002- Oferta.

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Entre la monarquía hay una costumbre, cuando el rey está en su castillo se hondea su estandarte en la torre más alta, y cuando hay algún rey o cualquier otra persona con algún cargo importante como para tener estandarte este se hondea en una de las torres con manos altura. Sin embargo en Corona, con la llegada del Rey Lalisa, su estandarte no fue puesto en una torre secundaria, ni mucho menos abajo del estandarte del rey Ji-yong, sino que fue puesto en la torre más alta quitando el del rey de Corona, esto fue hecho por el simple capricho de Lisa, como otra clara muestra de sumisión de la realeza de Corona.

El príncipe y la princesa de Corona se inclinaron después de su padre, aunque su orgullo les hizo casi enfermiza la acción, no era como si pudieran simplemente no hacerlo, la vida de los sobrevivientes del ataque estaban pendidas de un hilo, y una simple acción podría hacer que el rey decidiera cambiar de opinión y terminar lo que comenzó.

Toda la demás corte siguió los pasos de la corona, y se inclinaron ante el rey.

Lisa veía a la princesa de Corona, habían pasado trece años desde que la había visto, en ese entonces la princesa de Gales tenía ocho años y la princesa de Corona cinco, y valla que aquella niña que jugaba con la nieve había cambiado, convirtiéndose en una hermosa señorita, el rey no podía negar el hecho de sentir su corazón latir más fuerte desde que la princesa estuvo frente suyo, como la garganta parecía ser un desierto y sus manos sudaban abajo de sus guantes, claro que había oído los rumores en los que se nombraban a la princesa de Corona, pero ninguno que ella hubiera podido oír le hacía justicia a la más perfecta creación que tenía frente suyo.

Tenía que ser suya, de una manera o de otra, pero ella no regresaría a Gales sin la princesa Jennie a su lado.

El rey bajo de su caballo, tenía muchas cartas a su favor, pero debía ser inteligente, no podía dejar que sus sentimientos recién descubiertos le cegaran. Camino hacia dentro del castillo, y escucho a las personas seguirle, había escuchado que el Rey Ji-yong era sumamente celoso con la princesa, pero lo tuvo a sus pies, y el rey sonrío sabiendo que a su lado tendría a aquella hermosa mujer.

El rey de Gales camino por el castillo, en las paredes estaban las representaciones pasadas de la corona, y las pinturas que celebraban sus más grandes triunfos, ella no era ajena a la historia de Corona, pero no podía compartir el gusto de la realeza.

Lisa fue escoltada hasta la sala de reuniones del consejo real, y de inmediato vio la silla en la que se supone se sentaría el rey, en su cabeza se representaron diferentes formas de poder llevar a cabo su cometido, una de ellas era haciendo las cosas de manera suave y gentil, sin embargo esa idea se esfumó casi de inmediato, conocía casi a la perfección a las personas como el rey Ji-yong y solo cedería cuando viera que ella tenía su espada en su cuello. Por lo que sin esperar nada con un simple movimiento de cabeza le hizo saber a un caballero de su escolta dónde se sentaría, en la cabeza de la mesa justo donde el rey debería sentarse.

El caballero jalo la silla para que Lisa pudiera tomar su lugar, y como lo pensó no hubo ninguna objeción de parte de Corona para impedirlo.

La corte Real de Corona tomo asiento en los lugares sobrantes, y aunque trataban de parecer tranquilos, sus nervios estaban de punta al ver a la escolta del Rey, eran los hombres más grandes que habían podido ver, fueron testigos de cómo su tamaño era tal que con dos de ellos taparon las puertas dobles de la sala, sus armaduras de oro brillaban aún sin tener luz cercana, en sus espaldas colgaban un hacha de batalla y un rifle, y en sus cinturas había una espada y una pistola, eran diez de ellos y rodearon la mesa detrás de ellos, era claro que no dejarían que le faltaran el respeto a su rey.

Lisa vio con detenimiento a los hombres frente suyo, estudiándolos, y se sorprendió un poco de no ver a la princesa del reino frente a ella, aunque para el caso era mejor, así no sufriría ninguna distracción.

El silencio era atronador, y la tensión era palpable.

Pero Lisa no les dejaría tiempo de pensar.

- Es una pena que las cosas hubieran acabado de esta forma. - Lisa se permitió ver cómo eso pareció relajar a los presentes, "pobres ilusos". - No planeo que está sea una platica formal, ni mucho menos que esté llena de trivialidades, solo estoy aquí por el simple motivo de saber cómo pagaran lo que le deben a Gales.

- Su Majestad. - Lisa podía notar como el rey hacia mucho esfuerzo por hacer sonar su voz serena, sin embargo podía notar el enojo y nerviosismo en el. - No pienso ofenderla, pero en estos momentos no creo que Corona pueda pagar.

- Eso debieron pensar antes de hacerme venir aquí a cobrar mi deuda, ustedes me deben una gran cantidad de oro, usted se aprovechó de la confianza que le tenía mi padre para que yo le prestara lo suficiente para que su reino no se viniera abajo. - Lisa junto sus manos frente suyo. - Me consideró una persona que aprende de sus errores, y no pienso en darle tiempo para que me pague, así que escucho sus ideas.

- ¡Pero esto es un insulto! - Vociferó el príncipe Lay. - ¡Tu mataste gente inocente! ¡Y destruiste Corona!

Lisa alzó una mano, algunos pensaron que era para detener al príncipe, sin embargo pocos segundos después vieron que fue para detener a su escolta que desenfundaron sus pistolas y apuntaban directamente al rubio.

- ¿Ya te calmaste? - Lisa vio como el sudor de nerviosismo escurría de las frentes de los que tenía frente suyo, pero casi de inmediato los vio asentir. - Me alegro, ahora todos ustedes tienen dos opciones, y escojan con sabiduría, una me pagan la suma total de lo que me deben más el interés de haber venido hasta aquí, o con una simple orden mis hombres los mataran, y saldrán de este sucio castillo y darán una orden a mi gente que permanece afuera de estas paredes para que terminen su trabajo, matando a todo aquel que sea de Corona, y me apropiaré de lo que por derecho me pertenece.

Un aire frío recorrió la espalda de las personas, no era una amenaza, simplemente era una opción a tomar.

Esa mujer que tenían enfrente no fanfarroneaba, su rostro no mostraba el más mínimo atisbo de culpa, ni nerviosísimo.

- Solo necesitamos tiempo.... por favor su majestad... solo en unos meses...

La corte veía como la presión hacia al rey de Corona tartamudear, ser el último en la línea de cualquier realeza, sería ser recordado en la historia como un fracasado.

- ¿No me explique bien? No tienen tiempo, pero esto me está comenzando a molestar, lo voy a hacer más sencillo, quiero la parte norte y este de Corona, no es una negociación, solo pueden aceptar o morir, claro que necesito una garantía de que no le van a hacer nada a mi gente que permanecerá en estas tierras...

La corte sabía a dónde se dirigía aquello, alguien de la realeza sería llevado a Gales en forma de garantía, lo más lógico sería el primogénito, y aunque perderían más de la mitad de territorio, la reina podría querer preservar su legado, para lo que necesitaría un hombre, y que mejor que un príncipe, sería un matrimonio para preservar la paz, sin amor, pero debían ver el lado bueno, ser parte de la corona de Gales sería una carta fuerte ante las demás naciones.

- Quiero a la princesa Jennie.

El jadeo fue grupal, en el poco tiempo que el rey permaneció callado, ni siquiera pasó por sus mentes el hecho de que la princesa fuera la que pediría.

- ¡Me nieg..

- Aceptó. - La voz fue clara, y retumbó en toda la habitación, cortando al rey Ji-yong.

Jennie había permanecido escondida escuchando toda la discusión, y aunque estuvo a punto de salir un par de veces, se pudo contener, sin embargo no lo pensó dos veces cuando ella era la clave para que terminará toda aquella masacre.

Lisa vio como los ojos de la princesa brillaban por las lágrimas contenidas, posiblemente asimilando lo que estaba por ocurrir, estar lejos de su familia, de su reino, de su gente, y estar a la merced de alguien a quien prácticamente no conocía.

- Si voy con usted, ¿Ya no le hará daño a Corona?

Lisa sonrío teniendo en sus manos lo que quería. - Tiene mi palabra, a partir de ahora, y con estas personas de testigos, la hago mi mujer, Jennie de Gales.

Jennie sintió como su garganta se secó, le habían despojado de su nombre. Pero no se iba a arrepentir, y dio un paso al frente, hacia aquella mujer que le sonreía con su mano estirada.

El Rey. | Jenlisa.Where stories live. Discover now