron fáciles con un cómodo precio sobre de las armas a cambio del uso de muelles y ciudades portuarias, hubo algo que hizo de su estadía en el país mediterráneo no del todo cómoda.

El rey de Gales había sido invitada a pasar su estadía en el palacio Real de Nápoles, y pese a su insistencia para ocupar una villa ajena al rey, fue convencida para permanecer en aquel palacio, fue tratada con el mayor respeto por parte de los siervos, sin embargo la mañana en la que estaba programada su partida, vio algo que llamo su atención, un hombre claramente del ejercito de aquella nación, recibía un duro castigo en la plaza frente al castillo, los honores de su uniforme habían sido arrancados, de su frente caía un río de sangre, y su espada estaba siendo cruelmente castigada con un látigo de nieve colas, despedazando la piel de su espalda.

La escolta del rey de Gales la siguieron cuando esta atravesó la plaza para saber el por que de aquel castigo, pues ella suponía había sido producto de traición a la corona, y quería saber como lo habían descubierto para evitar una en su propio ejercito.

El Rey. | Jenlisa.Where stories live. Discover now