Capítulo 6: Lo que ocurre después de una boda

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  • Dedicado a Los fiesteros sin remedio.
                                    

Ryan.

In-có-mo-do.

No había mejor palabra para describir el viaje de vuelta que tuve con Mason. No nos cruzaron si quiera ni una sola palabra. Los dos, tan testarudos como éramos y algo avergonzados por llorar uno delante del otro, nos mantuvimos todo el trayecto mirando la carretera, y a las líneas blancas pintadas en ella, que brillaban al ser de noche.

Y cuándo al fin, divisé mi casa, creo que mi corazón dio un respiro de alivio.

Salimos del coche de forma silenciosa  y nos dirigimos a mi casa, que era la única con todas y cada una de las luces encendidas.

Allí estaba la que iba a ser mi nueva familia, y la iba a conocer por completo hoy.

En la boda, con todo el gentío que había, apenas había podido entablar una conversación con mi padre, y solo me había dicho unas cuantas palabras más con Dafne después de que saliese de los baños.

En menos de veinte pasos estaba en frente del característico portón de madera que hacía de entrada a mi casa. Saqué mis llaves, estaba seguro que aunque llamara mil veces al timbre, nadie me oiría. Pero Mason se adelanto a mis pensamientos y pulsó primero.

Increíblemente, a los poco segundos se abrió la puerta, y miré a Mason estupefacto, quién ahora arqueaba una ceja con gesto de arrogancia. Con que esas teníamos ¿no?...

Pero creo que me quedé aún más sorprendido por el individuo que apareció detrás de la puerta de mi casa.

No era mi padre, ni mucho menos, tampoco Marcus, ni si quiera Dafne. Debía ser alguien de mi nueva familia, y eso es lo que me asustaba.

Era moreno, todo lo contrario a Dafne, su pelo negro estaba lleno de rastas que le llegaban más allá de la espalda, y por las que colgaban trenzas de hilo. Llevaba unos pantalones caídos, y una camisa verde caqui abierta. En su nariz llevaba una perforación, en dónde tenía un aro, y en las orejas unos cuantos pendientes y pircings. Pero lo que seguramente más me alarmó fue lo que llevaba en la mano.Un cigarrillo. ¡Un cigarrillo! ¡En mi casa!

Mi padre odiaba que la gente fumase, no lo soportaba, él decía que eso solo mataba a la gente poco a poco. Para gustos, colores.

Y ahora tenía a un rastas en la puerta de mi casa con un cigarrillo que precisamente no parecía tabaco.

-¡Tíííoooooo!- me gritó tan fuerte que hizo que me sobresaltara dando un pequeño paso para atrás. Sin duda alguna, ese hombre estaba borracho y algo más...Se acercó a mi, haciendo eses, y fue un momento, pero me recordó al coche de los Ritcher cuándo lo conducimos aquella primera vez. Me pasó un brazo por los hombros, y palmeó mi espalda fuertemente. Tanto, que pensaba que en cualquier momento mis costillas saldrían de mí.

Mason río descaradamente, al ver la mueca de dolor y confusión pintada en mi cara. Le eché una ojeada y le fulminé. Se iba a enterar, estaba empezando a acumular venganzas, primero en la boda con la patada y el consejo de Dafne, luego lo del timbre  y ahora con el rastas que me palmeaba como si fuera un cacho de masa de pan para hacer.

Entramos como pudimos al rellano de mi casa, dejando, claro está, el cigarro en la calle. No queria nada de humos, tenía una mala experiencia con los cigarrillos y tenía claro que no quería volver a repetirla.

Fue cuándo cumplí los catorce, yo, Mason, y Clay, al que acabábamos de conocer decidimos probarlo, fue el solo dar una calada y medio morirme por el humo que me tragué. Desde ese momento juré no volver a fumar en vida, o al menos intentarlo.

-¡Soooyyyy Daannn! ¡ Yyyy tuuuuu eeerrreesss mmiiii nnuuueeeevvvvoooo prrriiiimmmiiiittooooooooo! - gritó él como un loco, y tuve que poner el oído ya que con lo bebido que estaba no entendía bien lo que decía, y cuando lo entendí, me quedé en el sitio.

Jamás pensé en ti: Mentira. EN PAUSA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora