82 | Nueva amenaza.

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— Se llamará grupo federal de inteligencia contra el crimen organizado, o, GFICO — explica Hernan.

Este tipo se encarga de realizar las importaciones de droga que llegan a nosotros desde Mexico, es el actuar líder por ahora, lleva dos años al mando, probablemente conservará su puesto algunos años más, luego otro ocupará su puesto y él morirá de alguna emfermedad, la policía lo detendrá o desaparecerá en extrañas circunstancias. Es el ciclo de los jefes de la mafia.

— ¿No se llama?

— ¿Qué? — demanda Hernan, sus ojos negros me miran, un poco perdido.

— Actualmente, dices que se llamará así, pero el edificio está construido, ¿no?

Hernan sonríe de lado y eleva en alto una carpeta, la misma que tengo sobre la mesa y no he abierto. A regañadientes, la tomo entre mis manos. Hasta me siento apropiadamente para ojear los papeles.

Allí hay imágenes de agentes del FBI, algunos militares reconocidos y otros tantos agentes, algunos de ellos me los he cruzado en su burdo intento por detenerme o encontrar alguna mínima prueba para detenerme, me reí de ellos cuando intentaron atraparme y ahora vuelven a las andadas.

— Creo que sería genial cambiar de governador.

— Inténtalo — se burla Ryan — ese hijo de puta ha logrado bajar la tasa de criminalidad a más de la mitad en todo el condado en lo que lleva de legislatura.

— ¿Y? — demando — solo ha tenido que ocultar crímenes, o pagar para que algunos estuvieran inmóviles por algún tiempo...

Ryan está negando con la cabeza — incrementó la policía, retiró a los inútiles y viejos come donuts e incautó cien mil quilos de droga.

Suena como si ya lo hubiera investigado a fondo, y por la mirada que me da, sé que es de ese modo.

— Así que tenemos a un hijo de puta limpio al que tenemos que cargarnos — se burla Miles desde su lugar.

Está sentado al otro lado de la mesa, frente a mí. ¿Cómo podría describirlo? El típico matón de barrio que se convirtió en asesino a sueldo y ahora cobra por ello, ese sería un buen comienzo. La gran cantidad de tatuajes que cubren su cuerpo no es la mitad de los que yo tengo en mi piel y pese a sus azules ojos, tiene cara de loco.

— Hay una ligerísima diferencia entre asesinar a un mafioso por el que nadie va a preguntar y a un gobernador, Miles — la ironía en la boca de Kelany; la única mujer sentada en esta mesa, se hace notar.

Mickael sisea entre dientes y niega con la cabeza al tiempo que Miles le lanza una mirada asesina.

Mickael es el tipo ideal si necesitas lavar tu dinero, por eso está aquí sentado. En cuanto a Kelany, ella es la mejor abogada que puede existir en esta jodida ciudad.

— ¿Entonces qué, lo dejamos vivo, dejamos que cree una organización que puede destruirnos?

— Podemos contratar a alguien, escuché que algunos miembros de TWELVE han estado rondando por la ciudad.

— ¿Quien? — demandamos todos al mismo tiempo.

Kelany suspira — ¿en qué mundo vivís? Son un grupo talentoso de asesinos a sueldo. Bueno, yo los conozco porque salvé a uno de ellos hace algún tiempo.

— Eso debe costar miles de dólares — comenta Ryan.

— Y si el gobernador sigue sin escuchar nuestras demandas pacíficas, podría costarnos nuestra vida tal y como la conocemos — agrega Kelany.

La fría mirada que se lanzan unos a otros es algo incómoda.

— Es un buen hombre — recalca Mickael — ¿no?

Sumisa ©Where stories live. Discover now