Capitulo 13 - BioWonderland

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                                                                                 BioWonderland

  De las leyes más simples nacen infinitas maravillas que se repiten indefinidamente. ―Benoit Mandelbrot

«Algunas veces las cosas de las que más nos orgullecemos son aquellas de las cuales mas debemos temer» Esa era la frase que coronaba la pizarra acrílica de Oriana Ultravi dentro de su oficina, una que estaba abarrotada de libreros y poca iluminación; para muchas personas esa simple frase no significaba nada, pero para ella era viva realidad.

Su pasión por la ingeniería molecular y su habilidad para las ciencias le ayudaron a moldear quien era ahora, una mujer que respondía al título de Doctora, cobraba el mayor de los sueldos que un ingeniero podía soñar en pleno siglo XXI y por sobre todo, dedicarse a proyectos que nadie se imaginaba que existían. A pesar de que aquello sonara como algo maravilloso traía consigo una carga muy pesada, una vida solitaria y largas horas de trabajo.

Ese día en particular era uno de ellos, pasadas las dos de la madrugada la Doctora Ultravi cruzó  uno de los largos  y blancos pasillos del sótano del Centro de Investigación donde trabajaba, ondeando su bata blanca que le llegaba por las rodillas en dirección a los laboratorios de Armas Bacteriológicas, a esas horas desierto, resaltando por su melena castaña y en rulos que le caían por los hombros.

Los laboratorios de esa área estaban restringidos para el 90% de los trabajadores, estaban compuestos por estancias cuadradas a modos de cubículos con paredes de vidrio;  en la mayoría de ellos se encontraban neveras y cavas con muestras en ellas, mesones para las pruebas, microscopios y otras máquinas digitales que servían como herramientas de análisis para los experimentos que se realizaban.

Ultravi deslizó su tarjeta de identificación en la puerta del último de los veinte cubículos y luego de que la luz cambiara de rojo a verde, la misma chasqueó abriéndose automáticamente y corriéndose a un lado como las puertas de los supermercados, luego de entrar el aire frío del lugar hizo que se estremeciera. Una vez aclimatada avanzó hasta el mesón y sacó un par de guantes de látex azules de una pequeña caja y un tapabocas, colocándoselos con maestría mientras avanzaba hacia una de las neveras, abrió la puerta y sacó una de las doscientas placas de Petri de la misma.  

Esa noche debía monitorear los virus que había sembrado el día anterior y ver su desarrollo, estos estaban divididos por grupos y mezclados con otras sustancias que simulaban un micro clima, los más aptos serian aquellos que avanzaran a la siguiente fase: la de experimentación en animales.

Una vez que comenzaba a trabajar su noción del tiempo se perdía entre microscopios digitales y cuadernos de anotaciones, pasó un largo rato en ese ir y venir de la nevera al mesón, hasta que durante la observación del virus A120 algo o alguien golpeó fuertemente el cristal del cubículo, haciendo que se erguiera sobre si misma alarmada. Del otro lado, una mujer vestida de monja le hacía señas con sus manos, con el rostro alarmado para que la dejara entrar…era la Hermana Rose.

― ¿Qué hace usted aquí? ―interrogó Ultravi en un gruñido al abrir la puerta del cubículo, no podía creer que la monja fuese viajado desde Italia hasta Gales solo para verla.

― Necesito tu ayuda ―dijo con nerviosismo la mujer mientras le sostenía los antebrazos a la doctora con fuerza, haciéndola retroceder al interior del cubículo sin querer; acción que no fue bien recibida puesto que Ultravi le dio un empujón que casi hace que la monja se golpeara con la pared del pasillo.

Club Wonderland - 30 Seconds to MarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora