Capítulo 2: Skywy Avenue

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Las noches junto a Surina, picándonos y riendo, tardaron poco en acabarse. Una mañana fue el sonido de pasos y la llave en el cerrojo lo que despertó a mi instinto y me puso alerta, mientras me ocultaba en algún sitio. Daimen abrió la puerta con sigilo, pero ya estaba avisada, y Surina despierta.

- ¡Daimen!- Saltó la chica, todavía medio dormida mientras miraba alrededor y me buscaba. Pude sentir como sus manos se aflojaban sobre las sábanas al ver que no estaba visible.

- Deberías estar acostumbrada a la rutina, a esta hora estoy aporreando tu puerta.

Hablando de puertas, ésta se encontraba entreabierta, y seguramente podría llegar a ella de no ser porque el pasillo que juntaba la puerta y el cuarto de baño era estrecho y Daimen extendía sus brazos por completo en él. Miraba desde esa posición con una sonrisa de desdén a Surina, que seguía tirada en la cama. Inclinó la cabeza, con el ceño fruncido, como indicándole que se levantase.

- Oh vamos Daimen... tengo sueño- Podría tener sueño, pero por su tono, y el ligero descenso de sus labios supe que estaba preocupada por mi.- ¿Por qué no vienes aquí conmigo?

Él negó con la cabeza y observó que la puerta seguía abierta. Cerró con su pierna y yo me hundí mentalmente. Ahora tendría que esperar a que hiciera su escrutinio diario. Extendió los brazos y fue palpando por el cuarto.

Cuando no miró, pude ver a Surina vocalizar un “yo lo intenté” mientras seguía observándole, con la mano sujetando su camisón y subiéndose el tirante rebelde del mismo. Bajó los párpados y se acercó a él.

- Vamos Daimen... túmbate conmigo un rato, estás cansado- Susurró, acercándose a él con una sonrisa pícara. La pobre, lo que debía de estar sufriendo por hacerme ese favor (por favor nótese la ironía).

Él volvió a negar, removiendo las cortinas hasta abrirlas. Surina se apartó cerrando los ojos. Seguía dormida y la luz era para ella como un veneno a esas horas del día. Se tiró en la cama, mirando hacia él. Estaba concentrado mirando por la ventana.

- Mira, se ve la costa- Sonrió, señalando. Como estaba a su lado, me acerqué a ver, a una distancia prudencial de todos modos. Era cierto que se veía la costa. Estábamos sobre el agua, pero a unos cuantos kilómetros la costa. Se observaba perfectamente una pequeña casa al borde de un acantilado, pequeña, de piedra blanca, con el tejado negro y un pequeño barco de aspecto cobrizo y viejo anclado al portal. Un poco más lejos, lo que parecía una enorme posada con chimeneas y de un toque medieval se alzaba, al lado de una casa con un molino. Esas figuras destacaban entre grandes construcciones de cobre, cristal, altas chimeneas y fábricas.

- Está bastante lejos…- Comentó Surina, repentinamente a mi lado.

- El barco navega a 1500 metros sobre el nivel del mar, y éste debe encontrarse a unos 3 kilómetros de la costa…- Dijo él.- Si las condiciones de viento, temperatura y presión son las adecuadas, estaremos más cerca al anochecer, a un kilómetro como mucho…

Siguió dando datos, estaba hablando sobre la ruta a seguir, algo sobre el viento de cola, ahorro de carbón y cosas así. Yo en verdad miraba a Surina, que sonreía como pensando algo.

- No me estás haciendo caso… ¿verdad?- Comentó Daimen, sonriendo levemente.- Oye Surina… estás algo rara para lo que eres tú.

La joven ensanchó su sonrisa dulcemente, mirándole.

- Es sólo el cansancio. Ahora vete, que me quiero duchar.

Abrió la puerta, procurando no dejar espacio para que yo saliera. Surina, que entraba en aquel momento al baño, se dio cuenta, sonrió levemente y chilló.

El Fantasma del LhandaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora