—¿Sales con un contador?

—¡Dios mío... ¿Dónde debo estar, Todd?

—¡Es verdad!.—Todd alza la voz.—Ven conmigo.

Me sujeta de la muñeca y Max de la otra, me vuelvo hacia mi cita.

—¿A dónde vas? No puedo dejarte irte sola...

—No puedes acompañarme a los camerinos.—Respondo, me vuelvo hacia Todd.—Todd, consíguele un lugar.

—Claro, yo me ocupo de el.—Me señala.—Tu ve a cambiarte, tenemos un minuto.

Mierda.

—¡Ve, Paige!

Lo miro por última vez y nuevamente me parece adorable su rostro de preocupación, o tal vez es miedo por lo que mi padre pueda hacerle si no llego sana a casa.

Aun así no deja de parecerme adorable su preocupación por mí, aunque ahora debo prepararme para la pelea.







Maximiliano:

Van a matarme.

Si el padre de la señorita Paige descubre que permití que su hija viniera a un lugar de peleas clandestinas, en definitiva mi cadáver aparecerá en el fondo del mar o como desee acabar conmigo.

Tomo un respiro profundo e intento asomar mi cabeza por arriba del público que rodea el ring, con la esperanza de ver a Paige volviendo aquí, pero ella no sale.

Y en primer lugar.. ¿Qué hacemos aquí?

¿Paige saldrá de anfitriona o algo así? Creo que el vestido que llevaba le sentaba muy bien para anfitriona.

¿Cuál era la necesidad de cambiarse?

O tal vez es de las chicas que caminan por el ring levantando los carteles con el número de round.

Mierda, eso sería mucho peor, el señor King se enojara mucho más y conociendo como es mi género masculino, estoy seguro que tomaran capturas del momento.

Dios no.

Me llevo una mano al pecho. Estoy muerto, definitivamente estoy muerto.

—¡BIENVENIDOS ESTA NOCHE AL ENFRENTAMIENTO DEL SIGLO!

Ya empezó.

¿Dónde está Paige?

Las luces se mueven sobre el escenario, hasta enfocar al hombre de pie, quien lleva el micrófono en la mano y ropa de réferi encima.

La multitud en el local grita, uno que otro me empuja.

¿Cómo puede gustar este tipo de deporte sangriento?

—¡En la esquina izquierda tenemos a nuestra diosa del olimpo, Helena "Eris" Robles!.—Grita y los aplausos siguen.

La mujer sube al escenario, con un top color rosa igual que el de sus guantes y unos short negros a la cadera, también lleva protector en la boca.

—¡Eris, Eris, Eris!.—Gritan los individuos del lugar.

La llamada Eris se acerca al poste izquierdo y se sube sobre las cuerdas, apoyándose en ellas, levanta ambas manos, con los guantes cubriendo sus puños, mientras alienta a sus seguidores.

No cuelgues los guantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora