Capítulo 12: Flotando

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La luz del sol alcanzó mis ojos aquella mañana, y me giré en la cama, intentando evitarlo. Al sentir un cuerpo a mi lado abrí los ojos lentamente. Surina me observaba con la mirada entreabierta. Debía de haberse levantado también.

- Buenos días- Musité, incorporándome. Ella me miró sonriente.

- Veo que ya eres capaz de levantarte sin quejas.- Dijo, dándose una vuelta en la cama.- Habrá que avisar a Daimen de que estás bien.

Sonreí débilmente, en verdad me estaba haciendo la herida, porque había curado mi corte al segundo día, al cruzarme con Valette y suplicarle que me quitara los puntos. No quería tener una cicatriz en mi costado eternamente ni menos aún soportar el dolor mucho más, pero ni Daimen ni Surina me habían creído cuando dije que estaba completamente curada. Me protegían demasiado.

- Sí sí, lo que tú digas- Comenté, levantándome.- Voy a ver a Luke, que es el único que de momento no me sobreprotege.

- Sólo lo hago porque te quiero- Reprochó la chica, abrazándome e intentando que me quedara en la habitación. Suspiré y eché la cabeza hacia atrás, apoyándola en su hombro.- Además, me da miedo que vayas sola por ahí. Siguen buscándote.

El suspiro se hizo más profundo mientras Surina apretaba sus brazos con más fuerza contra mi cuerpo. Acaricié sus manos levemente con cierta tristeza. No había servido de nada hacer olvidar  a Munch.

Bueno, sí. Luke seguía vivo y mi hermano mantenía su puesto.  Daimen tenía de nuevo su cuarto sin vigilancia y podía quedarme ahí sin tener que preocuparme. Y podía andar y caminar por el dirigible, observar sus paredes, sus extraños cuadros y los marcos de los espejos que a veces se veían en los pasillos. No era libre, pero estaba un poco más cerca que antes.

Si no fuera por todos los soldados que me buscaban.

Había saboteado todos los localizadores de brujas, a costa de mi energía y un increíble dolor. Pero era capaz de moverme con libertad, y había salvado definitivamente a aquella pequeña bruja. Me sentía bien por ello, aunque Munch movilizara a sus hombres y fuera muy difícil pasar desapercibida.

- Tampoco puedo quedarme aquí, Surina.- Comenté.- Van a venir.- Ella asintió, comprendiendo, pero me abrazó más fuerte.- Su...

- Ya no quiero que te suicides, Clarya.- Me dijo. Giré sobre mi misma para mirarle a los ojos.- Ni que cometas estupideces que me aparten de ti.

Sonreí dulcemente.

- No voy a irme, Surina.- Le prometí con cariño, besando su frente.- Pero tampoco voy a ponerte en peligro.

Me levanté, mirándola con una pequeña sonrisa, mientras salía. En verdad necesitaba estar con Luke porque era con él con quien se me ocurrían las ideas más descabelladas, pero que acababan funcionando. Comencé el hechizo de invisibilidad mientras iba a la puerta. Había calculado tantas veces los pasos que ya sabía que cuando llegase todo el mundo me vería invisible o, lo que es lo mismo, no me vería.

Al salir del pasillo miré alrededor. Nadie parecía estar patrullando, por lo que comencé a caminar en una dirección. Nunca sabía dónde estaba Luke, pero siempre aparecía en los momentos más oportunos.

Me giré en un pasillo con aire ausente, aunque me detuve nada más alzar la vista y observar a los soldados caminar en mi dirección cerrando el camino. Me giré asustada y traté de volver por donde había llegado, pero volvió a pasar lo mismo. No sabía si era suerte que me encontraran, o se habían distribuido así, pero tenía bien claro que iba a morir.

Me quedé en la esquina mientras esperaba ser arrollada cuando sentí que el suelo bajo mí cedía. Antes de poder darme cuenta había dejado de estar sobre suelo firme; chillé involuntariamente y caí en medio de tuberías, barandillas de cobre, y Luke.

El Fantasma del LhandaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora