Capítulo 24.- Gato y Ratón

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Llovía cuando Surina salía con Owen de la nave, dirigiéndose a otra comida con baile a la que estaban invitados. Lo sorprendente fue escuchar que Luke también iría, acompañando a Ida, aunque en calidad de pareja. Ya eran algo oficial, aunque el gobernador no lo aceptara demasiado bien. La pareja estaba algo nerviosa antes de salir, sobre todo Ida, que odiaba con todas sus fuerzas los actos sociales. Aunque supongo que el corto pero dulce beso que le plantó Luke antes de dejar la nave fue suficiente aliciente como para que saliera con una sonrisa en el rostro.

- Se va la persona a la que debes proteger.- Comenté, mirando de refilón a mi hermano. Tao suspiró.

- ¿Acaso no puedo pasar un rato con mi hermana fantasma?- Preguntó, a lo que negué, aunque no pudiera verme. Suspiró y me revolvió los invisibles cabellos.- Tendríamos que hablar más a menudo, sueles evitar a casi todo el mundo últimamente.

- No os evito. Simplemente estáis con demasiada gente con las que no puedo aparecerme.

- Gajes del oficio, sí…- Murmuró, suspirando.- Pero te prometo que iremos a mejor. Mañana voy a pedir el día libre y vamos a jugar a algo juntos mientras me cuentas qué has hecho hoy.

- Está bien…- Me quedé observando las gotas de agua cayendo sobre el cristal de la nave mientras mi hermano corría a resguardarse al lado de Ida y Luke, hablando entre ellos. Suspiré, deseando haberles seguido. Pero no creo que fuera buena idea salir  de la nave, no mientras llueve y uno puede darse cuenta que hay como una silueta a la que no le afectan las gotas, menos cuando van a un baile a una sala llena de gente donde sería muy fácil delatarme. Además, podría estar Munch.

Me estremecí al pensarlo. La verdad es que lo pasé bastante mal cuando me hablaron de él. Sin duda alguna lo habían relegado un poco de su puesto, pero eso no quitaba que podría estar por ahí, atormentando brujas por cualquier parte del mundo y llevándolas a una terrible tortura, y posterior muerte.

Creo que debía impedir que eso ocurriera más veces. Me sentía de nuevo en una posición de ventaja frente a aquellos que querían atraparme, porque ya me conocía sus cartas, y ahora también cuál era el significado del fin del juego. Si podía aprovechar aquello, mi cercanía al Gobernador por parte de sus hijos, y también empezaba a buscar la forma de reinstaurar la política del país, tal vez pronto podría bajarme del Lhanda para volver a casa.

Volver a casa. Las palabras sonaron con fuerza en mi cabeza, dándome cuenta de que, a pesar de que por un lado habían perdido el significado, por otro lado llevaba tanto tiempo en el Lhanda, que a pesar de haber vivido cosas buenas y cosas malas, no me sentía capaz de dejar la nave aunque fuera un segundo. Inconscientemente, mientras pensaba aquello, llevé mis pasos hacia la salida, notando el frío en mi cuerpo y como las gotas empezaban a pegar la ropa a mi piel, a apelmazar mi cabello. Resultaba relajante, me dije, mientras veía a la gente correr a refugiarse en alguno de los altos edificios de cristal que rodeaban el puerto. Me pude imaginar que habría exposiciones, cafeterías caras, obras de teatro…

- No vas a poder bajar ahora, Clarya.- Escuché una voz tras de mi. No neceisté girarme para saber que Daimen estaría ahí, observando mi cuerpo a través de las gotas.- No voy a dejar que me evites ahora que estamos solos.

- ¿Estamos solos?

- La nave está casi vacía, he dado el día libre a todos y apenas quedan pasajeros en sus habitaciones.- Dijo, y noté que estaba acercándose.- Deberías hablar conmigo antes de que las cosas vayan a peor.

Sonreí, girándome. Empezaba a tomarme aquello como un juego.

- ¿Estás amenazándome?- No pude sino reírme de medio lado, tomándomelo casi como un juego. Él pareció sonreír, no sé si por verme con idea de disfrutar de aquello, o simplemente porque no le había ignorado como otras veces que parecía acercarse con intención de hablar. Claro que, otras veces, tenía algo que hacer y no estaba sola en el Lhanda.

El Fantasma del LhandaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora