Capítulo 11: Olvido

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Apenas pasaron cinco horas cuando volví a abrir los ojos. Era de noche, y Daimen reposaba su cabeza en el borde del colchón. Giré la cabeza para observarle mejor y traté de moverme, pero todo me dolía demasiado, y solté un quejido. Daimen alzó la cabeza, sobresaltado, y al mirarme y verme despierta, sonrió.

- Hola…- Musité, con un quejido. Él ensanchó la sonrisa y se incorporó.- ¿Qué ha pasado?

- El corte era algo profundo, y no llegó a perforarte un pulmón de milagro. Te juro que me das otro de estos sustos y soy yo quien te abre en canal.- Reí, pero me dolía demasiado. Daimen frunció el ceño.- Estaba buscando ayuda cuando me choqué con Valette. No sé si la conocerás. Tiene el cabello corto y negro…

- La noble que tiene un preceptor… sé quién es.

- Sí. Ese preceptor ha estudiado mucho de medicina y ella ha aprendido bastante. Fue una suerte… Estás en su cama.

- ¿Y ella?

- Limpiando todo rastro de sangre en el baño… Lo que me recuerda… ¡Valette! ¡Ha despertado!

La joven salió del baño. No parecía la misma joven tan increíblemente arreglada que solía ver paseando. Llevaba ropas corrientes, una camiseta holgada y un pantalón, y se había recogido el corto pelo en una mini coleta. Me vio y sonrió levemente.

- Me alegra que estés viva… Ha sido la cosa más emocionante que me ha ocurrido desde que me estanqué en este dirigible rumbo a ninguna parte.

Daimen tosió levemente, y la joven se sonrojó.

- Vale, hay ciertas cosas que…

- Oh, no me fastidies…- Dije yo, con la boca entreabierta, intentando retroceder en la cama, sin creérmelo. Miré a Daimen y luego a la chica. Ellos se miraron y volvieron a mirarme.

- ¡No!- Dijeron al tiempo. Me detuve en mi intento de mover la pared para seguir retrocediendo.

- ¿No?

- Ella y yo no… Tiene novio.- Dijo Daimen, sonrojado. Valette sonrió y se acercó.

- No es él, y ahora Daimen tiene que irse. Necesito verte la herida y dudo que quieras tener audiencia.- Le miré, sonrojada. Me había olvidado del tema de la herida y de golpe había vuelto a dolerme. Al observarme, la joven sonrió más.- Tenías razón, es muy rara.

- ¿Qué le has dicho?- Inquirí, mirando al chico. El capitán desvió la vista, fulminó a Valette con la mirada, y se levantó.

- Que tengo que arreglar ciertos problemas en el barco. Valette, por lo que más quieras, no le digas nada y evita por todos tus medios que salga de esta habitación.- Fue hacia la puerta y, una vez allí, volvió a mirarla.- Ni una palabra.

Cerró, Valette suspiró y se acercó, apartando las sábanas. Al parecer me había puesto uno de sus camisones, que bien habría pasado por un vestido de noche mío. Lo observé sorprendida.

- Gracias…- Musité. La chica me miró y sonrió dulcemente.- Por curarme, dejarme tu cama y uno de tus camisones.

- No es nada, en serio.- Respondió.- Pero sigo necesitando que te subas el vestido.

Obedecí mientras ella me quitaba la venda y descubría la herida. Estaba cosida de un modo sencillo, pero por lo que estaba comentando Valette, quedaría una cicatriz pequeña. Al parecer había supurado bien y no sangraba demasiado.

Continué escuchando con los ojos cerrados todo lo que Valette tenía que contarme acerca de la herida y el procedimiento para cuidarme. Incluía demasiado “estar tumbada” para mi gusto.

El Fantasma del LhandaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora