Capitulo treinta y cinco

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El baile de las flores

Ya eran más de las diez de la noche cuando Nalasa llegó al jardín. Cuando Marduk se marchó y la dejó sola, la muchacha tuvo que limpiarse el destrozado maquillaje y volver a comenzar con todo el proceso de ponerse presentable. Pero aquella segunda vez le costó más que la primera. Sus ojos estaban hinchados y rojos por las lágrimas al igual que su nariz. Así que esperó a que su mirada se normalizara antes de maquillarse de nuevo y bajar al jardín.

La fiesta ya había comenzado y la alegre música inundaba las inmediaciones del castillo. El iluminado jardín estaba lleno de almas con su forma humana bailando y disfrutando de lo único que les recordaba su anterior existencia.  La banda de músicos - formada por seis demonios opihuchus - estaba tocando una canción terriblemente desafinada que sacaba más de una carcajada a aquellos fantasmas y Nalasa no pudo evitar sonreír ella también. En una de las mesas dispuestas con comida por todo el jardín - para deleite de los diablillos y los propios demonios - , vislumbró a Naamah junto con Jezebeth que reían y comían con una familiaridad nunca vista. La diablesa, vestida con un precioso vestido azul con flores doradas, miraba con ardor al cocinero que a su vez la miraba con ternura y amor. Incapaz de evitar que su sonrisa se agrandara, la muchacha comprendió lo que había pasado entre ellos dos. 

El amor que sentían el uno por el otro era tan palpable como las flores que habían a su alrededor y rozaban las puntas de sus dedos. Un funesto pensamiento le recorrió la mente para atormentarla: así tendríamos que estar Araziel y yo - le dijo una voz melancólica. Si ella hubiese sido una diablesa tal vez… Pero pronto hizo desaparecer aquello de su cabeza. Aún había esperanza, no iba a rendirse. Como tampoco olvidaría abordar a la diablesa para que le contara todo con pelos y señales.

- Nalasa - la llamó una joven voz risueña.

Kimi apareció a su lado con una sonrisa de oreja a oreja.

- Llegas tarde. Pensaba que ya no vendrías - la reprendió medio en broma.

- Lo siento, me he entretenido. Cosas de mujeres - se disculpó sin faltar a la verdad.

El alma alzó una ceja incorpórea y le hizo un gesto a la improvisada y abarrotada pista de baile. 

- ¿Bailamos? - le propuso. - Aunque no podamos tocarnos podemos bailar uno al lado del otro.

Sin proponérselo, otro baile demasiado parecido a aquel, le vino a la memoria y sintió como el corazón se le bajaba al estómago y los nervios se apoderaban de ella. Lo cierto era que aún estaba demasiado afectada y aturdida por la historia del pasado de Araziel y lo ocurrido entre ellos dos la noche anterior. Su aspecto lo había podido arreglar no así su interior. ¿Pero cómo decirle que no a un amigo? Un pobre muerto en vida que veía como pasaban los años siendo simplemente un mudo espectador.

La muchacha dio un paso a delante y abrió la boca para decirle que sí cuando Fava apreció ante ella y una mano la tomó por el codo. Nalasa se volteó y vio el hermoso rostro de Araziel sereno y con la mirada brillante. El demonio le sonrió bellamente pero de una forma que ella no pudo descifrar. ¿Qué quería decir aquella sonrisa que le acababa de provocar un vuelco en el corazón? Frente a ella, Kimi miró a Fava seriamente y con el rostro más ceniciento de lo normal para un fantasma.

- ¿Por qué no bailas conmigo? Prometimos hacerlo ¿lo recuerdas? - susurró Fava implorante.

La joven fantasma miró con los ojos suplicantes a su amigo y él, incapaz de resistirse, incapaz de apagar el amor que lo consumía, asintió y se alejó a la pista de baile. Antes de seguir a su amigo, Fava miró a Nalasa y le susurró.

El castillo de las almas ( Amante demonio I )Where stories live. Discover now