Capitulo 8 - Edificando una Coartada

655 28 29
                                    


Edificando una Coartada


"Las mentes creativas son conocidas por ser capaces de sobrevivir a cualquier clase de mal entrenamiento." ―Anna Freud



            Poder, un simple concepto que puede construir imperios o destruirlos. Hay quienes lo desean, pero hay también de los que su vida depende. Dominic Conte di Molise era uno de ellos, había nacido en la cuna de una de las familias más poderosas de Italia que eran gobernadoras de sus territorios en los primeros siglos de la Edad Media, su título nobiliario situado en jerarquía después del marqués y antes que el vizconde le permitía aun hoy rodearse de los personajes más importantes de mundo, no solo en lo que a monarquía se refería, sino también a políticos, empresarios y el resto de la ralea poderosa que no podía expresar su dinero en números porque era groseramente alto y porque ningún papel abarcaba tantos ceros.

            Por lo que al él refería, su habilidad para los negocios le permitió escalar posiciones y con el haz bajo la manga era el hombre más poderoso de todo el mundo, haciendo que Bill Gates quedara como niño de pecho ante su presencia y también como uno de sus principales compradores. Con sus treinta años había llegado donde nunca imaginó y para hacerlo tuvo que ensuciarse las manos en el proceso junto a su hermano Jackson.  

            Se giró para darle la cara a los grandes y amplios espejos que rodeaban el ascensor en el que subía hasta el último piso de uno de los rascacielos de la ciudad de New York, su reflejo le brindó la figura de un hombre alto, elegante, vestido de traje y corbata, cabello negro lacio por el cuello y ojos grises. Se acomodó el cuello de la chaqueta negra y se inclinó un poco más al cristal para introducir sus dedos en los cabellos que le caían en la sien llevándolos hacia atrás, notando como muchos de ellos habían tomado una decoloración plateada, dando el efecto con esa iluminación de tener el cabello canoso, bateó las pestañas en desaprobación y se irguió de nuevo tensando los bordes de la chaqueta;  cuando las puertas del ascensor abrieron nuevamente avanzó por un largo pasillo  moderno, con el piso de mármol blanco y paredes doradas hasta llegar a una puerta doble de caoba.

Con un ligero esfuerzo empujó las pesadas puertas con ambas manos y del otro lado encontró un gran salón rectangular lleno de personas, hombres y mujeres que movían cosas de un lado al otro: mesas, sillas, cajas con licores y demás artículos para abastecer una gran celebración. Casi al mismo instante que Dominic cruzó aquellas puertas otro hombre, delgado y pelirrojo corrió a su lado con prisa y nerviosismo.

― ¡Señor Di Molise! ―exclamó el hombre haciendo una rápida reverencia que casi pasó por inadvertida, llevaba una carpeta de apuntes apretada en su pecho― Que bueno que vino ―apremió mientras ambos cruzaban la estancia― Hemos tenido muchos avances, hoy terminaron de colocar el logo. 

― Bien ―asintió Dominic a su asistente sin mirarlo― Muéstramelo Bryce.   

― Por aquí. ―dijo extendiendo una mano en dirección al lugar por el cual debía seguirlo.

            Al caminar por el largo y amplio salón, del lado izquierdo se podía apreciar un ventanal que mostraba una vista panorámica de Manhattan con otros edificios más bajos que ese, así como nubes que avanzaban lentamente. Al final, sobre una tarima en la pared de fondo se encontraba un logo con dos letras grandes y redondas: "C" y "W" unidas en caligrafía  cursiva, una blanca y la otra de color rojo.  Dominic lo miró detenidamente por unos segundos bajo la sombra expectativa de Bryce.

Club Wonderland - 30 Seconds to MarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora