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Paige:

—¡PAIGE, PAIGE, PAIGE!.—Corean los chicos con quienes entreno y quienes ahora mismo están conmigo en los camerinos.

Max se detiene a mi lado, mientras empiezan a servir los tragos. Trago que me quita Max.

—Hey.—Me quejo.

—Si tu padre descubre que bebiste.

—No lo hará.—Le quito mi trago.—Y tú eres quien va a conducir, no puedes beber.

—Hablando de conducir, debemos volver.—Anuncia el.

—¿Volver? ¿Ya se van tan pronto?.—Jasmine, una de mis compañeras nos reprocha.—Paige, ganaste. Debemos celebrar.

Max niega.

Arrugo el gesto.—Tal vez otro día.

—Eso no es justo.—Se queja Loise, otra compañera y pronto tengo a todas quejándose.

—Lo lamento, Max y yo deberíamos estar en una cita ahora mismo.

—Oww..—Sueltan juntas.

Sonrio volviéndome hacia Max y tiro de el.—¿Nos vamos?

—Sí, eso creo.

Ruedo los ojos y tiro de él, salimos del camerino y mi cuerpo choca con el de Gleen. Retrocedo y el me da una mirada de pies a cabeza.

—Paige..—Se aclara la garganta, volviendo los ojos en dirección a Max y nuevamente a mi.—Buena pelea, Helena estuvo cerca de ganar.

—Sí, claro... quizás más adelante haya una revancha.

Gleen fuerza una sonrisa.—¿Por qué no?

Mira otra vez a Max.—¿Tu novio?

—Sí, lo es.

Max se me acerca y pregunta en voz baja.—¿Lo soy?

Suspiro y tiro de el.—Vámonos.

No volteo ni una sola vez y ambos salimos del local.





(***)






—¿Entonces el chico que nos encontramos es tu ex novio?.—Pregunta Max, mientras maneja y yo me cambio en el asiento trasero.

Lo atrapo infraganti, inclinándose a ver el espejo retrovisor.

—Los ojos en la carretera, Maximiliano.—Le ordeno.

Me imagino sus mejillas color escarlata por la vergüenza y no puedo evitar sonreír.

Max se aclara la garganta.—Pregunto..

—Si a novio le puedes llamar a estar con alguien durante dos semanas, entonces si fue mi novio.—Me subo la tira del vestido y el para en el cambio de semáforo y yo me giro dándole la espalda.—Hey, voltea.

—¿Ya te cambiaste? Mierda.—Supongo que ya me vio.

—Max...—Digo riendo.—Súbeme el cierre del vestido.

—Si, claro, lo siento.—Sus dedos chocan contra mi piel desnuda y despacio sube el cierre, pero nos quedamos en esa posición.

Al menos yo, con mi cabello hacia adelante y los dedos calientes de Maximiliano en mi espalda.

No cuelgues los guantesWhere stories live. Discover now