Pasado I

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Apretaba fuertemente la mano de su mujer recordando que era su apoyo en ese momento tan hermoso y doloroso como lo es dar a luz. Su mente era una ensalada de emociones y le costaba sentir una sola: Miedo, angustia, ansiedad, felicidad... le era imposible sentirse de una única forma. La mujer de sus sueños la que se convirtió en su esposa estaba ahí dando nacimiento a un nuevo ser humano. Un ser humano que era parte de su sangre y su carne.

Podía sentir el apretón de su esposa cada vez que pujaba y su expresión le ayudaba a entender que la mujer y su cuerpo eran seres magníficos que no tenían comparación. Ellas cargaban un cuerpo por 9 meses para luego parirlo con mucho dolor, no se imaginaba cómo sería si fuera a la inversa, él mismo aceptaba que no sería capaz de lograrlo.

La cabeza se asomaba, el pequeño ser humano ya tenía conexión con el exterior. Los doctores seguían alentando a la mujer para que terminara su labor. El hombre aún no caía de su asombro, ¿Qué debía sentir? no podía descifrarlo aún.

Un pequeño llanto:

— Felicidades  señor Cross, Samantha ya está aquí.

La niña fue pasada a sus brazos donde pudo sentir el amor más puro en toda su vida, el hombre con su naturaleza salvaje se doblegó ante una pequeña niña. Una lágrima hizo su aparición....

—Déjame verla —Dijo su esposa estirando sus brazos— Es hermosa.

—Se parece al papá.

—No destruyas su vida desde ya —Sonrió y le dio un beso.

Despues de un tiempo salieron del hospital con su retoño en brazos. Todo estaba preparado para que la nueva familia se hospedara. Emmanuel luchó por ellas para darle una vida de lo mejor y que no les faltara nada, su vida transcurria tranquila sin muchas preocupaciones.

Vio a su hija crecer y la amaba. Lloró cuando dio sus primeros pasos, se emocionó cuando dijo sus primeras palabras, cada movimiento de la niña lo llenaba de ilusión. Muchas personas veían su cambio, su cara llena de felicidad. No cabe duda que un niño o niña cambia la vida de cualquiera y más si ese niño o niña es de tu sangre.

Transcurrieron los años, Samantha Cross ya tenía 10 años y seguía siendo los ojos de su padre. Un día despertaron los 3 en la cama.

—Buenos días preciosa. ¿Cómo está la niña más bella de este mundo?

—Papi ya yo soy grande deja de decirme esas cosas.

—¿En serio? Mi niña ya no me quiere —Un llanto fingido salió a relucir.

—Papá tampoco me creo esas cosas.

—Entonces sí, ya creciste.

—Amor ve a comprar algo de comer —Dijo su esposa.

—No quiero, me da mucha pereza —Volvió a ver a la niña—Prefiero quedarme con esta niña hermosa.

—Bueno, yo iré.

—Ten cuidado —Le dio un beso.

Emmanuel se quedó viendo tele con su niña, mientras hablaban sobre lo que veían. Pasaron los minutos y la preocupación de Cross era cada vez más grande debido a que su esposa no llegaba. Su mayor miedo se solidificó cuando alguien empezó a tocar su puerta con golpes rápidos.

—¡Emmanuel! ¡Emmanuel!

Este se levantó rápido, Samantha quiso levantarse pero él le ordenó que se quedará ahí. La niña obedeció. Al abrir la puerta se encontró con una señora que fuera su vecina de años.

—Su esposa.

—¿Qué pasó con ella? ¡Habla!

La mujer lo único que pudo hacer fue darle una señal para que saliera a ver lo que había ocurrido. Emmanuel empezó a caminar no sin antes decirle a la señora que se quedara cuidando a Samantha.

Mientras corría su corazón iba a mil por hora estaba listo para lo peor. Nadie golpearía una puerta con esa fuerza para dar una buena noticia. Al acercarse pudo ver a la gente conglomerada alrededor de una mujer en el suelo con comida derramada.

Cayó de rodillas. Su mundo se derrumbó, cerca de ella estaba un hombre tocándose la cabeza. Su primer reacción fue acercarse a su esposa:

—No... esto no puede ser. Mi amor... no —tocaba la cara de su esposa, que tenía la mirada perdida— No me dejes...

—Señor lo siento mucho... —El hombre que atropelló a su mujer le imploró—No fue mi intención.

—¿Sabes lo que has hecho? —A pesar de haber perdido a su esposa parecía tranquilo, pero no por mucho—Te has llevado parte de mi vida.

—Lo siento mucho, maldita sea.

Las lágrimas corrieron por las mejillas de Emmanuel.

—¡Has acabado con una parte de mi vida! ¡Mi amor no me dejes por favor! ¡Tenemos que ver crecer a Samantha! ¡Tenemos que envejecer juntos! —Se volteó hacia el hombre— ¡Tú! ¡Eres una mierda! ¡No vales absolutamente nada yo siendo tú me mato! Sí, ve y ponte un arma en la cabeza y aprieta el gatillo.

El hombre entre lágrimas solamente asintió, ahora más devastado de lo que pudo haber estado por lo que hizo. Entró en su carro y sacó un arma.

—¡Tiene una arma! —Gritó alguien en la multitud.

Al escuchar esto Emmanuel se volteó. En ese momento supo que sus palabras habían calado hasta lo más fondo y marcaron el destino de aquel hombre.

—Espero que esto de alguna manera compense tu dolor señor.

Acto seguido se llevó la pistola a la boca y apretó el gatillo entre gritos de Emmanuel implorando que no lo hiciera. No lo dijo en serio, fue su dolor hablando por él. Un niño que observaba de lejos se acercó:

—¿Papá?

La culpa de Emannuel se intensificó. Un niño de la edad de Samantha estaba frente al cuerpo de aquel hombre. Se acercó rápido al niño.

—Niño ¿Qué haces aquí?

—Mi padre se ha disparado. ¿Por qué?

—¿Lo viste?

—¿Y esa mujer?

—Ven conmigo, no debes estar aquí —Lo tomó en brazos— Soy Emmanuel ¿Cómo te llamas?

—Mi nombre es Ángel.

Universidad de Asesinos IIWhere stories live. Discover now