Capítulo 18. Pasadizos secretos

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- Oh, capitán…- Me incliné levemente, haciendo una reverencia.- Agradezco su preocupación, pero creo que puedo enfrentarme a ello.

- ¿Seguro? Yo pensaba enseñarle cada uno de los recónditos lugares de este dirigible… - Se acercó y me tendió la mano.- Si decide acompañarme, por supuesto.

Sonreí de medio lado, siempre podía entretener al capitán un rato y luego volver a ver por qué Daimen no quería que entrase. Se notaba un poco mi rebeldía, y todavía más mi curiosidad. Si el capitán del dirigible se dignaba a hablar conmigo y a hacer un tour por cada recóndito lugar del mismo, no era quién para negarme.

- Por cierto, me llamo Daimen.

- Un placer mi señor, mi nombre es Clarya.- Le sonreí con dulzura mientras tomaba su mano y me dejaba llevar.- A ver cuáles son los secretos de esta mole de cobre.

- Bueno, según lo que algunos trabajadores me han comentado, ya conoces la mayoría de las salas, y te gusta pasearte por la biblioteca… Pero seguro que no sabes dónde voy a llevarte.- Sonrió mientras comenzaba a llevarme en dirección a la biblioteca. Se podría decir que estaba emocionada por lo que pudiera ver, como si volviera un poco a mi juventud, en la cual bien podría entretenerme sólo con una simple palabra: secreto.

Mientras avanzábamos me pregunté durante unos segundos si Surina me diría algo al verme paseando con Daimen por ahí. Por supuesto nos habíamos fijado en él, llevábamos días cotilleando sobre él a la hora de la comida, cuando se paseaba entre las mesas, y pensábamos lo divertido que sería si llegaba a sentarse frente a nosotras y preguntarnos sobre la comida.

Salí de mi ensimismamiento al llegar a la biblioteca y, con un poco de decepción, miré a Daimen.

- Ya he estado mucho en la biblioteca, no me vas a sorprender aquí.- Comenté.

- ¿Ah sí?- Se sorprendió él, comprobando que la sala estaba vacía, y girándose luego para verme.- ¿Conoces cada camino secreto de esta sala? ¿Incluso los libros prohibidos?

Sus palabras me inundaron, había un pasadizo secreto en esa sala.

- ¡Un pasadizo secreto!- Chillé emocionada, él se rió y asintió. Intenté recomponerme, pero estaba demasiado emocionada como para poder controlarme.- ¿Y qué tiene dentro?

- Creí que ya lo sabías.- “Haciéndote el interesante, ¿eh?” pensé, aunque, sinceramente, estaba en sus redes desde que mencionó lo de los libros prohibidos.

- Pero quién mejor que el capitán del barco para verlos juntos…- sonreí de medio lado y paseé alrededor.- Aunque si lo prefiere, vuelvo a la puerta misteriosa.

No, no me había olvidado de ella, aunque tal vez Daimen pensaba que sí. Noté como se tensaba levemente y negaba con la cabeza. Asentí y me acerqué a él, volvía a ser yo la que dominaba la situación.

- Está bien, chantajista, pero no me pongas en duda.- Empezábamos a tenernos más confianza, y se notaba en nuestra forma de actuar entre nosotros. Me sujetó de la cintura y procuré evitar el rubor de mis mejillas, o al menos encubrirlo. No podía dejarme atrapar tan fácilmente, después de todo, acababa de recuperar el control de la situación.

Tras un rato paseando entre las estanterías, llegamos a la zona del amplio ventanal, y fue directamente a una estantería. Yo me quedé apoyada en la mesa, esperando.

Daimen abrió un cajón y me indicó que me acercara. Sacó todo el cajón y lo colocó a un lado. Justo debajo, en el suelo, había una palanca.

- ¿Conocías esto?- Me preguntó.

- Por favor, debajo de los cajones fue el primer sitio en el que busqué por palancas secretas.- Comenté, haciéndome un poco la interesante.- Las bibliotecas secretas tras un libro están taaan anticuadas…

El Fantasma del LhandaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora