003- Primera Noche Juntas.

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Siguiendo el pasillo principal, las armaduras de diferentes épocas parecían guiarla, de vez en cuando encontraba a un sirviente, que solo al verla se inclinaba y seguía su camino sin atreverse a molestarla. Después de pasar por un par de cuartos vacíos, solo podía pensar que había sido una pérdida de tiempo.

- En cuánto vea al siguiente sirviente le preguntare dónde está mi habitación.

Sin esperanza de ver algo interesante, abrió la que ella pensaría sería la última puerta, sin embargo su respiración quedo atrapada en su pecho ante lo que veía.

Era un salón no demasiado grande como para alguna fiesta, sin embargo el tamaño no era lo que le hizo quedar paralizada. En el centro de aquella habitación, una escultura de mármol, sin embargo no era cualquier escultura, sino que era aquella que representaba lo que había leído solo en un libro que había robado de la biblioteca de Corona, El Atlas cargando al mundo.

Jennie entro al salón, su corazón latía con fuerza y temor de ser descubierta, como si ella no pudiera estar ahí.

Al estar cerca de aquella magnífica escultura podía apreciar como el artista había plasmado a la perfección el dolor de cargar con el peso del mundo entero, como su rostro reflejaba ese dolor de tener aquella difícil tarea, y como había sido engañado por Hércules mostrando como sus músculos solo pedían clemencia, la altura de aquella escultura era de cuatro metros, pero Jennie se sentía como si frente a ella estuviera aquel ser.

En realidad no supo cuánto tiempo estuvo admirado aquella obra, solo se sentó en el suelo a dejar que su mente la llevara a aquellos tiempos en los que los titanes y dioses caminaban entre los mortales.

Cuando su cadera le dolió, se enderezó y vio que por la fascinación que sintió, no vio un par de sillones que había en la habitación. Y al sentarse vio como los muebles no fue lo único que ignoro, en las paredes los cuadros de obras de arte, había escuchado hablar de algunas de las piezas que colgaban en las paredes de aquella habitación.

La "La Liberté guidant le peuple" o la libertad guiando al pueblo, aquella mujer que hondeaba la bandera de Francia teniendo detrás suyo a las personas que luchaban contra la tiranía.

Y algunas más lúgubres, como aquella que tenía al Dios Cronos cortando las alas de Cupido, Jennie se acercó a la pintura, pudiendo leer una pequeña inscripción que había debajo de la pintura.

"El amor lo vence todo, pero el tiempo vence incluso al amor"

Un escalofrío recorrió su espalda comprendiendo aquel significado, Cronos el Dios del tiempo, cortando las alas del Dios del amor, para que no pueda volar muy lejos. El sentimiento que le provocó aquella pintura le hizo salir de la habitación, ella no sabía lo que era el amor, ella no lo comprendía, pero su mente le hizo creer que nunca lo sentiría, pues ella no estaba ahí por amor, claro que lo hizo por amor a su gente, pero nunca podría llegar a sentir aquel amor del que se habla en los cuentos de hadas, en las novelas, o que se hacen en los teatros.

"Yo nunca conoceré el amor"

Y Jennie corrió, corrió fuera de ese castillo, corrió por la cuidad hasta llegar al bosque, quería correr de la acción que había cometido, del error que creyó haber hecho, quería simplemente alejarse de todo.

Fue cuando sus piernas no pudieron dar un paso más, cuando el cielo oscureció y el bosque solo emitía ruidos de los animales nocturnos que se detuvo, se detuvo en medio de la nada, cayendo de rodillas, sintió en sus mejillas las lágrimas que habían salido de sus ojos, sintió como el pecho le quemaba y solo pudo arrastrarse hasta quedar acostada en las raíces de un árbol.

No sabía dónde estaba, y no era como si pudiera moverse en primer lugar.

Solo podía esperar a que amaneciera.

Pero a pesar del cansancio que sentía, el miedo que empezó a recorrer su cuerpo no le dejo dormir en lo absoluto.

Y en la quietud de la noche lo vio, la noche le hizo forzar la vista para poder verlo, era un corcel blanco, majestuoso y sobre de él una persona.

La escucho bajar del caballo y caminar hasta ella, no tenía las fuerzas para alejarse ni mucho menos defenderse, pero la suave voz que escucho fue como un bálsamo en una herida, refrescante y cálida al mismo tiempo.

- Al fin te encuentro.

La voz sonaba llena de ilusión, de anheló.

Sintió como un par de brazos se envolvieron alrededor de ella y la cargaron con fuerza pero al mismo tiempo delicadamente, como si estuviera en un lugar donde nada pudiera hacerle daño.

- Vamos a casa.

Y no importaba a dónde la llevara, Jennie se sentía en casa.

El Rey. | Jenlisa.Onde histórias criam vida. Descubra agora