80 | Deseos prohibidos.

Start from the beginning
                                    

Disparo sin pensármelo dos veces. Pero fallo, el arma cae de mis manos y Alex se apresura a tomarme entre sus brazos. Lo único que he logrado es resquebrajar la ventada blindada de la habitación.

— Es la segunda vez que intentas matarme — se queja.

Y no lo he conseguido porque mi cuerpo no responde como debería.

Tendida de nuevo en la cama, él acaricia mi cabeza y suspira. Alargo mi mano para ahorcarle, pero él la toma y besa mis nudillos uno a uno.

— Descansa, por favor, no te tortures así.

Debo verme deplorable si incluso él siente pena por mí.

Las horas pasan, sigo teniendo extraños sueños de mi madre. Y también de esa mujer que vino a verme ese día, la persona que me salvó ese día.

Es tarde cuando vuelvo a abrir los ojos.

Alex sigue en esa silla, como el carcelero que es, ni siquiera en momentos como este me dejará sola.

— ¿Estás mejor? — demanda.

— Vete a la mierda — gruño.

Alex ríe, se inclina en la silla, separa sus rodillas y apoya sus codos sobre ellas, dejando caer sus manos en la apertura que ha formado.

— Como saliste de aquí — exige saber, destruyendo del todo mis posibilidades de descanso.

— Yo soy la que pasa sola tres días y tengo que darte explicaciones a ti — río, dándole la espalda.

Alex sisea y se levanta — ¿porqué coño no podías tener el culo quieto y quedarte en casa?

Siento su peso hundir un poco el colchón cuando se sienta, ahogo un gemido y él se mete en la cama. Lucho, pero solo logro hacerle más divertido el momento, no se detiene hasta que me tiene entre sus brazos, conmigo sobre su pecho, cara a cara.

— Era un paralizante... — explica, tomando mi mentón con delicadeza — pero me ofende que creyeras que podía asesinarte.

— Salí de casa — le recuerdo.

— No hay nada que unos buenos azotes no puedan solucionar, no voy a matarte, Ángel.

Intento zafarme, pero Alex me detiene — voy a castigarte, aunque será algo leve, es mi culpa por haberte dejado sola en casa, ya lo sé, eres un jodido bicho inquieto.

— No soy un bicho — me defiendo.

Y él me besa.

— No volverá — me asegura.

— ¿Mataste a papá?

— No, casi, pero no tenía tiempo para todo.

— Entonces, ¿quién?

— Sebastián no volverá — se jacta — salió del hospital con una mujer, la misma que había en la foto. Te abandonó.

Suspiro, aliviada.

— Ya te dije que no era mi amante.

— Bueno, nunca está de más asegurarse.

La mujer de la foto era Ría, pensé que se quedaría, aunque ya no puedo intervenir más.

— ¿Y papá?

— Te trata como una mierda y quieres verlo — gruñe, levantándose de la cama.

— Vino a buscarme, me llevó a dar un paseo, me dijo que volveríamos a casa enseguida y que no ibas a darte cuenta. Solo... quería pasar tiempo con él.

— ¿Él te ayudó a salir?

— Sí — miento.

— Entonces hay alguien aquí que no debería estar vivo.

Alex despeina su cabello y apoya sus codos en sus rodillas, aprovechando que tiene las piernas entreabiertas. Suspiro y rodeo su cuello con mis brazos desde atrás hasta que cede, dejándome sentar a horcajadas en uno de sus muslos. Dejo un beso en su mejilla y él enreda su brazo alrededor de mi cintura.

Una vez mi pecho está contra el suyo, Alex busca mis labios. Y cedo. No sé si es porque necesito tenerle cerca. O solo porque necesito cariño. Nuestros labios se unen. Alex busca mi lengua con la suya. Empiezo a gemir cuando presiona con fuerza mi cuerpo contra su muslo, logrando que ese pequeño punto se contraiga incontables veces.

— Alex — jadeo, clavando mis uñas en sus hombros.

— Quieres esto, nena, sé que me deseas. Más que a nadie — dice con voz ronca y desesperada a medida que empieza a desnudarme.

No tarda demasiado, pronto está dejándome en la cama y abriendo mis piernas. Ya se ha desecho de sus pantalones, le ayudo con la camisa.

Casi segura de que va a introducirse en mi interior, abro mis piernas para él. Pero, para mi sorpresa, Alex sonríe y acerca su lengua a mi clítoris.

Entre jadeos míos y sus palabras sucias, llego al orgasmo más de una vez. Satisfecho, ahora sí, se introduce en mi interior. Noto su pene, duro y dispuesto a robarme otro orgasmo.

Me prometí que no iba a amarlo, pero si se trata solo de desearlo, está bien. ¿Verdad?

*****

Señoritas, aquí estoy con un nuevo capítulo. Agradezco este a una lectora muy especial porque sin ella no habría podido hacerlo. Ella sabe quién es <3 Y en general también agradezco la paciencia que me tenéis. Un beso.

Sumisa ©Where stories live. Discover now