Capítulo 4: Reactivos y productos

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Los últimos días se había acentuado bastante mi persecución. En parte se debía porque estábamos a punto de llegar a una ciudad, lo cual incrementaba mis posibilidades de escapar. No tenía intención de hacerlo sola, de modo que no era un verdadero problema. Pero ellos no me escuchaban. Mejor dicho, yo no hablaba, seguía siendo una criatura invisible que lo veía todo… Bueno, todo no, no era Dios, a fin de cuentas.

Pero era cierto que desde esos pequeños brotes de amabilidad, Daimen se había corregido. No me esperaba otra cosa, la verdad. Pareció tener más claro cómo atraparme y organizó mejor a la tripulación. Si no fuera por mi acostumbrada buena suerte, mi astucia y en muchos casos, Surina, ahora mismo estaría encerrada en alguno de los camarotes, atada a una silla mientras era alimentada por Daimen u otro miembro de la tripulación.

Pero no perdía la esperanza. A fin de cuentas, es lo último que se pierde.

Me encerré en la cocina, porque solía ser un lugar con demasiado ajetreo como para buscarme. Nunca había estado allí sin que hubiera un exceso de pinches cocinando, y se me hizo raro ver al chef parado en frente de un plato, cuidando meticulosamente su decoración. Era un pastel de verduras con un aspecto excelente, y una salsa que debía llevar zanahoria y tomate, por el color. Olía tan bien, que quise probar un poco.

Metí el dedo en la olla y aunque me quemé un poco, mereció la pena. Sabía delicioso. Tenía un gusto entre dulce y picante, con algo raro…

- Oye Luke- Llamó al pinche de cocina. Era el joven de cabello castaño con el que siempre acababa topándome.- Prueba esto y dime si se nota el sabor a tomillo.

Dejé de escuchar mientras me apartaba de la olla, de los fogones y, en general, de todo. Luke probó un poco y asintió con una sonrisa.

- Sí, tiene un ligero sabor a tomillo…- maldije en voz baja, porque fue como si de golpe mi cuerpo hubiera descubierto que acababa de tomarme la única sustancia a la cual era alérgica. Por suerte en poca cantidad, y apenas me hizo efecto. Pero tosí. Ambos miraron en mi dirección, y Luke dejó la cuchara a un lado del fogón.- ¿Has oído algo?

Seguía tosiendo, intentando amortiguar la voz, pero llegaba a llorar. Necesitaba alguna forma de, al menos, salir de ahí.

Pero con unos reflejos tan cortos Luke llegó antes a la puerta y la atrancó de modo que no pudiera salir. El chef entonces guardó el plato, sin saber que podría utilizarlo como arma, y ambos comenzaron a tantear alrededor en mi busca.

Si me escondí, fue de milagro. Mi voz resonaba algo amortiguada porque tosía, haciendo eco en mis manos, y porque intentaba aparentar estar en el lado opuesto de la sala. Lo hacía lanzando tarros rodando por el suelo, primero ocultos bajo una encimera o invisibles y luego a la vista. Lo suficiente como para ganar unos segundos y coger un vaso de agua que me quitara la tos.

- Luke, para, mejor pensemos en una forma de poder verla…

Bebí y me atraganté un par de veces, pero finalmente dejé de toser. Tenía que tirar por la borda el tomillo, no fuera a volver a intoxicarme. Luke se acercó a él y comenzaron a hablar en escuchas. No había nadie más, así que descarté la idea de intentar abrir las puertas. Se notaría mi intención.

Observé que sobre una mesa había hilo, para coser las tapas de carne y hacer platos como ternera rellena. Con sutileza lo cogí, así como un par de tijeras, y fui adueñándome de todas las cosas que había sobre las encimeras y que cabían en el hueco de la falda de mí vestido. Acabé, además de lo nombrado, con unas pinzas, un cucharón acabado en gancho, un bote de aceitunas y un trapo.

Luke estaba más atento que el chef a los sonidos, por eso intentaba ser sutil y moverme con gestos apenas audibles. No era difícil, ya que aprovechaba cuando el chico se indignaba ante alguna idea.

El Fantasma del LhandaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora