El Fantasma del Lhanda

Capítulo 15: Intercambio de favores

Desperté en una bañera, todavía vestida con el traje negro y rojo, mientras me preguntaba cómo había acabado allí. Los recuerdos estaban algo dispersos en mi mente, pero recordaba que me había ido muy triste de la sala, furiosa, sin avisar a Surina, por lo que tuve que comenzar a mirar alrededor en busca de una puerta entreabierta o algo.

Y descubrí que alguien estaba abriendo su cuarto justo en ese instante, y me colé detrás. Como no quería quedarme en el mismo cuarto que un desconocido, entré al baño, me senté en la bañera… Y debí quedarme dormida, porque ahí terminaba todo.

Salí torpemente de la bañera, quitándome los zapatos para no hacer ruido, con destino la puerta del baño. Me detuve al ver que el espejo me devolvía mi reflejo. No había hecho el hechizo de invisibilidad. Comencé a pronunciarlo cuando escuché el sonido de la llave chocar contra un cerrojo, varias veces…

“Dime que no…” pensé, abriendo la puerta una vez estuve invisible, y observando alrededor. Estaba sola en la sala, sí, la cama estaba vacía, las ventanas cerradas, y el cerrojo de la puerta echado.

Suspiré, parecía una habitación a prueba de brujas invisibles. No podía salir por las buenas sin delatarme… Pero bueno, había pastelitos, y mucha lectura sobre medicina. Al ver lo segundo me detuve, intentando recordar.

- ¿Estoy en el cuarto de Valette?- Pregunté, un tanto sorprendida, mientras miraba alrededor. Sí, en esa cama había dormido yo cuando la espada del general alcanzó mi cuerpo, y ese vestido de tono violeta que resaltaba sus ojos marrones, el que casi robo, si no hubiera visto el otro, el que ahora llevaba puesto, decía bastante sobre mí ubicación. Sonreí débilmente.- Y me ha encerrado en su cuarto sin saberlo…

Suspiré, robando un pastelito mientras leía por encima uno de los libros de medicina. El cuarto de Valette era mucho más amplio que el mío o que el de Daimen. Tenía espacio para una mesita con 4 sillas al lado de la ventana, y contaba con un armario más de la cuenta. También la bañera era más grande, y creo que por eso me resultó tan cómoda.

Al poco de leer el libro y comer pastelitos decidí que la combinación no era muy buena, se me estaban revolviendo las tripas sólo de pensar en todo lo que estaba leyendo. Me incorporé, cerré el libro y me acabé el pastelito, limpiando luego las migas (o, más bien, ocultándolas debajo de la cama), luego coloqué los pastelitos mejor, intentando que no se notaran los huecos, y miré alrededor pensando qué más podía hacer en esa habitación.

De golpe escuché risas fuera, como chismorreos, y pasos de tacón. Reaccioné rápido, creo que por puro instinto, y realicé el hechizo de invisibilidad que no había terminado de pronunciar anteriormente. Decidí que esconderme en el cuarto de baño y dejar la puerta entreabierta era una forma de no tropezar con nadie y observar, sobre todo porque aquel vestido era mucho más abultado que los que solía llevar cuando hacía incursiones en habitaciones ajenas.

La puerta se abrió del todo y pude ver como tres jovencitas entraban. El rostro altivo, parecía que me miraban con superioridad, y eso que no podían verme. No dejaban de reír por algo, y observaron la habitación intentando encontrar cualquier tipo de desperfecto para hacerlo notar. No vieron nada (por suerte, me sentiría muy mal si causaba a Valette cualquier problema) y se sentaron en la mesa, mientras Valette, suspirando y un poco más alicaída, abría las persianas y dejaba entrar la luz.

- ¡Oh! ¡Ten un poco más de delicadeza, Val!- Suspiró una chica, tapándose los ojos con la mano.- ¿No ves que ayer estuvimos de marcha toda la noche?

- Vaya, siento haberlo olvidado. Por cierto, ¿dónde estuvisteis? Me pasé toda la noche buscándoos- “Mentirosa, las eludías y ambas lo sabemos” pensé. Se había pasado la noche pegada a su pareja mientras éste leía. Creo que era su forma de mantener citas, mientras ella se enfurruñaba y le regañaba con una sonrisa de oreja a oreja.