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Cho MiYeon

Casada desde los dieciocho por pensar que, si encontraba al que suponía era el amor de mi vida, entonces era momento de casarme, es algo completamente estúpido ¿cierto?

Al menos sí resulta estúpido si, antes de casarte, no te das el tiempo suficiente de conocer a esa persona que amas y simplemente te saltas grandes e importantes pasos.

Como yo.

Machista y verbalmente agresivo son cualidades que definen a mi esposo. Rudo y para nada cariñoso también podrían considerarse como características suyas.

A duras penas logré inscribirme en la universidad (puesto que él no me deja) y para pagarla, además del dinero que mis padres se comprometieron a darme para ayudarme, he estado trabajando en una cafetería cerca de la misma universidad y he podido tomar los horarios en los que "mi amado esposo" trabaja, sólo para mantener todo en secreto.

¿Qué es lo más ridículo de todo esto? Que lo he estado haciendo durante cuatro años.

Y hoy, que por fin logro tener mi título universitario en mano, y mis padres me sonríen con orgullo por ello, me he decidido a quitarme la venda de los ojos y de una vez por todas lanzar bien lejos ese anillo que lleva desde los dieciocho en mi dedo anular izquierdo y ya corta mi circulación.

¡A la mierda el primer amor, amor de mi vida o lo que sea que sea ese maldito hijo de puta para mí!

Les pido a mis padres que me esperen en cuanto llegamos de la fiesta de graduación a la que ha sido mi casa desde el inicio de mi matrimonio. Se sorprenden cuando les digo que volveré a vivir con ellos por una temporada hasta que logre comprarme un departamento para mí misma, y eso me causa gracia, así que suelto una risilla.

Entro rápido a la casa y recojo en mis maletas lo más esencial (y lo poco que tengo, realmente), como mi laptop y tablet (donde están todos mis trabajos y proyectos de la universidad que deseo conservar), mi ropa (que no es mucha puesto que rara vez ese imbécil me dejaba salir de casa) y mis cuatro únicos pares de zapatos. En mi bolso echo el poco maquillaje y los dos únicos perfumes que tengo y creo que ya es todo, puesto que el resto de las cosas que hay en casa las ha comprado él.

Con mi maleta y bolso en manos, bajo las escaleras y le echo una mirada al reloj de mi muñeca.

Sonrío de lado. Si no está abajo, debe estar al llegar.

Y en efecto, apenas pongo un pie en el último peldaño, lo veo de brazos cruzados, sentado con aires de molestia en su sillón. Ha debido ver a mis padres y estos le comentaron de mi repentina pero necesaria decisión.

Pero no me importa si está molesto o no. Ya sé lo que me dirá, así que me apresuro a tomar la palabra.

-¿Sabes? Te he querido, y mucho. Lo único que pedía a cambio era un poco de cariño y atención, pero ni eso has sido capaz de darme-bufo-. Te gusta verme en el suelo, llorando por ti, pero, para tu desgracia, no lo volverás a ver jamás en tu vida. Pretendías esconderme del mundo sin poder yo vivir mi vida. Y me cansé-sonrío de lado-. Luché tanto por sacar este matrimonio a flote, pero tú no ponías de tu parte, y yo me niego a seguir intentando reconstruir algo que jamás existió.

Su rostro cambió de expresión. De estar molesto, pasó a alarmarse.

Mi sonrisa se ensancha y la burla es clara en mi cara.

Y es que muy bien sé que su sufrimiento no es porque yo me vaya, sino porque ya no tendrá a su criada personal que le haga la comida que él quiere a la hora que quiere, que limpie la casa y demás tareas hogareñas gratuitamente.

-El anillo esta sobre la mesita de noche, por si algún día encuentras a alguien que te soporte y se lo quieres dar-lo miro victoriosa-. Ahora sí ¡Hasta nunca!-canturreo, logrando darle la vuelta y salir de la casa, aprovechando su estado de shock.

Llego con mis padres, cuyas expresiones de asombro me demuestran que aún no se creen que yo haya dado un paso tan importante, y les sonrío aún más de lo que ya vengo haciendo desde antes.

Me niego a seguir muriendo en vida de esa forma.

A partir de hoy, una nueva yo nace, y no hay quien me pare.