Capitulo diecinueve

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Cenizas de lo que hubo una vez

Parecía un sueño que el día anterior hubiese caído un gran aguacero.

El sol brillaba en el cielo y el día era agradable y cálido como la propia primavera. Nalasa -  vestida con un sencillo vestido campestre color canela y un sombrero de paja con un lazo negro- comía una porción de cochinillo asado en el jardín con la compañía de los pájaros cantores. 

Él día anterior Marduk le habían quitado los puntos de sutura y se sentía prácticamente como nueva. A pesar de que le habían quedado cicatrices, eran muy leves y casi no se notaban. Araziel había hecho un gran trabajo y ella no había podido agradecérselo aún.

Mañana era el día del baile de las flores y la canción que había compuesto con Naamah, Jezebeth y Kimi estaba terminada. Ni ella misma se creía que hubiese quedado tan bien. ¿Sería muy creída y egocéntrica por elogiarse a sí misma? Eso solía decir el sacerdote de Sanol en sus conferencias del templo: ser soberbio era pecado. ¿Y si ella estaba pecando de soberbia con aquella canción? Pero necesitaba creer que era buena y que llegaría hasta Araziel.

Era lo único que tenía para que él comprendiese como se sentía. 

Pero a la vez ese era el motivo de su lejanía.

Ahora no puedes echarte atrás - se dijo mientras masticaba un trozo de pan caliente. Todos se habían esforzado mucho para que ahora ella decidiese enmudecer. Cantaría y que pasase lo que tuviese que pasar. Seguramente que la cosa no podría empeorar más.

Nalasa cortó un pedazo del sabroso cochinillo y siguió comiendo intentando permanecer tranquila. A la hora de comer siempre estaba sola - ya que los demás, menos el pobre Kimi, comían en el gran comedor del castillo - y siempre solía dirigir sus pensamientos hacia su hermana. ¿Qué estaría haciendo en aquel mismo momento? ¿Habría leído la carta que le escribió el día de su partida o la habría roto sin contemplaciones?

La muchacha soltó el tenedor al lado del plato y miró fijamente hacía delante. ¿La habría perdonado su hermana? Y de ser así ¿sería capaz de volver a verla algún día? ¿Podría liberarse de la maldición para poder volver a abrazar a Casya? Ahora que ya estaba recuperada del todo y - seguramente mañana sería el último día que permanecería en el castillo de las almas - necesitaba volver a Sanol para verla.

El amor de su hermana era su última esperanza.

- ¿ Comiendo a solas? - preguntó una voz masculina de forma burlona. Ella sonrió sin alegría. Había tardado demasiado en volver a verle.

- Buenas tardes a ti también Samael.

El susodicho se sentó frente a ella en la silla libre con un salto ingrávido y le dedicó una centelleante sonrisa de dientes blancos y perfectos.

- Parece un milagro que te encuentre sola. Siempre estás tan bien acompañada -continuó con tono irónico. ¿Es que para ese demonio todo era como una especie de juego macabro? 

- Mis amigos aprecian mi compañía - le replicó ella dedicándole una mirada orgullosa. No tenía ningún miedo de estar a solas con él si eso es lo que Samael pretendía trasmitirle. Aunque Araziel no estuviese a su lado y no quisiera verla nunca jamás, él le había prometido que en su castillo nunca sería atacada. Y ella creía en él.

Samael le mostró su sonrisa indolente y se sacó un cigarrillo del bolsillo de su chaleco.

- Amigos - dijo como si escupiese la palabra mientras se encendía el cigarrillo con la puta de uno de sus dedos. Aquello la impresionó pero se esforzó para no mostrar ningún tipo de ración -. Los monstruos del averno no somos amigos de los humanos.

El castillo de las almas ( Amante demonio I )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora