Capítulo 22: "Efluvios del pasado"

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   —No, no, no... —musitó Dana aún bajo el zarandeo de Jon—. No quiero jugar contigo. No quiero, no quiero, no...

   —Dana, mírame a los ojos, joder. Me estoy cagando de miedo —le suplicó Jon desesperado.

   Un mar de lágrimas comenzó a recorrer las pálidas mejillas de la chica. Jon no dejaba de echar la mirada hacia atrás y devolverla desesperadamente hacia su amiga.

   «¿Por qué no hacemos eso, peque? Sería genial, podríamos jugar todos los días. Aunque no volverías a ver a tus papis nunca más, porque te odiarían y tú no quieres eso, ¿verdad?»

   —¡Quítame las manos de encima! —gritó Dana empujando a Jon con todas sus fuerzas, haciendo que este perdiera el equilibrio, pues estaba de cuclillas.

   Algo se agitó en el interior de la tienda y asomó la adormilada cara de Becca.

   —¡Cerdo! Eres un cerdo. No me toques nunca más. No volverás a engañarme. Enfermo, depravado. Seré yo quien grite a los cuatro vientos lo que me has hecho. —Dana gritaba con los ojos cerrados y los puños apretados a los costados.

   —¿Qué clase de obra estáis ensayando? —le preguntó Becca a su amigo con el ceño fruncido.

   Jon seguía en el suelo, observando desde abajo cómo Dana se ponía en pie y sin mirarlo siquiera le señalaba.

   —Es más, te mataré. Te voy a matar y con tu muerte será como si esto nunca hubiera pasado. Nadie tiene por que saberlo y mis padres no me odiarán— continuó Dana tomando un cuchillo de su cinturón y sujetándolo entre sus temblorosas manos.

   —Dana... cálmate. Abre los ojos y mírame —le susurró Jon poniendo las manos al frente y tratando de levantarse sin hacer movimientos bruscos.

   «No serías capaz de hacer daño a tu querido tío. Vamos, peque. Sabes que en el fondo te gusta jugar como los adultos conmigo. Lo pasamos muy bien. No tiene nada de malo. Tu mamá y tu papá también juegan a esto. Lo hacen todos.»

   La rasposa voz del hombre comenzó a perder la seguridad y la fuerza con la que había comenzado a hablar. Sin embargo, no se dio por vencido.

   «Es la verdad. Lo que pasa es que no te lo pueden contar, porque es un secreto entre las personas que lo juegan. No te enfades con tu tío Matt, ya sabes especial que eres para mí.»

   —¡MUERE!

   Dana levantó el cuchillo en el aire y, con los ojos aun cerrados, se dispuso a abalanzarse sobre Jon con todas sus fuerzas. Reaccionando justo a tiempo, Becca saltó detrás de ellas y las dos rodaron por el embarrado suelo. Dana soltó el cuchillo en la caída y, desde su espalda, la joven pelirroja la inmovilizaba con brazos y piernas en un fuerte abrazo. La otra chica, aún en trance, se agitaba tratando de liberarse, pero no tenía demasiada fuerza, estaba agotada.

   —Dana, ¿Qué cojones significa esto?

   Jon se acercó a las chicas preparado para ayudar a Becca, pero esta le pidió que se apartara con una simple mirada. Poco a poco fue suavizando la intensidad del abrazo, sustituyendo la firmeza y brusquedad de sus extremidades por un manto de cariño sobre los hombros de su compañera.

   —Dana, ya está. Nadie va a hacerte daño— le susurró Becca al oído con ternura maternal.

   La tensión que había ido acumulándose en el cuerpo de la joven se fue disipando con aquel abrazo.

   —No sé cuál será el demonio que perturba tu mente, pero no deberías pagarlo así con el pobre Jon. Todas sabemos que es un poco estúpido, pero jamás te haría daño. ¿Lo sabes, verdad? —continuo calmándola con su dulce voz.

Títeres De Hilos Invisibles©Where stories live. Discover now